Pemex: contra viento y marea
Calificadoras
insatisfechas
El plan de rescate financiero
de Petróleos Mexicanos (Pemex) –presentado el viernes pasado por el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador– sólo provocó comentarios
negativos de calificadoras y bancos trasnacionales, quienes, a coro,
dijeron
no estamos de acuerdopero sí
decepcionadospor tratarse de un esquema
insuficientee
incierto, pues los dineros comprometidos apenas
representan un tercio de lo requerido para reactivar a la empresa.
Por lo visto, todo lo que el gobierno federal haga para reflotar a la
ex paraestatal, para sacarla del profundo hoyo en que la metieron seis
administraciones neoliberales, no contará con el visto bueno de
calificadoras y bancos trasnacionales, porque de eso viven, y muy bien:
las primeras amenazando con reducir el grado de inversión, y los
segundos porque ya les dijeron que en 2019 Pemex no se endeudará más, es
decir, no requerirá la ayuda de las instituciones financieras.
Sin duda, el problema financiero de Pemex es de enormes proporciones y
su solución requiere un esfuerzo descomunal, pero, hasta donde se sabe,
a lo largo de seis sexenios de despilfarro, corrupción y
desmantelamiento del más importante consorcio mexicano ninguno de los
hoy quejosos o disgustados advirtió mayor cosa, pues contentos
estaban a sabiendas de que, tarde que temprano, se concretaría la
privatización total de la hoy llamada empresa productiva del Estado.
Pero algo les falló. Esperaban el séptimo gobierno neoliberal al hilo
y su plan se apestó. Hoy, la administración de López Obrador está
comprometida en sacar a flote a Pemex, por mucho que a los hoy quejosos
no les guste la idea.
¿Cinco mil 200 millones de dólares, de entrada, resultan
insuficientes para comenzar a fortalecer a la empresa del Estado? Bueno,
resulta un esfuerzo muchísimo mayor al que hicieron los gobiernos
anteriores (es decir, nada). Y sobre este punto, López Obrador ha sido
muy claro: si se requieren más recursos, los habrá.
Las cifras de Pemex dejan en claro que, amén del desplome en
producción e inversión, la ex paraestatal acumula una década con un
balance financiero permanentemente negativo (2008-2018, de Calderón a
Peña Nieto), pero parece que ante esa cruda realidad ninguno de los hoy
quejosos dijo
no me gustani advirtió que el gobierno
no tiene el diagnóstico correcto(Citibanamex dixit).
Cuando Calderón se instaló en Los Pinos recibió un balance financiero
positivo de Pemex por alrededor de 170 mil millones de pesos, y cuando,
por fin, abandonó la residencia oficial dicho cálculo resultó negativo
(al igual que los tres años previos) por 37 mil millones. Esta última
cifra fue la que el tal Jelipe heredó a Peña Nieto, y éste
cerró gobierno con un balance negativo por 63 mil millones de pesos, 70
por ciento mayor al de seis años antes.
Y en esos dos gobiernos Pemex enteró al fisco más de 10 billones de
pesos (Calderón, 5.1 billones; EPN, 5.4 billones) por concepto de
impuestos, derechos y aprovechamientos. Aparte de eso, la ex paraestatal
debió soportar el brutal incremento de su deuda y, por ende, de los
intereses generados por ella misma. De diciembre de 2006 a igual mes de
2018, el pago de réditos se incrementó 500 por ciento, al pasar de 25
mil millones de pesos en la primera fecha citada a cerca de 128 mil
millones en la segunda.
Pero es hasta ahora que dicen
no estamos de acuerdo. Por ejemplo, a finales de enero pasado Fitch estimó que para reflotar a la empresa se necesitarían entre 9 mil y 14 mil millones de dólares de inversión adicional anual. Sin embargo, dos semanas después, sin más, incrementó a entre 12 mil y 17 mil millones de dólares el monto para alcanzar el objetivo referido.
Las rebanadas del pastel
Eso sí, ninguna de las calificadoras insatisfechas ni de los bancos trasnacionales que
no estamos de acuerdocon el plan gubernamental para Pemex menciona el problema más importante que hundió a la empresa del Estado: la corrupción. De eso, nada.
Twitter: @cafevega
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