María Teresa Priego.
Bruno Ganz es considerado uno de los mejores actores de habla alemana, Ganz murió este 16 de febrero en Zurich.
“Lo que me conmovió más profundamente es que por varios meses después de la salida de la película El cielo sobre Berlín,
cuando las personas -sobre todo las mujeres- me reconocían en Berlín o
en otro lado, abrían sus ojos muy grandes y decían: ‘Es el ángel guardián’”. -Bruno Ganz
Dos ángeles sobrevuelan el Berlín de la posguerra, la ciudad partida en dos: Damiel y Cassiell. Son invisibles,
salvo para los niños. Se cubren con abrigos oscuros, vuelan. Son
eternos, protectores y vagabundos. Miran la realidad de los humanos en
sepia. Los acompañan, los adivinan, pueden escuchar sus pensamientos. No
tienen la posibilidad de sentir como sienten los humanos y son sin
embargo ángeles empáticos. Comparten fragmentos de la
vida de las personas, los acarician con la mirada, los sostienen sin que
ellos lo sepan. Una mujer que grita. Un niño que llama a su madre. Un
hombre que muere. Aliviar un poco la desesperanza y la desolación. La
memoria de las bombas que estallan y los edificios que se derrumban. ¿De
qué está hecho el futuro? ¿el futuro existe tras la devastación? A
diferencia del color sepia en el que viven los ángeles, los humanos viven en colores. Los humanos sufren. Los ángeles no.
Damiel está cansado de ser ángel.
Quiere volverse humano, saberse mortal. Su eternidad le permite
acompañar miles de historias de vida, pero no le permite tener una
historia propia. Realizar los más mínimos actos de la cotidianidad
humana: comer, enfermarse, abrazar. “Ya no quisiera ese flotar eterno,
quisiera sentir un peso que anulara en mí lo ilimitado y me atara a la
tierra. Poder, a cada paso, a cada golpe de viento, decir “ahora” y
“ahora” y “ahora”… Y ya no más “desde siempre” y “para siempre”. Conoció
a Marion la trapecista de Circus Alekan y siente -desde su angelical
distancia- algo parecido al amor. Digamos que siente el imperioso deseo
de sentir amor. La mira ejercitarse en el trapecio con sus alas
artificiales y sabe que está sola. Ser un hombre común y mortal para
caminar junto a ella. Hasta que la muerte llegue.
Bruno Ganz es Damiel en una de las más bellas y conmovedoras películas de la historia del cine: El cielo sobre Berlín, dirigida por Wim Wenders, llamada Las alas del deseo en sus traducciones al inglés, francés y castellano. Considerado uno de los mejores actores de habla alemana, Ganz murió este 16 de febrero en Zurich,
la ciudad de sus orígenes, a los 77 años. Nació en una familia obrera,
su padre era mecánico y muy pronto supo que la actuación era lo suyo. Se
mudó a Alemania en 1960.
Para 1972 ya obtenía el premio al “Mejor actor del año” por su trabajo en teatro. En 1976 actuó en Lumière, dirigida por la fulgurante Jeanne Moreau. En 1979 en Nosferatu de Werner Herzog. Su trabajo junto a Wim Wenders comenzó en 1977 con El amigo americano filmada a partir de la novela de la escritora Patricia Highsmith Ripley’s game. En 1987 sale Las alas del deseo
y Wenders obtiene el premio a la mejor dirección en el Festival de
Cannes. El guionista de la película es Peter Handke, aunque nunca
existió realmente algo parecido a un guión. Por las noches se
conversaban las secuencias. Handke escribía los monólogos. Primero las
imágenes y luego las palabras.
En 1993 Ganz filma de nuevo con Wenders: Tan lejos, tan cerca, una especie de segunda parte (ni tan afortunada, ni tan bella) de Las alas del deseo.
Ganz trabajó con los grandes directores de su tiempo: Érik Rohmer,
Francis Ford Coppola, Alain Tanner, Giuseppe Bertolucci, Théo
Angelopoulos, Volker Schlomdorf, Lars Von Trier. En 1996 recibió El anillo de Iffland (propiedad de Austria) que se otorga en sucesión al mejor actor de habla alemana desde hace tres siglos: la imagen del actor y director de teatro August Wilhelm Iffland, rodeada de diamantes.
Su caracterización de Hitler en La caída (2004), la película dirigida por Bernd Eichinger
es una de sus actuaciones más impresionantes y recordadas de su
carrera. En cantidad de ocasiones se le ha reprochado haber creado a un Hitler “demasiado humano”. A lo que él respondía: “Es que era humano, qué más podría haber sido”. En una entrevista para The Art Desk explicó: “El hecho de no ser alemán me ayudó, ya que yo podía interponer mi pasaporte entre Hitler
y yo”. También cómo mientras duró la filmación: “debía construir un
muro, una cortina de hierro… no quería pasar mis noches en el hotel con Hitler al lado mío”.
Pero vuelvo a Las alas del deseo. A Damiel que se convierte en humano y se lastima y sangra, y lame su sangre para constatar que ya no es un ángel.
Los espectadores lo sabemos: ya estamos mirando su vida a colores. En
una entrevista con Richard Raskin en 1994 en Londres, Ganz habla de la
filmación y de su personaje: “Filmando sucedió casi un milagro. Fue
fabuloso, caminar alrededor y saber lo que las personas estaban
pensando. Claro, lo hicimos todo nosotros Y estábamos filmando una
película. De todas maneras, yo como actor, Como Bruno Ganz,
algunas veces tuve la sensación de que estaba haciendo algo
extraordinario, y celestial, en algunos momentos… Era un sentimiento
asombroso… Significa mucho más que personas diciendo: ‘usted es un muy
buen actor’, o ‘me encanta su trabajo’, si dicen: ‘Oh, usted es un ángel’”
Y agrega: “Uno de los principales problemas que tuvimos fue: ¿cómo actúas un ángel?
En general cuando interpretas a un personaje piensas en términos
psicológicos y te preguntas: ‘¿Cómo es esta persona? ¿Qué es lo que está
sintiendo y lo que está pensando? ¿Cómo se expresaría?’ Pero es un
problema cuando interpretas a un ángel. ¿Qué puedes hacer? Nos reuníamos seguido y discutíamos el asunto de cómo manejar a los ángeles. Hablábamos de Rilke y Paul Klee”.
La escritura de Rilke, la referencia al Ángelus Novus de Klee que adquirió Walter Benjamin y del que escribió: “Se ve a un Ángel
al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su
mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas
tendidas. El ángel de la Historia debe tener ese
aspecto”. Demiel ya es un hombre. Por primera vez es visto por Marion,
van a amarse. Es un hecho. Como una metáfora del trabajo psicoanalítico:
aprender a amar. Ser capaces de permitirse amar. Damiel dice: “Primero, la sorpresa sobre los dos. La sorpresa sobre un hombre y una mujer me convirtió en un ser humano. Yo sé ahora lo que ningún ángel sabe”.
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