Bernardo Barranco
Roma. La Iglesia católica se
prepara para la cumbre antipederastia. Desde noviembre el papa Francisco
convocó a los presidentes de las conferencias episcopales para abordar
el vergonzoso abuso de sacerdotes a menores y tomar medidas drásticas.
Estos escándalos se han convertido en su mayor vergüenza en diversas
partes del planeta. En Panamá, enero pasado, el Papa reconoció que la
Iglesia está herida por sus propios pecados.
La atmósfera en Roma es tensa. De varias partes del mundo se han
acreditado decenas de periodistas. Tantos que, observadores, equiparan
la cobertura mediática a la de los cónclaves o de la dramática renuncia
de Benedicto XVI. El frío invernal de Roma contrasta con la ansiedad de
los actores. Por otra parte, organizaciones de víctimas y activistas
contra la pederastia clerical conformaron la Ending Clergy Abuse
(Acabando con el abuso clerical) y se han movilizado en Roma para
exponer propuestas de las víctimas del flagelo.
En conferencia de prensa, Charles Scicluna, funcionario del vaticano rescatado por Francisco, declaró que
debemos alejarnos del código del silencio, romper la complicidad, porque sólo la verdad nos llevará a una solución. Sobre los casos de pederastia, el ahora secretario adjunto en la Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo también debe quedar atrás el mecanismo primitivo del código del silencio, romper la complicidad y el silencio del encubrimiento. La Iglesia reconoce implícitamente que existió y ya no debe existir un código sistémico u omertá, la ley del silencio siciliano, de protección a los religiosos pederastas. En cambio, abogó por la transparencia y la verdad cara a la sociedad. Ofreció cifras al sentenciar que 80 por ciento de las víctimas han sido adolescentes de sexo masculino. También se quejó de que muchos obispos y diócesis aún no han aquilatado la gravedad de azote que ha representado la pederastia para la credibilidad de la Iglesia.
La reunión se efectuará en el aula nueva del sínodo, del 21 al 24 de
febrero; serán 190 participantes de todo el mundo, más expertos,
víctimas y facilitadores, con jornadas de 9 a 19 horas,
Pese a los llamados a bajar las expectativas de la cumbre, los
organizadores sostienen que en tres días no se acabará de tajo la
pederastia. Sin embargo, los mismos actores religiosos responsables de
este encuentro inédito han levantado el interés con sus declaraciones.
Pareciera que la Iglesia detendrá su reloj el próximo jueves para
repensar y actuar contra la mayor plaga que la afecta: los abusos a
menores. La línea es clarísima: firmeza absoluta y llevar a la práctica
la tolerancia cero del Papa. Ya no sólo se trata de la reducción laical a
los curas pedófilos, sino hacer que paguen sus crímenes ante las
autoridades seculares. En muchos países como México, las autoridades
resguardan y se prestan a proteger a los curas pederastas. Se convierten
en sus cómplices. Entorpecen amparados en interpretaciones legales. Nos
referimos también a la complicidad de muchos medios de comunicación que
callaron y sacaron por lustros el tema de sus agendas mediáticas.
Referenciamos a empresarios que boicotean comercialmente aquellos medios
y comunicadores que se atreven sacar a la luz de la plaza pública las
aberraciones de los sacerdotes. En cambio, en Chile, Australia, Estados
Unidos, Alemania e Irlanda entre otros países, atraen los casos e
investigan a mayor prfundidad que los medios de comunicación, como The Boston Globe, a principios del siglo.
Sin embargo, el problema es mucho más de fondo, nos referimos a la
concepción integral de la sexualidad en la Iglesia bajo la modernidad
contemporánea. Aquí en Roma ha causado revuelo la presentación del libro
Sodoma, del periodista francés Frédéric Martel. El libro se
publica en ocho idiomas y en 20 países. Según su investigación, 80 por
ciento de los miembros del clero romano que trabaja en el Vaticano,
cerca del Papa, son homosexuales. El libro será una bomba, sostiene que a
mayor homofobia explícita de un funcionario del Vaticano, hay mayores
probabilidades de que pertenezca a ese grupo. Si bien la condición
homosexual no es determinante para la consumación de pederastia,
estudios determinan que la mayor parte de los pederastas son
heterosexuales, sí nos habla de ocultamiento y doble discurso de la
Iglesia. Sumemos los abusos sexuales y violaciones, reportados por el
propio Papa a religiosas. La cuestión va más allá de la pederastia; se
trata de una reformulación integral de la sexualidad y una exploración
sobre la sexualidad en la Iglesia. Lamentablemente, el Vaticano quiere
sólo enfocar la reunión a los abusos a niños y niñas. No quiere mezclar
ni distraer el tema que dice central de la cumbre.
Finalmente, el papa Francisco se juega no sólo su autoridad como
pontífice, sino la credibilidad de toda la Iglesia. El prelado
argentino, ha sido sometido a duras críticas por hablar mucho de los
daños causados a infantes, pedir perdón y constreñirse, pero se le
cuestiona haber actuado poco. Esta será una cumbre sin precedente en la
historia de la Iglesia, responde a la imperiosa necesidad de encontrar
medidas y fórmulas concretas que den salida a la crisis más compleja y
profunda que la Iglesia católica ha enfrentado en su historia
contemporánea.
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