Correspondencia de Prensa
En diciembre pasado
se cumplió el primer año del gobierno de la Cuarta Transformación (4t)
de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La cascada de comentarios
producida inundó la televisión, la radio y la red, se expresó por igual
en los múltiples medios impresos y, por supuesto, en las pláticas de los
mexicanos y mexicanas atosigados por el tsunami verbal de las
conferencias mañaneras cotidianas del propio presidente. Para éste la
situación en México es la de un “pueblo feliz, feliz, feliz”, así lo ha
dicho textualmente reiterando su enorme satisfacción por haber realizado
“un cambio de régimen de manera pacífica […] apenas un año ha bastado
para demostrar que el cambio de gobierno no ha sido más de lo mismo; por
el contrario, está en marcha una auténtica regeneración de la vida
pública de México.” (AMLO, Hacia una economía moral, Planeta, Ciudad de
México, 2019.)
Pero, ¿cuánto hay que celebrar de acuerdo a los
discursos de AMLO?, ¿cuánto de la euforia presidencial resiste a la
realidad cruda vivida por la abrumadora mayoría de la población?
Ciertamente no el descenso de la violencia en el país con las
estadísticas que señalan que 2019 fue el año de la década con más
homicidios y feminicidios. Los periodistas tampoco podrían estar
“felices” con la cuota de asesinatos de sus colegas que no cesa y que
hace de México junto con Siria los dos países en donde es más peligroso
ejercer el trabajo de periodistas. Y qué decir de la Guardia Nacional
que más que perseguir a los delincuentes está ocupada en vigilar las
fronteras del norte y el sur, deteniendo a decenas de miles de
emigrantes centroamericanos, caribeños e incluso africanos para
impedirles llegar a su meta deseada en Estados Unidos para gran
satisfacción de Trump. Es verdad que en algunos otros (pocos) momentos
de sinceridad el mismo AMLO ha reconocido que su primer año de gobierno
ha dejado mucho que desear con respecto a sus promesas de campaña y ha
pedido que le den otra oportunidad en 2020. Y de nuevo surge la
pregunta: ¿cuál es la perspectiva que tiene AMLO de cumplir sus
promesas?
Una economía estancada
Al nivel económico
la perspectiva no es muy optimista para 2020. Lo dicen una gran mayoría
de encuestas, los inversionistas y los financieros, tanto en los medios
nacionales como internacionales. Con muy pocas excepciones, en la que
destaca la industria automotriz, los pronósticos para el año que
comienza, no son favorables a la industria manufacturera y la de
construcción. Se prevé una gran volatilidad en las inversiones
nacionales y extranjeras. Y en su primer año ha demostrado un fracaso
rotundo como pronosticador económico pues a pesar de sus vehementes
declaraciones sobre su creencia de que el índice de crecimiento
económico en 2019 sería del 4 por ciento, los indicadores del Banco de
México y del Inegi son contundentes en concluir que en realidad hubo una
caída de la actividad económica del 0.5 por ciento negativo. Todo ello
con el agravante de que una de las causas más importantes de esa caída
fue la política económica del propio gobierno, caracterizada por un
subejercicio escandaloso de las finanzas gubernamentales que golpearon
fuertemente el gasto social. La inversión de la infraestructura (en los
rubros de protección social, ciencia, tecnología, innovación) descendió
un 14 por ciento con respecto a 2018. (La Jornada, 05.01.2020). Este
resultado es la consecuencia de la concepción central típicamente
neoliberal que ha sido erigida por el presidente como el eje de su
política económica: la austeridad disfrazada de lucha contra la
corrupción.
Ahora bien, dicha austeridad se ha aplicado en
detrimento del empleo gubernamental con el aumento notable de los
desempleados del sector y el recorte del gasto en áreas sensibles como
la salud y la ecología ejemplos especialmente notorios. La austeridad en
los aparatos represivos no se aplicó de la misma manera, cuyo
testimonio es la creación con un altísimo costo de la Guardia Nacional
la cual, no obstante, todavía está muy lejos de abatir la violencia
asesina como lo reconocen sus propios dirigentes. Una austeridad que no
porque se le agregue el calificativo de pieza clave de una “economía
moral” es menos integrante de una política económica austericida
prevaleciente como patrón económico neoliberal hegemónico del
capitalismo.
El modesto aumento del salario mínimo era una
necesidad más que anunciada después de haberlo mantenido prácticamente
estancado al precio del empobrecimiento en picada de los trabajadores en
los últimos treinta años. Un aumento al que por supuesto muchos
patrones se han opuesto y que, dadas las condiciones de estancamiento,
va a ser rápidamente superado por la inflación. A la cual también
contribuye la multiplicación fenomenal del asistencialismo de tarjetas,
principalmente para el consumo de alimentos, a los jóvenes, a las
personas de la tercera edad y a las familias en situación precaria. La
inflación, a pesar de la apuesta del presidente firmemente partidario de
mantenerla controlada, se puede disparar incontenible dada la situación
de estancamiento de la actividad económica. O sea estamos entrando a un
círculo vicioso que lejos de sacarnos de los lineamientos del “antiguo
régimen” los reproducirá con creces.
“En mi gobierno no habrá
reforma fiscal”, tajantemente lo ha repetido AMLO muchas veces. Y sin
embargo, una reforma fiscal que vaya contra la concentración enorme del
ingreso nacional y promueva una redistribución de la riqueza sería
precisamente una de las formas más eficientes para darle al mercado
interno los recursos suficientes para promover el crecimiento económico.
Pero ella se topa, como lo ha hecho durante décadas, con el muro de la
oposición de una burguesía mexicana acostumbrada a gozar de los
privilegios de un estado que le ha concedido enormes privilegios y con
empresas imperialistas, en especial estadounidenses, que han invertido
sus capitales con las promesas de exención de impuestos y de concesión
de facilidades innumerables.
Los ecoicidios que vienen
Ante
todo lo anterior, precisamente en las celebraciones del primer año de
la 4t, emergió de modo inesperado para el gran público, la catástrofe
ecológica en ciernes con los megaproyectos estrellas en el sureste del
país. Cuestiones ecológicas candentes que hasta hoy sólo habían
aparecido brevemente y casi a escondidas en las agendas de AMLO pero que
ya definen y definirán aún más el destino de su gobierno. Dicha
catástrofe confronta a la población de esa vasta región a tremendos
retos de devastación ecológica y destrucción de tejidos sociales
comunitarios: se trata de tres megaproyectos la refinería de Dos bocas
en Tabasco, del Tren Maya y del tren en el Corredor Interoceánico –o
Transistmico—en el istmo de Tehuantepec.
La ya iniciada
construcción del Tren Maya atravesará los estados de Chiapas, Tabasco,
Campeche, Yucatán y Quintana Roo, los cuales constituyen junto con los
estados sureños de Guerrero, Puebla, Tlaxcala y Oaxaca, la amplia región
en donde se asienta la abrumadora mayoría de la población indígena de
México, aproximadamente un 10 por ciento del total (125 millones). Se
trata de 1500 kms de vías férreas que tendrán un costo según el gobierno
de 7 mil millones de dólares. Ya de por sí el director del proyecto del
Tren Maya apunta a los reales objetivos del mismo: Rogelio Jiménez
Pons, titular del Fondo Nacional del Turismo (Fonatur).
En
efecto, de eso se trata, en profundizar todavía más el carácter de
emporio turístico de la ya visitadísima península de Yucatán para que
pueda recibir en 2030 de 60 a 70 millones de turistas. Teniendo como
ejemplo lo sucedido en Cancún, que hace 50 años era un paraíso tropical y
hoy es un remedo subdesarrollado de Miami, esta perspectiva no es muy
gratificante. Así el tren atravesará una de las regiones más visitadas
del mundo, entre las que están Cancún y Playa del Carmen o importantes
ruinas arqueológicas mayas como Tulum, Palenque, Kalakmul, Chichén Itzá,
Bacalar, Campeche o Mérida. Ciertamente este proyecto es un manjar para
capitalistas que por supuesto invertirán millonadas en hoteles y
centros comerciales en los alrededores de cada estación.
Para
muchos que votaron por AMLO comienza a haber una gran decepción, muchas
de sus esperanzas en “una gran transformación” se están disipando o de
plano ya se esfumaron. Su concepción energética del país se basa en
modelos de los años 70 fundamentados en el carbón y el petróleo. Sólo la
construcción de la refinería de Dos bocas ha supuesto talar 300
hectáreas de selva y manglares sin la realización de ningún estudio de
las consecuencias del impacto ambiental. Para los ambientalistas, la
construcción más dañina será precisamente el Tren Maya que atraerá la
inversión más grande que se haga en un sexenio en materia turística. La
constatación de la indiferencia obradorista de los problemas candentes
de la ecología, de las amenazas del medio ambiente se expresa de modo
elocuente en el recorte del 20 por ciento del presupuesto de la
secretaria gubernamental del ramo.
La resistencia popular
Ante
este panorama es más que comprensible la resistencia y la oposición que
se ha levantado en la región con el EZLN destacándose como uno de sus
principales impulsores. En diciembre pasado el EZLN y el Congreso
Nacional Indígena (CNI) realizaron su Cuarta Asamblea Nacional en los
territorios de los “caracoles” en la que participaron los habitantes de
los mismos (muy especialmente destacó la presencia de miles de mujeres
zapatistas), acompañados de cientos de representantes de organizaciones
nacionales y extranjeras. En ella delinearon su estrategia contra el
Tren Maya. Reconocieron su reacción tardía ante las iniciativas del
gobierno, por lo cual se comprometieron a forjar con toda firmeza y
determinación una fuerte resistencia a su construcción, pacífica
subrayaron, basada en la organización social de las comunidades, la
denuncia en los medios y las instancias de derechos humanos nacionales e
internacionales y el recurso de los medios legales (amparos, etc.) sin
tregua alguna.
Aunque tardía dicha resistencia ya molesta mucho a
AMLO. En su visita a la región descalificó a quienes se oponen a la
construcción del Tren Maya. Ante una audiencia de representantes de los
pueblos mazahua, matlazinca, nahua, otomí y tlahuica, sin referirse
expresamente al EZLN, no se mordió la lengua para criticar a sus
opositores que le señalan como el Tren Maya profundizará la destrucción
de la selva como ejemplo de la devastación que se anuncia. Dijo él: “No
se va a tumbar un solo árbol […] los opositores quieren que quedemos
mal. Actúan como conservadores; la extrema derecha y la extrema
izquierda se tocan”. Y concluía: “no se puede hacer oposición a un
gobierno que está trabajando para servir al pueblo; si fuera un gobierno
corrupto, opresor, se tendrían razones, pero estamos representando uno
democrático, humanista. No vamos a cometer ninguna arbitrariedad”. (La
Jornada, 06.01.2020).
¿”Ninguna arbitrariedad”? El mismo día en
que AMLO declaraba lo anterior se reportaba que su gobierno había dado
decenas de contratos de cientos de millones de pesos a compañías
mexicanas y extranjeras un año antes de que se efectuaran las consultas a
las comunidades de indígenas afectadas por el megaproyecto. Situación
que no había sucedido así antes de la construcción, finalmente abortada,
del aeropuerto en Texcoco, ni tampoco con el proyectado corredor en el
istmo de Tehuantepec. (Idem).
La consulta que AMLO considera el
aval de las comunidades indígenas a su megaproyecto del Tren Maya
depredador en gran escala de ecosistemas y de destrucción arqueológica
se realizó el 15 de diciembre ante la indiferencia generalizada de la
abrumadora mayoría de la población de los 84 municipios donde se
instalaron las casillas. Las boletas de votación registradas, de acuerdo
con los datos oficiales, fueron un poco más de 100 mil, o sea, no más
del 3.0 por ciento del padrón electoral de la población mencionada. El
resultado de la consulta favorecía con más del 90 por ciento la
construcción del Tren Maya.
En una situación mundial tan
evidentemente contradictoria y en la que están de juego numerosas y
candentes cuestiones medioambientalistas de todo tipo que explotaron en
el escenario mundial en 2019, el año en que se incendió la Amazonia, en
que otro incendio devastó, sin que se haya podido apagarse hasta la
fecha, el sureste de Australia y en el que tuvieron lugar las mayores
movilizaciones masivas de la historia en defensa del planeta amenazado
por el cambio climático, la consulta de AMLO no podía dejar de tener
repercusiones internacionales. Así fue como el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONUDH) se pronunció días
después de la misma con una lapidaria declaración que tampoco fue, por
supuesto, del agrado del gobierno mexicano. Consideraba que la consulta
“no ha cumplido con todos los estándares internacionales en la materia”.
“Con un tono cauteloso pero sin equívocos, el organismo cuestionó el
cumplimiento de la consulta con cada uno de los elementos básicos del
Convenio 169 [de la Organización Internacional del Trabajo]; es decir,
determinó que no fue totalmente ‘previa’, ni ‘libre’ ni ‘informada’ ni
‘culturalmente adecuada’”. En su declaración el ONUDH destacó como los
procedimientos de la consulta mostraron que el gobierno consideraba que
el Tren Maya se construiría independientemente del resultado de la
misma. Finalmente deploró que el Fonatur solamente dio a conocer los
“posibles beneficios” del proyecto” sin mencionar “los impactos
negativos que pudiera ocasionar”. Conclusión: los participantes de la
consulta no tuvieron la información requerida para definir sus
posiciones, los interlocutores del gobierno fueron “unilateralmente
escogidos” –autoridades ejidales, principalmente—se dio un periodo
“demasiado corto” para deliberar y no se proporcionaron “ traducciones
adecuadas”. (Proceso, 05.01.2020).
La moral obradorista
La
voz de quienes rechazan los megaproyectos del sureste fue escuchada
fuerte y sin miramientos en la mencionada Cuarta Asamblea Nacional del
CNI y el EZLN. De “engaño”, de regalo al “gran capital industrial y
turístico”, de “consulta simulada” así fue definido el megaproyecto y la
consulta gubernamental sobre el Tren Maya, oposición que encontró en el
subcomandante Moíses su vocero: “Sólo quien es un imbécil puede decir
que son buenos los megaproyectos”. Y refiriéndose a AMLO no escatimó las
duras críticas: “El capataz no se quedó ahí, también retó a todos los
pueblos originarios y dijo que no le importa lo que pensamos y sentimos
que ‘les guste o no les guste’ a los indígenas, él va a hacer lo que le
ordenó su patrón, o sea, el mandón, o sea, el gran capital”. Así
comienzan a detectarse por arriba de los discursos y las maniobras
políticas diversionistas los verdaderos objetivos de un gobierno que
supuestamente lucha contra el neoliberalismo, expresión actual dominante
del capitalismo realmente existente, pero que en la práctica sigue
plenamente al servicio del capital, conformándose apenas con limar
algunos de sus perfiles más crudos y excesivos así como los abusos de
explotadores más descarados.
El propio presidente en el libro
publicado a fines de 2019 para celebrar el primer año de la 4t, titulado
significativamente Hacia una economía moral nos proporciona los
elementos para ir desenredando los enigmas de un proceso que desde el
triunfo electoral aplastante de julio de 2018 han desafiado una
caracterización política precisa. En las cuatro breves páginas
(pp.183-186) del epílogo de su libro AMLO define claramente sus
objetivos. El mismo título del libro ya anuncia la concepción
obradorista de la economía y la política. Se trata de desarrollar no una
economía política, sino moral, lo cual tiene implicaciones importantes.
Para AMLO “la economía moral” no “debe ser orientada a alcanzar a otros
países; a multiplicar de manera irracional y acrítica la producción, la
distribución y el consumo; ni mucho menos a concentrar la riqueza en
unas cuantas manos”. Para él es el bienestar de la población la meta
fundamental, prioritaria de la economía moral. “En dicha tarea hay lugar
para empresarios y campesinos, para artistas y comerciantes, para
trabajadores y profesionistas, para jóvenes y viejos, para hombres y
mujeres, para indígenas y mestizos, para norteños y sureños, para
potentados y desempleados. Nada humano es ajeno y nadie debe faltar a la
cita que tenemos para saciar el hambre y la sed de justicia de nuestro
pueblo.” Todo lo cual reúne “las inmejorables condiciones” que pueden
convertir a México “en el laboratorio social y cultural del mundo”
(¡¡!!).
En el primer año de la 4t se “ha puesto en marcha un
proceso de regeneración pública” que ya no es posible detener. La
transformación de 2019 se ha dado “de manera profunda y sin violencia, a
tal punto que ni aún regresando al poder el conservadorismo faccioso y
corrupto pueda darse marcha atrás a lo establecido y logrado en
beneficio del pueblo.” Aunque no han desaparecido, “las protestas de
nuestros adversarios, los conservadores que se oponen a cualquier cambio
verdadero y están como fuera de quicio […] no han podido constituir un
grupo o facción con la fuerza de los reaccionarios de otros tiempos […]
Además, están moralmente derrotados porque no han tenido oportunidad de
establecer un paralelo entre la nueva realidad y el último periodo de
prostitución y oprovio [sic] neoliberal, que ha pasado a ser una de las
épocas más vergonzosas en la historia de México”.
Y concluye
triunfalmente diciendo: “Afortunadamente, mientras que los opositores
viven aturdidos y desconcertados, la mayoría de la gente está contenta y
apoya la transformación, hasta empresarios están cooperando: invierten,
crean empleos, aceptan utilidades razonables y pagan sus
contribuciones. Todo ello me mantiene optimista y feliz.” Y cierra el
libro con las frases siguientes: “solo con libertad, dignidad, justicia,
soberanía, cultura, democracia, respeto a la naturaleza y moralización,
habrá una patria nueva […] la obra de transformación que ahora estamos
consumando desde abajo y entre todos, en bien del pueblo y de las
futuras generaciones. Así sea. Somos dichosos”.
Hacia la liberación nacional y la emancipación social
Ciertamente
hay en México una mayoría que tal vez no esté tan feliz como AMLO pero
que no ha adoptado una postura de oposición y aprueba o se mantiene a la
expectativa con respecto a su gobierno, autoproclamado como firme
adversario de los nefastos gobiernos anteriores de Fox, Calderón y Peña
Nieto. Sin embargo, el primer año de la 4t ha demostrado ya que mucho
del discurso obradorista no se mantiene ante la realidad social y
económica de precariedad, injusticia y de peligrosas muestras de
represión que se ha ejercido contra defensores de territorios y derechos
en todo el país. En realidad no hay lugar para una actitud de felicidad
en México como AMLO considera es y debe ser el sentimiento imperante en
la república. De hecho los sectores en oposición (calculada en una
tercera parte de la población) se han moderadamente incrementado con los
desengañados y desilusionados en este primer año de la 4t.
La
dignidad y la soberanía nacionales han sido pisoteadas con la
subordinación a los dictados de Trump que ha exigido que el gobierno
mexicano colabore como asistente decisivo de la detención del flujo
migratorio hacia Estados Unidos, convirtiéndose en un factor coadyuvante
de la “Border Patrol” del país vecino.
Los megaproyectos
mencionados arriba son señales inequívocas que en los planes del
gobierno no tiene mucha importancia “el respeto a la naturaleza”. La
ciencia y la cultura no están entre los rubros prioritarios de la
política gubernamental como lo ejemplifican los numerosos recortes en
las dependencias respectivas.
En el rubro de la justicia las
cosas son incluso más complejas y preocupantes. En el año transcurrido
no se ha avanzado nada o muy poco en la concesión de justicia a los
miles de familiares de los desaparecidos, destaca en especial el caso de
los 43 estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa,
prácticamente estancado. Tampoco ha habido justicia para el pueblo
mexicano que sigue esperando el castigo a los culpables mayores de los
crímenes de estado de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto. El
juicio que está por comenzar en Nueva York contra Genaro García Luna
quien fue el policía mayor del gobierno de Calderón, preso y acusado de
ser cómplice de los cárteles del tráfico de la droga, será la
oportunidad, ha dicho AMLO de “que se permita conocer toda la verdad y
se señale a todos los involucrados”. Para él se trata de un proceso
legal más grave incluso que el caso Oderbrecht, por lo que implica con
respecto a la seguridad nacional y a la pérdida de vidas. Y agregó:
“Nada de quedarse a medias, no a las medias tintas. Justicia. Nada de
simulación, nada de sólo tener información para seguir administrando el
grave problema del tráfico de drogas [se debe] decir todo, hablar con
libertad”. (La Jornada, 08.01.2020).
Estos acontecimientos
demuestran que la política obradorista del “perdón y no venganza” hacia
los principales culpables de los crímenes de estado abominables
cometidos por los gobiernos anteriores no puede “ser cómplice ni
tapadera de nadie” y que es necesaria la procuración de una verdadera
justicia ante las demandas populares que exigen castigo para los
verdugos mayores de los mismos. Pero la iniciativa del cambio no ha
venido del gobierno mexicano sino que fue necesaria la detención en
Estados Unidos de García Luna para que AMLO reconozca que su política de
“perdón, de no venganza” se quedaba corta ante la enormidad de los
crímenes cometidos. Y él mismo se ha planteado las preguntas que
millones de mexicanos y mexicanas nos hemos hecho cuando declaró: “¿Cómo
han actuado las corporaciones extranjeras en nuestro país?, ¿cuáles son
los acuerdos?, ¿qué arreglos?, si existen protegidos y, como en este
caso, si estaban o no involucrados otros altos funcionarios”. (La
Jornada, idem.) Preguntas pertinentes que sólo les faltó mencionar si
estaban o no involucrados algunos militares del ejército mexicano. Mucho
dependerá de las respuestas a tales preguntas la procuración de
justicia en México.
Finalmente, “la moralización”. AMLO ha
sellado una alianza tácita con miembros de iglesias evangélicas, tan
dogmáticas y reaccionarias como la iglesia católica. Con ellos planea
realizar una operación “política-religiosa” que ya se concretó en la
distribución de una “Cartilla Moral” en varias dependencias
gubernamentales, por ejemplo la Secretaria de Trabajo y Previsión
Social. Entre sus planes está el convocar a una reunión para elaborar
una Constitución Moral en donde se codifiquen las normas que presidan la
búsqueda de la felicidad a través del bienestar material pero sobre
todo del alma. Esta operación ha significado la alerta entre sectores
que consideran que estos coqueteos obradoristas con grupos evangélicos
tienden a la constitución de una iglesia de Estado, al fin de la
separación entre el Estado e iglesias y al desarrollo de sensibilidades
teocráticas. En el libro AMLO y la religión. El Estado laico bajo
amenaza, los autores escriben: “el mismo combate a la corrupción se
convierte en un lucha religiosa […] Mezclada además con posturas
económicas nacionalistas. Como si quisiera construir una alianza
católica-cristiana-nacionalista en la que el jefe del Ejecutivo es una
especie de supremo que conduce al pueblo a su salvación tanto material
como espiritual”. (“Una amenaza para el Estado laico”, en Proceso,
08.12.2019)
El entorno latinoamericano
Al irse
desarrollando estas profundas contradicciones, en 2020 se ha iniciado
así un año de pronósticos reservados. Un año en que también múltiples
contradicciones se presentan en el entorno latinoamericano y mundial. El
trágico destino de los gobiernos y procesos progresistas en los más de
quince años pasados en América del sur, en Ecuador, Brasil, Uruguay y
Bolivia, junto con las traumáticas experiencias fallidas del chavismo y
en especial del madurismo en Venezuela y las peronistas y neoperonistas
en Argentina, todas ellas son experiencias que representan una lección
fundamental para los pueblos de la región. Para no hablar de Brasil, el
país más importante del subcontinente, en donde la experiencia insignia
del progresismo latinoamericano con las victorias de Lula y su Partido
de los Trabajadores terminó trágicamente con el triunfo de la extrema
derecha encabezada por un líder superreaccionario, cuasifascista, como
lo es Bolsonaro.
Las circunstancias nacionales actuales nos
exigen en México una evaluación profunda de ellas así como de sus
importantísimas lecciones para nuestra situación específica actual.
Todas ellas fueron procesos en que la movilización popular y su lucha
por la liberación nacional y la emancipación social fueron encabezadas
por direcciones y gobiernos que nunca rompieron con el capitalismo, ni
con la dependencia con respecto al imperialismo mundial. En todos estos
casos los conservadores “moralmente derrotados” volvían con más ínfulas
represivas pues sus acervos capitalistas seguían siendo los dominantes y
así terminaban siendo finalmente “económicamente victoriosos”.
Los
acontecimientos de 2019 en Ecuador, Colombia y ante todo en Chile, las
enormes movilizaciones semiinsurrecionales presenciadas en estos países
así como los acontecimientos del golpe de estado blando en Bolivia y la
derrota contundente de Macri en Argentina, apuntan hacia un panorama
latinoamericano complejo en el que más que nunca se impondrán como
necesarias las decisiones de nuevos liderazgos revolucionarios más
audaces. Un gran tsunami continental se perfila ya en el horizonte
latinoamericano, en México también y no será sólo de carácter electoral
como el del 1° de julio de 2018.
La alternativa socialista revolucionaria
El
empuje de las masas populares que se ha manifestado con la estrepitosa
derrota electoral del PRI y el PAN, los dos partidos burgueses
dominantes durante décadas, ha impuesto una situación en que la libertad
de expresión y la de acción se están ejerciendo sin las limitaciones
prevalecientes durante los gobiernos del priismo y el panismo. Morena
(Movimiento de Regeneración Nacional), la amplia y heterogénea coalición
que sirvió a AMLO para conquistar la presidencia de la República no
tiene ni de lejos las características de un partido como lo era el PRI,
para ser el fundamento estable de un largo gobierno. Las dificultades
que se han presentado en la organización de su próximo Congreso así lo
demuestran: una lucha de facciones en su abrumadora mayoría
oportunistas, corriendo tras las prerrogativas millonarias que le
corresponden por ley a Morena como “partido” super mayoritario del
Congreso de la Unión, todas ellas dirigidas con personajes proveniente
de las organizaciones más diversas: antiguos miembros del PRI y el PAN,
antiguos comunistas e izquierdistas de todos los matices, sectores de
los grupos cristianos como los cada vez más importantes de las iglesias
protestantes y simples ciudadanos virginalmente obradoristas. Resultado:
los genes autoritarios muy evidentes en AMLO están siempre en potencia
pronto a desarrollarse rápidamente en esta ausencia política de
formaciones estables y definidas. Los exabruptos que le surgen de
repente en situaciones en que se enfrenta a embriones de oposición son
testimonio de ello. Hasta ahora el ejemplo más notorio de esto es su
declaración frente a grupos que se oponían a la construcción del Tren
Maya cuando dijo:”Les guste o no les guste el Tren Maya va”. Es la
actitud en que surge de inmediato la represión como el recurso siempre a
punto de convertirse de potencia en acto. Ya ha habido casos en que así
ha ocurrido.
La inevitable evolución de la crisis tenderá a
acelerarse. En los tiempos que vienen muchos de los millones de hombres y
mujeres que en julio de 2018 abrieron una puerta que sin embargo
todavía no los conduce a las metas del país democrático, igualitario,
independiente e internacionalista, el único que puede satisfacer sus
necesidades de bienestar (la meta prioritaria de sus luchas y
esperanzas), entenderán que no será a través de una “república amorosa”
que lo conseguirán. Qué es necesario un gobierno democrático,
independiente surgido de las luchas de los trabajadores, mujeres,
campesinos, jóvenes y del pueblo oprimido y explotado, para enfrenta al
capitalismo. En su libro sobre “la economía moral” así como en sus
discursos, AMLO no dedica una sola línea, ni menciona nunca las palabras
de capital, de capitalismo. Y no obstante es el capitalismo aquí en
México y en el mundo entero el sistema que nos ha llevado a la crisis
histórica que atravesamos. Según él lo que necesitamos no es menos sino
más capitalismo, más oportunidades de inversiones expoliadoras y
devastadoras del medio ambiente y de la fuerza de trabajo barata tan
abundante en nuestro país.
En efecto en México es necesaria una
“gran transformación”, una ruptura social como las grandes revoluciones
de su pasado histórico, en el siglo XIX y en el XX. Pero la pomposamente
denominada “Cuarta Transformación” obradorista no se parece en nada a
ellas. Se trata más bien de una operación ideológica y política forjada
para superar la crisis de estado tan grave acaecida durante las tres
décadas de los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto
y que representa un peligro para todo el sistema capitalista en su
conjunto. Pero su objetivo no es desmontar las estructuras podridas
dominantes del aparato estatal forjado en los años del imperio del PRI
que el nuevo gobierno mantiene. El personal humano del estado mexicano
(gobiernos, tribunales, ejército) sigue siendo fundamentalmente el mismo
existente antes de 2018, con el agravante que AMLO expresamente se
comprometió a no tocar a los más altos exponentes del mismo o sea los ex
presidentes y sus ministros de estado. Por eso la prisión de García
Luna en Estados Unidos, el primer personaje de la cumbre estatal
mexicana tras las rejas, es tan importante. Pero su encarcelamiento fue
ejecutado por no sabemos exactamente cuales razones, por el aparato
judicial estadounidense aunque sus repercusiones en México son ya
enormes.
Esa gran transformación necesaria sólo puede ser la obra
de la movilización en las calles, en las huelgas, en las
manifestaciones, de las masas populares con su decisión radical de
cambio y su capacidad de autoorganización en todos los niveles:
político, económico, educativo, cultural. El actual gobierno como los
anteriores teme y hace todo lo posible por evitar ese despertar de
rebeldía y de toma de consciencia de los trabajadores y los sectores
oprimidos, canalizando siempre todas las iniciativas hacia las
instancias políticas establecidas y dominadas por ese estado, cuya pieza
fundamental es precisamente el centro de poder entorno al presidente de
la República.
Los socialistas debemos permanecer firmes
propagando el programa y las metas socialistas y forjando desde hoy la
organización revolucionaria democrática, independiente, feminista,
medioambientalista e internacionalista necesaria para participar y
garantizar el triunfo de esas luchas proletarias y libertarias que se
avecinan y su consecuente culminación con la instauración de un gobierno
de los trabajadores, mujeres, indígenas y de los demás explotados y
oprimidos del pueblo de México.
Manuel Aguilar Mora es
militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Profesor de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el
Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Fue
fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Autor de
numerosos libros sobre la historia política y social de México.
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