Un periódico ha publicado recientemente una entrevista a la historiadora Silvia Federici de la que entresaca como titular una severa, falaz y oportunista admonición de la autora al feminismo: El feminismo debería dejar de perseguir el trabajo sexual y centrarse en decir ‘no’ a la guerra. Al parecer, Federici se encuentra en nuestro país para participar en un acto organizado, entre otras entidades, por APROSEX y OTRAS, asociaciones generosamente financiadas por lobbies filantrocapitalistas, como la OSF de Soros, y convenientemente apoyadas por políticos/as de diferente signo o por medios de comunicación, como el propio diario.
Federici se encuentra en nuestro país para participar en un acto organizado, entre otras entidades, por APROSEX y OTRAS, asociaciones generosamente financiadas por lobbies filantrocapitalistas,
Se equivoca la historiadora y, además, decepciona y sorprende por la limitación y torperza de los argumentos que esgrime en el diálogo para defender la esclavitud sexual de mujeres y niñas; equivocaciones que recuerdan los sofismas del lobby proxeneta, impropios, creemos, de una investigadora de larga trayectoria a la que, por otra parte, reconocemos una encomiable labor.
Federici es una historiadora marxista que ha desarrollado importantes trabajos sobre los modos de opresión de las mujeres en el desarrollo del capitalismo y participó, junto otras historiadoras en los años 70, en las primeras investigaciones para poner de relieve la importancia y el alcance del trabajo reproductivo que llevaban y llevan a cabo las mujeres de forma gratuita ; unas tareas que sostienen no sólo el capitalismo, como mantiene Federici, que sí, sino también y sobre todo, el patriarcado.
De entrada, llama la atención que tanto entrevistadoras como entrevistada obvien, en un diálogo sobre prostitución, protagonistas clave del sistema de explotación sexual sin los cuales este no podría darse: los mercaderes de mujeres, proxenetas y puteros. También es altamente sospechoso que, amén de hablar de “trabajo sexual” —la esclavitud NO puede ser considerada “trabajo”— la historiadora arremeta contra las feministas pero no mencione en ningún momento el sistema primigenio de poder, el de los hombres sobre las mujeres, el orden patriarcal.
Tal y como la entrevista trasluce, sus análisis resultan, a nuestro entender, como mínimo, insuficientes si no son capaces de conjugar la explotación y opresión sexual de las mujeres— anterior al capitalismo— con la explotación de clase y la opresión por razón de etnia: porque los tres sistemas de poder se dan la mano en los procesos de globalización del sistema prostitucional en la actualidad, como diferentes estudios feministas vienen poniendo de manifiesto.
Para empezar, conviene recordar —ante la perversa amonestación de la historiadora con esa llamada al pacifismo— que el feminismo se posiciona con un NO a la guerra, específicamente, la más larga de la historia: la que el orden patriarcal mantiene contra la mitad de la humanidad desde que tenemos noticia. La académica obvia este hecho y, también, que el feminismo defiende la igualdad entre los sexos, el derecho de hombres y mujeres a desarrollar proyectos de vida autónomos. Mantener una reprimenda oportunista y equivocada al feminismo degrada la estatura de la investigadora porque no debería ignorar que el feminismo ha cuestionado y se enfrenta de forma radical a la violencia patriarcal que subordina a la mitad de la humanidad y destruye principios justos de convivencia igualitaria entre los seres humanos.
Por otra parte, desbarra también Silvia Federici en la advertencia que formula: “El feminismo no puede celebrar la criminalización, el castigo o el encarcelamiento de ninguna mujer, tampoco de las trabajadoras sexuales”…. Se equivoca, porque el feminismo no “criminaliza” a las mujeres prostituidas, precisamente porque conoce el alcance y la lógica del patriarcado. Las mujeres prostituidas son, en su inmensa mayoría, víctimas de proxenetas y puteros que el feminismo señala, porque constituyen el fundamento de la prostitución… cuestión que, sin embargo, la historiadora no menciona; desde el momento en que el mercado de la explotación sexual de mujeres y niñas se nutre, como la misma Federici reconoce, de las hijas de las clases más desfavorecidas, hablamos de víctimas de la explotación capitalista, sí…pero, también, de explotación sexual, de violencia patriarcal.
Parece impropio de una investigadora, y defrauda hondamente, que Federici recurra al mantra de que “el trabajo sexual” supone explotación, como cualquier trabajo en el capitalismo… Afirma Federici: “Vivimos en una sociedad de mercado y cualquier persona que trabaja por un salario comercializa parte de su capacidad: se comercializa la mente, las emociones, la imaginación artística”… De forma gráfica y breve podríamos contestar a Federici recurriendo a la respuesta de una mujer que conoce desde dentro el sistema prostitucional, Amelia Tiganus: no es lo mismo, ni mucho menos, pasar una fregona que ser la fregona…
Federici habla de “sexualidad subversiva” en el caso de las mujeres prostituidas, frente a la sexualidad convencional de las “no putas”… obviando que tanto el matrimonio como la prostitución son dos instituciones clave del orden patriarcal para explotar la capacidad sexual y/o reproductiva de las mujeres, para legitimar su posición de subordinación, para asegurar que las mujeres estén al servicio de los hombres…Ni como esposas ni como mujeres prostituidas el patriarcado tiene en cuenta la sexualidad de las mujeres… y, muchos menos, podría hablarse de sexualidad libre, y subversiva, de estas en el sistema de esclavitud prostitucional… Lo propio ocurre con el delirante eslogan que apunta Federici para establecer conexiones de “empoderamiento” y “agencia” entre mujeres prostituidas… y brujas — “De joven puta. De mayor, bruja”—.
No podía faltar en la entrevista la mención a la propuesta de modificación reciente del Código penal sobre el proxenetismo por parte del PSOE (que no “ley abolicionista”, como, erróneamente, señalan las entrevistadoras…) y ante la que Federici se muestra contraria porque, según ella, “la norma criminaliza prácticas y formas de trabajo”… y añade: «la ley abolicionista del PSOE es una nueva forma de violencia contra las mujeres»….Obviamente, la historiadora desconoce, o no le interesa mencionar, que la propuesta de modificación del Código penal se dirigía a quienes se lucran con el mercado sexual de mujeres y niñas…o sea, los criminales, proxenetas y tratantes de seres humanos, porque sin trata no habría prostitución. Otra cuestión que la historiadora confunde cuando dice: “Sí, hay trata, pero no todo ejercicio de la prostitución está mediado por la trata”… argumento inconfundible que comparte con el lobby proxeneta.
La historiadora, además, no tiene en cuenta la violencia criminal del proxenetismo, o de los puteros, cuando pinta un panorama idílico “…ahora las mujeres en el trabajo sexual están organizadas. Trabajan en cooperativas, viven junto a otras mujeres, organizándose son capaces de imponer más sus condiciones. No son mujeres completamente indefensas, hay una gran historia de organización”… Claramente, desconoce, o prefiere no sacar a relucir, investigación, declaraciones de supervivientes, informes… al respecto de la situación de extrema violencia, sufrimiento y degradación en que viven las mujeres prostituidas en lugares como Alemania, Nueva Zelanda o España.
Evidentemente, Federici no desconoce que la explotación sexual se ceba en las mujeres más desfavorecidas, como las emigrantes, pero produce sonrojo que mantenga que esas mujeres sufren tanta violencia en el servicio doméstico que, para evitarla, “deciden” recurrir a la prostitución… como si ésta no supusiera, en sí, una violencia extrema, sino, como ella asegura, “una forma de liberarse”. Oigámosla: “En Estados Unidos hay casas donde las mujeres no pueden ni siquiera dormir con la puerta cerrada, no les dejan. En estas condiciones, dejar el trabajo doméstico y pasar al trabajo sexual es una forma de liberarse, de reconquistar una parte de su tiempo y de intentar tener acceso a más recursos….” Obviar la violencia, el sufrimiento y la destrucción personal que implica el sistema prostitucional y hablar con tanta frivolidad al respecto resulta, cuando menos, indignante.
Por otra parte, declara Federici: “Si se atiende a la historia del movimiento feminista, se puede observar que al principio de los tiempos el movimiento feminista apoyaba el movimiento de las trabajadoras sexuales”…. Pasando por alto el anacronismo “trabajadora sexual”… ¿Quiere hacernos creer Federici que como historiadora ignora la trayectoria del movimiento feminista? ¿Quiere dar a entender que no conoce las ideas abolicionistas Mary Wollstonecraft o Flora Tristan? ¿Que no ha oído hablar de la Federación Abolicionista Internacional de la mano de mujeres como Josephine Butler? ¿Puede una historiadora desatender la épica sufragista o el posicionamiento teórico, ético, político del feminismo radical…? ¿O se trata, más bien, de seguir la política patriarcal de cortocircuitar — o tergiversar— la memoria feminista que no encaje en el marketing de la prostitución, el mito de “la puta libre y feliz”?
Finalmente, Federici—otra académica más con poder e influencia— identifica el feminismo con la derecha y posturas reaccionarias y defiende como moderno y progre el cuento neoliberal de “la libre elección”; dice : [el feminismo] “no puede comprar ese discurso que nos juzga y nos clasifica según lo que decidimos hacer con nuestros cuerpos”… La falacia se comenta sola… En conclusión, se engañan, tanto el medio como la historiadora, al blanquear la esclavitud del siglo XXI y respaldar el sueño del lobby proxeneta, “todas putas”. Además, e inevitablemente, con los sofismas que esgrimen ambos se desacreditan ante la sociedad.
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