Eduardo Ibarra Aguirre
Una de las economías más grandes de la aldea global, como es la mexicana, tiene un rezago educativo que no es característico de las más pequeñas y subdesarrolladas.
De acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, proporcionadas por Juan de Dios Castro Muñoz, de 76 millones de mexicanos mayores de 15 años, son analfabetos 6 millones, en tanto que 10 millones no han concluido la primaria y 17 millones no cuentan con la secundaria terminada.
Dicho de manera más clara: de un total de 107.5 millones de habitantes, la tercera parte padece rezago educativo porque no concluyeron la educación básica.
Esta cruda e insostenible realidad muestra en toda su dimensión el fracaso de un modelo y unas políticas gubernamentales --"Para vivir mejor"-- que descansan en la alianza educativa, política y hasta electoral con un aparentemente vigoroso cacicazgo sindical de dos décadas que, además, metamorfoseó la vital y noble tarea escolar en una vía para acrecentar poder económico y político hasta convertirse en uno de los poderes fácticos que asfixian a México y bloquean las aspiraciones de los ciudadanos y de sus hijos.
Para muestra sirva el siguiente botón. En 1980, el número de analfabetos en México era de 6 millones 451 mil. Y 29 años después, en 2009, Castro Muñoz los calcula en 6 millones.
En términos absolutos el agraviante rezago permanece igual, aunque porcentualmente disminuyó en forma un tanto simbólica. Y las proyecciones que brinda el funcionario --designado por Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el pasado 4 de febrero en que se desempeñaba como diputado federal de representación proporcional, pues de algo sirve ser hijo del subprocurador Juan de Dios Castro Lozano--, son sencillamente inaceptables: se necesitan 60 años más para liquidar el analfabetismo a tono con el ritmo de atención de 700 mil personas al año y con los 2 mil 95 millones de pesos de que dispone el INEA para 2009.
Para fortuna de los alfabetizadores y de los paisanos que desean aprender a leer y escribir, cuando Miguel Székely Pardo, subsecretario de Educación Media Superior, presentó a Castro Muñoz como director del INEA, destacó que la meta de Calderón Hinojosa "es atender de manera prioritaria el analfabetismo". De lo contrario, quizá, se ocuparía otro siglo completo.
Es en los decisivos temas educativos, muy poco atendidos por los actores políticos, los agentes económicos y el grupo gobernante, donde éste último muestra la naturaleza demagógica del discursillo del "México de triunfadores" --que por cierto no alcanzó para que los muchachos del Instituto Politécnico Nacional que ganaron medallas de oro y plata en el torneo de robótica fueran recibidos en Los Pinos--, y el casete presidencial sobre México como la quinta economía de la aldea, son vulgares ventas de un futuro sobre el que no tendrá que rendir cuentas a nadie.
El nonagenario combate mexicano al analfabetismo y sus resultados contrastan sobremanera con los dos años que requirió el pueblo y el gobierno cubanos para erradicar el flagelo en 1961. O más recientemente, en 2005, Venezuela consumó la misma hazaña, certificada por la Unesco, con tecnología y profesores de la mayor de las antillas. Otro tanto ocurrió en Bolivia, el segundo país más pobre de América Latina, y recientemente Nicaragua emitió la declaratoria de "territorio libre del analfabetismo".
Otorgarle importancia estructural al quehacer educativo hasta convertirlo en asunto de Estado, también en parte esencial de una política global de desarrollo y justicia social, parecieran ser las claves de los grandes éxitos conquistados por países de los que no es políticamente correcto hablar ni escribir en tierras aztecas, mucho menos reconocer sus resultados en materia educativa, salud e inclusión social, porque equivale a "contemporizar con el populismo".
Acuse de recibo
El médico Javier Andrade Torres afirma: "Pasadas las elecciones, con los resultados conocidos, veo que los analistas y políticos siguen sin ver lo importante, ganamos los abstencionistas junto a los anulistas. Veo también que no hay espacio para reformas, Revolución es el camino"… Héctor Delgado, profesor jubilado y periodista, escribió en Unomásuno del domingo 12: "El artículo 6° constitucional enmarca nuestro derecho a la información. Tiene reglas. La Ley de Imprenta, aunque obsoleta debe respetarse, en tanto siga vigente. Lejos deben quedar aquellas circunstancias que convertían en parteaguas negativo el trabajo periodístico. Aquellas cadenas de corrupción ideológica y anticonstitucional, que pervertían los avances alcanzados por el pueblo mexicano en sus luchas revolucionarias, al aplicar la censura de prensa burocráticamente. Por ejemplo, el mensuario Forum ha sido censurado por trasmano, y al marginarlo de los espacios publicitarios, es una manera de censurar su trabajo periodístico"… El activista social Luis Enrique Torres Prieto invita "a usted y todo el Grupo María Cristina" a recabar "firmas para medios alternativos de difusión".
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