Diez consejos para los militantes de izquierda
Frei Betto* / Agencia Latinoamericana de Información
1. Mantenga viva la indignación. Verifique periódicamente si usted es realmente de izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda lo enfrenta como una aberración que debe ser erradicada.
Cuidado: usted puede estar contaminado por el virus socialdemócrata, cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, desagradar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.
2. La cabeza piensa donde los pies pisan. No se puede ser de izquierda sin "ensuciar" los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre. Alégrese y comparta sus creencias y victorias. Teoría sin práctica es hacer el juego a la derecha.
3. No se avergüence de creer en el socialismo. El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y las propuestas del Evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el Este europeo no debe inducirlo a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.
El capitalismo, vigente hace 200 años, fracasó para la mayoría de la población mundial. Hoy, somos 6 billones(*) de habitantes. Según el Banco Mundial, 2.8 billones sobreviven con menos de US $2 por día. Y 1.2 billones, con menos de US $1 por día. La globalización de la miseria no es mayor gracias al socialismo chino que, a pesar de sus errores, asegura alimentación, salud y educación a 1.2 billones de personas. (* 1 billón inglés = mil millones).
4. Sea crítico sin perder la autocrítica. Muchos militantes de izquierda cambian de lado cuando comienzan a buscar piojo en cabeza de alfiler. Apartados del poder, se tornan amargos y acusan a sus compañeros(as) de errores y vacilaciones. Como dice Jesús, vemos el polvo en el ojo del otro, pero no la viga en el propio ojo. Tampoco se enganchan para mejorar las cosas. Quedan como simples espectadores y jueces y, algunos, son captados por el sistema.
La autocrítica no es sólo admitir los propios errores. Es admitir ser criticado por los(as) compañeros(as).
5. Sepa la diferencia entre militante y "militonto". "Militonto" es aquel que se jacta de estar en todo, participar en todos los eventos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de explicaciones y los efectos de sus acciones son superficiales.
El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; valora de forma determinada su área de actuación y actividades, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.
6. Sea riguroso en la ética de la militancia. La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo, la libertad, el empleo, la vida. Menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y representa. Le presta un inestimable servicio a la derecha.
Hay arribistas disfrazados de militantes de izquierda. Es el sujeto que se engancha apuntando, en primer lugar, a su ascenso al poder. En nombre de una causa colectiva, busca primero sus intereses personales.
El verdadero militante –como Jesús, Gandhi, Che Guevara– es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Él no se confunde con la función que ocupa.
7. Aliméntese en la tradición de la izquierda. Es preciso la oración para cultivar la fe, el cariño para nutrir el amor de la pareja, "volver a las fuentes" para mantener encendida la mística de la militancia. Conozca la historia de la izquierda, lea (auto)biografías, como el Diario del Che en Bolivia, y romances como La madre, de Gorki, o Las uvas de la ira, de Steinbeck.
8. Prefiera el riesgo de errar con los pobres a tener la pretensión de acertar sin ellos. Convivir con los pobres no es fácil. Primero, hay la tendencia de idealizarlos. Después, se descubre que entre ellos existen los mismos vicios encontrados en las demás clases socials. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Por eso, estamos al lado de ellos. Por una cuestión de justicia.
Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.
9. Defienda siempre al oprimido, aunque aparentemente ellos no tengan razón. Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que tampoco aparecen en la vida de aquellos que tuvieron una educación refinada.
En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia es que, en la élite, la corrupción se hace con la protección de la ley y los bandidos son defendidos por mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve una nación entera a la penuria.
La vida es el don mayor de Dios. La existencia de la pobreza clama a los cielos. No espere jamás ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres.
10. Haga de la oración un antídoto contra la alienación. Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no oír el llamado divino que nos exige nuestra conversión, esto es, el cambio del rumbo en la vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados en una cómoda posición de jueces de quien lucha.
Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar así como Jesús amaba, libremente.
* Frei Betto, teólogo brasileño, uno de los máximos exponentes de la teología de la liberación y asesor de Luis Inácio Lula da Silva en 2003-2004.
El derecho de asilo
José Manuel Gómez Porchini
Monterrey, Nuevo León.— Asilo. Es una palabra que al escucharla, genera un sentimiento de protección, de amparo, de ayuda. Y tiene una razón histórica que tal vez, más de uno no la conozca pero la intuye. El asilo es una figura que ahora es jurídica pero que en sus inicios, allá al principio de la historia del hombre, era del ámbito religioso.
La palabra viene del griego "sylos", que significa "seguro". Ése es el origen del nombre de los silos, es decir, los lugares especiales para guardar los granos, pues ahí están seguros. Y seguro estaba el hombre que llegaba a un lugar sagrado a solicitar protección, pues las leyes protegían tanto al desvalido como al delincuente.
De hecho, la legislación eclesiástica formal, según el Concilio de Orleáns del año 511, daba protección a asesinos, a esclavos fugitivos, a adúlteros y a todo tipo de ladrones, si, sólo si, el asilado estuviera en la posición de negociar una indemnización con sus víctimas, las que tenían que desistir de la vendetta o venganza personal o particular.
Con ese origen eclesiástico, el asilo como figura jurídica pasó a formar parte de los términos legales en el momento en que se incorporó, gracias a las tesis de Hugo Grocio, en integrante del derecho que se concedía a las legaciones, consulados y embajadas de ser considerados como extraterritoriales en el país en que se encontraban y por ende, con la capacidad de proteger a quienes acudieran ante ella a buscar precisamente ese amparo.
La protección del país que concede asilo, es de tal suerte que incluye no sólo lo relativo a perseguidos políticos, sino también, por cuestiones humanitarias, que comprende los perseguidos por motivos de raza, color de piel, creencias religiosas y todos los demás tipos de discriminación que puedan existir.
Es decir, si bien el asilo actualmente se maneja en dos direcciones, como asilo político y como asilo humanitario, ya no por cuestiones meramente legales, lo cierto es que queda sujeto a la voluntad de quien lo concede brindarlo o no, pues aun cuando ha sido regulado en múltiples tratados y pactos internacionales, lo cierto es que los países conservan la libertad de decidir a quién sí y a quién no les proporcionan asilo.
En este caso en especial, estamos hablando de un derecho que nació en términos religiosos pero que su uso se popularizó al ámbito jurídico y más aún, a lo político y humano. De hecho, el asilo es uno de los derechos humanos que sin estar establecidos en las leyes del país de que se trate, se busca en territorios amigos, en terrenos diplomáticos o religiosos y por ende, siempre tiene un alcance mucho más allá de lo que pudiera parecer a primera vista.
Lo ideal sería que nunca más un ser humano necesitara hacer uso del derecho de asilo, precisamente porque en su tierra, en su casa, debería tener todo para hacer la vida en paz.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
Individualismo y precariedad
Ana Isabel Sanz González
Valladolid, España.— Qué poco nos gusta lo precario. Exhibimos una pudorosa disculpa ante los invitados de postín, porque la servilleta al uso es de capa fina, tan fina como la loza, y sin embargo, no nos sonrojamos ante la presencia diaria de la austeridad forzosa, que muestra el abrigo deshilachado, del anciano que pasea lento, con la espalda tan doblada como el empeine de sus zapatos desgastados. Tampoco nos avergonzamos ante la puesta en marcha de una silla de ruedas chirriante y destartalada, que maneja con trabajo aquella mujer inválida para trasladarse, y permanecemos impasibles ante la urgencia de una casa que se derrumba dejando a sus moradores al raso.
Pero que poco nos gusta lo precario; consciente o inconscientemente lo desestimamos, o lo eludimos, o, simplemente vertimos una leve mirada de condescendencia indiferente, que, a duras penas nos desvincule, y nos lleve a tornar la mirada hacia otro escenario.
Y ahora que se ha puesto en marcha el ventilador, y el caos económico muestra las vergüenzas del sistema financiero, ya sin validez, y se pone al descubierto la futilidad de las instituciones, y aparecen por doquier, a partes iguales, bandadas de parados y largas filas en los comedores sociales; ahora que se ha descorrido el velo de la estética consumista, nos percatamos de lo precaria que es esta sociedad; tanto como la vida. La vida es precaria, sí, y, a menudo nos sorprende con los rigores de la injusticia, o el dolor de la enfermedad, o el sufrimiento del abandono.
En esta ignominia del individualismo más atroz con repiqueteos de caridad de salón, el verbo "tener" se va transformando en el pasado de su propio subjuntivo. Unos han de pagar por un Estado de bienestar que podrían haber tenido; otros, sencillamente carecen. Mientras, sobre todo el tejido social se cierne un manto tupido de incertidumbre. Y de aquí en adelante, y delante de semejante coyuntura, cabe hacerse una pegunta, tan evidente como insondable:
¿Está preparada esta sociedad, ésta que dice ser el primer mundo, ésta que se arroga el nombre del primer mundo, para mencionarse a sí misma como "ente social" redistribuidor de bienes y riquezas, sin caer en la más absoluta incongruencia?
¿Podría el socialismo democrático profesarse a sí mismo, sea cual sea la sigla bajo la cual busque amparo, con sinceridad, honradez y manteniendo cierta soltura moral?
Es, en cualquier caso, el individualismo, en todas sus manifestaciones, desde el egoísmo hasta la codicia, pasando por el desdén, el peor mal que nos asola; el más deleznable, y feroz, porque todo lo destruye, y lo peor de todo es que lo hace sin saberlo.
La corrupción y el ejemplo de España
Eduardo López Betancourt
Se ha dicho, y quizá lleve buena parte de verdad, que los mexicanos importamos la corrupción de España; en este sentido debemos señalar, en días pasados, en la llamada madre patria, se han descubierto escándalos de corrupción impresionantes, relacionados con hombres públicos; verbigracia, el famoso caso Gürtel, donde sale a la luz toda una avalancha de comisiones ilegales y contratos amañados, viéndose inmiscuidos altos funcionarios ibéricos, alcanzando inclusive al núcleo central de la segunda fuerza política española, el Partido Popular, donde su ahora extesorero Luis Bárcenas, aprovechando la influencia que tenía en varias comunidades españolas, cobraba sumas exorbitantes que iban a parar en bancos suizos. En similar tenor, la podredumbre tocó de lleno a los gobiernos de Esperanza Aguirre, de Madrid, y Francisco Camps, de la Comunidad Valenciana.
En la trama de Gürtel, se puntualiza que un total de diecisiete políticos, vinculados con el Partido Popular, presuntamente "se embolsaron" cinco y medio millones de euros, tanto en especie como en efectivo.
Sin embargo, el caso Gürtel no es un suceso aislado, muchos otros burócratas hispanos se han visto involucrados en sinnúmero de pillerías; no obstante, lo interesante de todo ello es que allá sí se está procediendo contra esa caterva de impresentables, a riesgo del gran desprestigio que tales medidas de carácter legal puedan significar para los estadistas españoles en general.
Cabe hacer mención, también en España se han dado procesos contra el famoso juez Baltasar Garzón; por un lado se le acusa de evasión fiscal, en actividades supuestamente académicas; empero la imputación más grave es que pretende actuar contra el régimen del dictador Francisco Franco, cuando ya se había declarado que tales hechos de la propia Guerra civil española no debían tocarse. Sin duda, Baltasar Garzón es protagónico, empero lo cierto es que hoy se encuentra en el banquillo de los acusados.
Lo que acontece en España, innegablemente constituye, como ya apuntamos, una situación riesgosa para su política interna, pero al final de cuentas la misma saldrá fortalecida, puesto que se demostrará que la justicia debe ser pareja; por ende, es aquí donde nos cuestionamos: ¿En México cuándo?
Como desafortunadamente todo el orbe sabe, nuestra República rebosa de dirigentes inmorales; salvo contadas excepciones, difícilmente hallamos gente recta, esto es, que no haya robado durante su desempeño en algún cargo público; en ello no existe distinción de partidos políticos ni de categorías; de tal suerte, los sátrapas están en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), como muestra histórica de indecencia; sin quedarse a la zaga los reaccionarios del Partido Acción Nacional (PAN), y los hipotéticos izquierdistas del Partido de la Revolución Democrática (PRD); estos últimos aseveran y se jactan de tener la clave para un cambio, pero son tan deshonestos como los demás. De los partidos denominados "enanos", mejor ni hablamos.
Lo real es que la podredumbre en la política azteca está a nivel municipal, estatal y federal; la encontramos a su vez en el ámbito del Poder Ejecutivo y Legislativo, donde la venalidad se ha vuelto el pan de cada día.
Por lo que hace a los jueces, para nadie es secreto, tanto en el renglón federal como local, venden las resoluciones al mejor postor, ahí la consigna resulta afrentosa por evidente; procuradores de justicia imponen delitos a inocentes y exoneran de cualquier responsabilidad a poderosos y familiares, ejemplos de esta naturaleza abundan, por lo que sería maratónico, amén de inútil, enumerarlos. Reiteramos, hay dignas excepciones, por desgracia se cuentan con los dedos de las manos.
El planteamiento es claro, mientras en otras latitudes se procede contra esos elementos aviesos, en México andan libremente infinidad de políticos descuideros, quienes sólo buscan el beneficio propio, así como el de sus consanguíneos, afectos e incondicionales, entes que causan severos daños a una nación y cuya simple presencia provoca repugnancia a toda la sociedad.
Nicaragua, el caos como estrategia
Alfredo G. Pierrat / Prensa Latina
Managua.— Las fuerzas políticas opositoras al gobierno sandinista no han logrado hasta ahora alcanzar la unidad perseguida con vistas a las elecciones del 2011, pero parecen actuar en perfecta coordinación para caotizar el país y volverlo ingobernable.
Las polémicas sobre quién podría ser el candidato único que represente en noviembre del próximo año a la oposición en los comicios generales, para intentar derrotar al gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), son temas cotidianos en los medios de difusión, pero por el momento sin resultados, a pesar de las gestiones unitarias de la Iglesia y de otros actores políticos.
Mientras, esos mismos partidos, a los que se ha sumado el heterogéneo puñado de organizaciones que integran la llamada sociedad civil, actúan en armonía y concierto para crear el caos y la ingobernabilidad. La Asamblea Nacional, por ejemplo, donde ninguna de las formaciones allí representadas cuenta con mayoría, está prácticamente paralizada desde hace meses y desde enero pasado hasta hoy, los diputados sólo han aprobado una ley y un decreto. El fenómeno no es nuevo, pues el boicot parlamentario para obstaculizar la labor gubernamental es una estrategia que la oposición comenzó a emplear poco después de la llegada de los sandinistas al gobierno, en enero de 2007.
Desde finales del año pasado, el objetivo opositor se ha centrado en la composición del Consejo Supremo Electoral (CSE), al que se acusa de organizar los supuestos fraudes que dieron la victoria al FSLN en las elecciones generales de 2006 y en las municipales del 2008. Pero el CSE, integrado prácticamente por los mismos magistrados, nunca fue cuestionado antes, cuando organizó procesos electorales que fueron adversos a los sandinistas.
La oposición nicaragüense no parece dispuesta a aceptar las reglas de la alternancia política, principio inherente a la democracia que dicen defender, y utiliza todas las armas, muchas veces con olvido de la ética, para obstaculizar la gestión del gobierno que encabeza el presidente Daniel Ortega.
Sin embargo, no es sólo el CSE el objetivo, sino todos los poderes del Estado, que incluyen, además, a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), la Contraloría General de la República, la Superintendencia de Bancos y la Procuraduría de Derechos Humanos, a los que la oposición considera controlados por el FSLN. Los integrantes de esas entidades, que provienen de prácticamente todos los partidos, son elegidos por el Parlamento por períodos de cinco años y muchos de ellos debían haber sido ratificados en sus cargos o sustituidos desde hace meses, pero nada se ha hecho porque hasta ahora no se ha logrado consenso para sumar los 56 votos necesarios.
Ante esa situación y para evitar la parálisis del Estado, el presidente Ortega emitió en enero pasado un decreto, en virtud del cual los magistrados a quienes se les venza el período para el que fueron electos se mantienen en sus cargos hasta que la Asamblea los ratifique o los sustituya. Para adoptar esa medida, Daniel Ortega se amparó en el artículo 201 de la Constitución Política, que le otorga al presidente de la República esa facultad.
En sus hasta ahora infructuosos intentos de derogar por vía parlamentaria ese decreto, que califica de inconstitucional, la oposición ha boicoteado repetidamente las sesiones y, de hecho, la Asamblea apenas ha sesionado en los últimos dos meses. Mientras, se incrementa el número de magistrados a quienes se les venció el período para el que fueron elegidos. Los que permanecen en sus puestos, amparados por el decreto presidencial, son simplemente calificados por la oposición como violadores de la ley y susceptibles de ser llevados ante los tribunales, pero ellos responden que están amparados por el decreto y por la propia Constitución Política. La polémica se trasladó a mediados de abril a la CSJ, por el vencimiento del período de dos magistrados sandinistas, quienes decidieron permanecer en sus puestos hasta que la Asamblea los ratifique o los sustituya.
La confrontación entre los miembros de uno u otro partido de este importante poder del Estado, llegó incluso hasta el insulto entre dos de ellos, como parte de una polémica atizada constantemente por los dos periódicos de circulación nacional y otros medios de prensa radiales y televisivos afines a la oposición.
El 16 de abril, la Sala Constitucional de la CSJ, reunida con mayoría legal compuesta por cuatro magistrados sandinistas, dos de ellos magistrados suplentes de quienes se les venció el período en el cargo, emitió una sentencia en la que declara apegado a la Constitución el decreto presidencial. Asimismo, ordena a la Asamblea Nacional abandonar la tramitación del proyecto de ley promovido por la oposición para derogarlo.
La oposición parece haberse sentido tocada con esa decisión, y el expresidente Arnoldo Alemán, quien se proclama a sí mismo líder de las formaciones opositoras, reaccionó de inmediato condenando "el comportamiento dictatorial" de Daniel Ortega, y la calificó de un "golpe de estado a la institucionalidad de la República".
El Partido Liberal Constitucionalista invocará "acciones preventivas contempladas en la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos para evitar un derramamiento de sangre o una guerra civil", en Nicaragua, dijo el propio Alemán en declaraciones a una emisora radial capitalina, en una peligrosa escalada de los ataques contra el gobierno sandinista.
En esta guerra de desgaste, la incertidumbre es evidente, sobre todo en el Parlamento, donde no aparecen signos de que se reinicie a corto plazo el trabajo legislativo, no sólo para ratificar o elegir nuevos magistrados de los poderes del Estado, sino, sobre todo, para examinar y eventualmente aprobar numerosas leyes de beneficio social que permanecen en espera.
Una comisión parlamentaria está a punto de terminar el análisis de cada uno de los candidatos propuestos por todas las partes implicadas y de elaborar los dictámenes, sobre los que deberá deliberar y pronunciarse el pleno de la Asamblea Nacional.
Pero para adoptar cualquier decisión, los diputados opositores tienen necesariamente que contar con los sandinistas, quienes, con 38 curules en el hemiciclo, no tienen mayoría absoluta, pero el número de integrantes de su bancada vuelve imprescindible la necesidad de pactos. Pero un pacto con el FSLN en el Parlamento tiene un costo político para cualquier formación opositora, que puede resultar fatal para sus aspiraciones en los comicios del 2011, por lo que hasta ahora ninguna ha dado señales de avanzar en esa dirección, al menos públicamente.
Sin embargo, más temprano que tarde, ése será el camino. Los sandinistas han declarado su disposición a negociar. Falta por saber qué partido de la oposición dará el primer paso.
Luis Manuel Arce* / Prensa Latina
Hace 35 años, el 30 de abril de 1975, los tanques de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Vietnam penetraron los muros exteriores del antiguo Palacio Presidencial de Saigón y sus combatientes izaron las banderas victoriosas del Gobierno Revolucionario Provisional y del Frente Nacional de Liberación.
La guerra y la ocupación militar y política de Estados Unidos, terminaron ese día, definitivamente. Había pasado más de una década desde que, en agosto de 1964, el gobierno de Estados Unidos, presidido entonces por Lyndon B. Johnson, había cometido el gran fraude de la autoagresión a un buque estadunidense.
El hecho fue conocido como "acontecimientos del Golfo de Tonkín" y sirvió de pretexto para iniciar la guerra aérea de destrucción contra el Norte de Vietnam y justificar la guerra especial en el Sur. En realidad, desde 1971 los estadunidenses habían comenzado a perder la guerra cuando no pudieron controlar las fronteras entre Vietnam, Laos y Cambodia por la carretera 9 y el Pentágono había sido derrotado en su guerra meteorológica que tenía como objetivos dañar los diques y represas del Norte.
Las fuerzas de Lon Nol y Sirik Matak, en Cambodia, estaban en bancarrota, las zonas liberadas abarcaban más de 50 por ciento de los escenarios de la guerra, y una fuerte ofensiva militar de los patriotas del Sur había obligado a la Casa Blanca a firmar los acuerdos de París del 27 de enero de 1973 para restablecer la paz en el Norte.
Pero Estados Unidos no se había rendido y el presidente de entonces, Richard M. Nixon, mantenía su febril y vehemente idea de dominar y acabar con las fuerzas de liberación. Los ocupacionistas tenían desplegados en las cinco zonas militares en que dividieron el Sur del país a un millón 200 mil soldados saigoneses agrupados en 13 divisiones, sin incluir al personal de la marina y la aviación, esta última dotada con mil 800 aparatos tácticos, la mitad de ellos helicópteros, mil 400 unidades de superficie, dos mil embarcaciones fluviales, sofisticados equipos de comunicaciones y de otras especialidades. Contaban además con cinco superpuertos, numerosas bases aeronavales, como las de Da Nang, la mayor del mundo entonces, Cam Ranh, 10 aeropuertos de envergadura como el de Tan Son Nhut en Saigón y 200 medianos y pequeños.
Ante el evidente deterioro de la situación del enemigo, y las flagrantes violaciones de los acuerdos de París por parte de Washington, el mando político vietnamita instruyó al Estado Mayor de sus fuerzas armadas, a preparar la batalla final por la liberación cuando apenas comenzaba el año 1974. La primera prueba se produjo con la batalla contra la base de Phuoc Long donde había acantonados cinco mil soldados del régimen saigonés. A esa victoria sucedieron otras muchas las cuales determinaron que el Comité Central escogiera el 10 de marzo de 1975 como la fecha para lanzar la gran ofensiva final.
El punto de partida fue la codiciada Buon Me Thuot, en las mesetas centrales, donde las fuerzas de liberación, en lugar de atacar la periferia como acostumbraban, se concentraron en la ciudad y desde allí arremetieron contra las bases exteriores a las que dejaron incomunicadas. De esa manera, dejaron dividido el país a la mitad debilitando a las tropas enemigas, lo cual posibilitó que fueran cayendo escalonadamente baluartes militares como Pleikú, Che Reo, Hue, Da Nang, Nha Trang, Luang Tri y otras muchas. La larga y fortificada cadena de bases y campamentos militares saigoneses en toda la extensión del país se fue desgranando como collar de cuentas a una velocidad insospechada.
Así lo percibíamos quienes en ese momento estábamos en Hanoi y corroborábamos con los especialistas militares que nuestros anfitriones del Norte ponían a nuestra disposición para tener de primera mano noticias de lo que acontecía y hacer reportajes fieles para nuestros medios de comunicación. Durante los días 26, 27 y 28 de abril la ofensiva patriota se generalizó por toda la franja costera y permitió consolidar el dominio de las regiones militares I y II. Aquello determinó la decisión del Comité Central de ordenar la Operación Ho Chi Minh por la liberación de Saigón, que originalmente no estaba en el plan, según nos explicaron ulteriormente los jefes de la ofensiva.
La batalla final se inició con combates encarnizados en Long Binh, Xuan Loc, Bien Hoa y Cu Chi, casa por casa y pulgada a pulgada, para romper el famoso cordón sanitario que protegía militarmente a la capital sureña. La Operación Ho Chi Minh fue fulminante y duró menos de 48 horas. El día 28, viendo ya indefectiblemente perdido al régimen de Nguyen Van Thieu, el embajador estadunidense Graham Martin huyó de Saigón desde la azotea de la sede diplomática en un helicóptero, bochornosa escena que quedó impresa para la historia en diarios, revistas y filmes.
A las 13.30 del 30 de abril de 1975, tres tanques PT76 y dos tanquetas estadunidenses repletas de jubilosos combatientes revolucionarios, bajaban a toda velocidad por la calle Pesteur hacia el río Mekong en medio de aclamaciones; llegaron al Palacio Presidencial e irrumpieron en él derribando a su paso una parte del muro exterior que lo rodeaba.
Pocos días después, cuando el mundo ya había festejado el primero de mayo, Día de los Trabajadores, y con la grata coincidencia de ser el mes de nacimiento y homenaje al héroe eterno del país, Saigón fue bautizada para siempre con su nombre: Ciudad Ho Chi Minh.
El general Vo Nguyen Giap, a quien encontramos de manera fortuita en las playas de Nha Trang rumbo al Saigón todavía con olor a pólvora, nos confirmaba el éxito rotundo y definitivo de la guerra de todo el pueblo. El 30 de abril de 1975 no sólo cayó el régimen títere saigonés y con él la ocupación del entonces Vietnam del Sur que el gobierno de Estados Unidos había sostenido a un precio desmesurado desde la derrota de los colonialistas franceses en la década de los años 50 del siglo pasado.
Cayó un régimen despótico, cruel y sanguinario, instalado por el imperialismo en Vietnam del Sur a sangre y fuego, con lo que habían estancado en el paralelo 17 la revolución nacional democrática liderada por Ho Chi Minh.
Fue quebrada una estrategia depurada de los imperialistas para producir el neocolonialismo estadunidense en serie, y sepultada la expansión norteamericana en el Sureste de Asia. Y, en aquel entonces, resultó frustrada la posibilidad de que la experiencia estadunidense en Indochina fuera aplicada en América Latina, África y otras zonas de influencia norteamericana.
En el plano corporativo, también quedaron atrás las ambiciones desmedidas de las transnacionales de arrancar hasta las últimas riquezas naturales de la península.
En el estratégico: salió derrotada la manoseada y enfermiza sed de victoria por medio de las armas que propugnaba el llamado "mundo libre". Vietnam, realmente, debió de haber marcado el límite hasta el cual podía llegar el expansionismo norteamericano.
Con Afganistán e Irak, y con el establecimiento de bases militares en Colombia, las últimas administraciones estadunidenses, incluida la de Barack Obama, han demostrado que no quieren aprender de las lecciones de la historia.
Por eso mismo, la experiencia de Vietnam no puede ser desaprovechada por América Latina en estos tiempos de tanto peligro, amenazas y aventurerismo.
*El autor es editor de Prensa Latina y fue corresponsal de guerra en Vietnam.
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