¿Y ahora sí haremos algo en la zona triqui?
VERÓNICA VILLALVAZO
NOTICIAS VOZ E IMAGEN DE OAXACA
Desde hace mucho tiempo se ha venido denunciando la situación de violencia que se vive en la zona triqui; cientos de personas han sido sacrificadas en nombre de una lucha de poderes que lo único que ha mostrado es la incompetencia o conveniencia de los gobernantes y líderes de las organizaciones en disputa: el Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULT) y los otros dos bandos; uno, la organización autodenominada Unidad para el Bienestar de la Región Triqui (Ubisort) y el otro, el Movimiento Unificador de Lucha Triqui Independiente (MULTI).
Todos recordamos el caso de Teresa y Felícitas hace ya dos años; dos jóvenes que deseaban romper el silencio con sus voces en la radio comunitaria de San Juan Copala. Y esa necesidad de dignificar su cultura y promover los derechos humanos, las mató.
También está presente el caso de Daniela y Virginia Ortiz, desaparecidas en julio de 2007 y de las cuales su paradero es desconocido hasta el momento.
Las autoridades no dan respuestas a ninguna de las partes; y sí, como bien dijo Ulises Ruiz, este problema que ha arrojado cientos de muertos lleva muchos años desde 1948. Cientos de triquis sin nombres conocidos han sido emboscados y asesinados; las mujeres se han convertido desde hace unos años en los botines de guerra. La miseria que se respira en la zona sofoca confundiendo las sensaciones; por un lado, los niños descalzos, con sus ojitos llenos de nada; no son pequeños como el resto, en sus rostros se vislumbra la falta de esperanza, tal vez ni siquiera les preocupa estudiar –igual y se mueren antes en una emboscada en manos de cualquiera de los grupos–; lo triste en todo esto es que quienes mueren son en su mayoría víctimas de las víctimas de la incapacidad gubernamental.
A finales de los 70 y principios de los 80 el gobierno federal decidió luego de años de conflicto llevar a los militares a la zona, situación que acrecentó la larga lista de asesinados y violaciones graves a las mujeres triquis. De acuerdo con datos del artículo “Zona triqui, una historia de abuso contra las mujeres”, de CIMAC Noticias (http://www.cimacnoticias.com/site/09070806-Zona-Tr…), en 1978 María Marcelina Ramírez denunció que el 31 de julio de 1978 llegó a su casa el presidente municipal de San Juan Copala, Antonio Ramírez Flores, y una partida militar, “rodearon mi casa, donde estaba mi esposo al que asesinaron y a mí y a mis hijos también nos balearon (su hija de cuatro años de edad murió días después como resultado de las heridas).
Lamentablemente la historia de sangre en la cual se ha visto rodeada esta zona de la Mixteca es demasiado larga para tan poco espacio y con el dolor de ser vivida ante la indiferencia de todos aquellos que la conocen: aún recuerdo cuando mataron a Teresa y Felícitas, cómo llegué alarmada a comentarlo con algunos amigos; la respuesta fue: “¿De qué te admiras? ahí se matan siempre, son triquis”.
Enmarcada esta zona con cielos llenos de colores, azul, rojo, naranja, con una cama de verdes árboles contrastando con el café de la tierra que en algunas partes se vislumbra seca, no se puede concebir en la mente esa otra parte llena de terror.
La zona triqui es hoy parte de los comentarios, al ser asesinados dos activistas defensores de derechos humanos, Beatriz Cariño y el finlandés Jyri Jakkola, herida Mónica Citlalli Santiago Ortiz; heridos y desparecidos por casi tres días amigos periodistas Erika Ramírez y David Cilia, compañeros de la revista Contralínea y que fueron rescatados gracias a la insistencia del padre de David y del director de la revista, Miguel Badillo.
Causa indignación, sí, y sin restarle la importancia al hecho, la pregunta es ¿tenía que pasar esto para que como sociedad exigiéramos justicia en la zona, alto a la violencia?
Doloroso resulta que se tengan que sacrificar vidas de personas que sólo buscaban observar qué era lo que estaba pasando dentro de San Juan Copala; para que se volteen los ojos a la zona triqui.
Y como siempre, el gobierno se deslinda, se limpia las manos, buscando en tiempos electorales culpar a otros en lugar de asumir su responsabilidad, de asumir que sus manos se han visto manchadas durante años de indiferencia o conveniencia de mantener esa zona en conflicto, llena de un color rojo tan intenso como el de los huipiles de las mujeres triquis.
Son lamentables los hechos recientes que indignan a quien mantiene aún la empatía con el dolor; sin embargo, la duda una vez más: ¿qué se necesita realmente para que se entre a la zona? El gobierno estatal menciona que es peligroso para su gente ¿?, el federal ni siquiera se ha interesado por las graves violaciones que existen en la zona desde hace décadas.
La respuesta tal vez sería esta: “Están acostumbrados a la muerte, son violentos por naturaleza”. Lo atroz es que tanto gobierno como sociedad utilizan ese argumento para salvar sus culpas, sabiendo que hay cientos de triquis que exigen justicia. O si no, pregúntele a la niña Sofía Bautista Martínez, que en octubre de 2007 recibió un balazo en la cabeza luego que vecinos de Guadalupe Tilapa dispararan contra la población de San Juan Cuyuchi, Copala.
Y lo mas doloroso hasta el momento, en cada una de las muertes desapariciones no hay respuesta ni estatal, ni federal; mucho más aún, tal pareciera que la sociedad espera una masacre como la ocurrida en Acteal para ver si alguien se mueve a rescatarlos.
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