El plan reformador del presidente enfrenta una crisis. La inconformidad por su iniciativa en educación llegó a las calles y los maestros paralizaron el DF. La intranquilidad amenaza con contaminar la energética
Jueves 22 de agosto de 2013
El ritmo de aprobación de las reformas legislativas de la administración de Enrique Peña Nieto, se vio secuestrado por la protesta.
Los intereses de la reforma educativa se entremezclan con la energética. Y la marcha atrás en la reforma de transparencia eleva la crispación.
El gobierno federal guarda silencio ante la enredada madeja política que tiene enfrente.
El Poder Legislativo se ve obligado a realizar su trabajo en sedes alternas. La respuesta no tardará.
Poco a poco la inconformidad está llegando a niveles inesperados. Las redes sociales son un termómetro de la indignación que hay en la sociedad en cada uno de estos temas. La calle es otro.
La reforma energética tendrá que ser discutida ampliamente luego de que el PRD promoviera una consulta pública con Cuauhtémoc Cárdenas al frente.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) amenaza con convertir en un estado de sitio la capital del País. Ya ha iniciado el camino de ese objetivo.
Exigen la derogación de la reforma educativa. Son miles de representantes de la parte más beligerante del magisterio de Guerrero y Oaxaca.
Ya dieron muestra de lo que están dispuestos a hacer para lograr su cometido.
La primera batalla fue irrumpir el lunes por la noche en el Palacio Legislativo de San Lázaro y causar destrozos.
Ayer elevaron el nivel de la protesta y cercaron otra vez la sede de los diputados e impidieron que sesionaran ahí para el período extraordinario que se tenía contemplado.
No es poca cosa. Es un hecho histórico para la vida de la Cámara baja. El caso más cercano fue en el 2008, con las protestas contra la reforma energética presentada por Felipe Calderón. Entonces los inconformes lograron que se cambiara de sede, pero dentro del mismo Palacio Legislativo.
Ayer, nadie pudo entrar. Los diputados se trasladaron al Centro Banamex para cumplir con su agenda.
Además, los maestros advirtieron que cada día reforzarán y aumentarán sus protestas hasta que logren que se eche abajo el cambio al artículo tercero constitucional, relativo a educación.
Y poco a poco iban obteniendo concesiones. La Mesa Directiva de la Cámara de Diputados propuso sacar de la Gaceta Parlamentaria el dictamen de la Ley de Servicio Profesional Docente, en el que se contemplan los mecanismos para permanecer en una plaza del magisterio. Pero los maestros no aceptaron. Su condición fue que retirarán además el dictamen para la creación del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa y el de reformas a la Ley General de Educación.
Querían que no se legislara nada relacionado a educación. Al cierre de esta edición los diputados se aprestaban a votar los tres dictámenes con lo que darían palo a las exigencias.
Instalaron la sesión de Congreso en el Senado de la República en una fugaz sesión. La oferta de canje entre legisladores y disidentes da el matiz del color que tiene el horizonte político mexicano. La amenaza de los maestros sigue en pie.
Aunado a esto las diferencias entre el PAN y el PRD con el PRI son evidentes.
Se responsabiliza al tricolor de un retroceso en la reforma de transparencia y la urgencia de las leyes secundarias en materia educativa sin una consulta y aprobación de las otras fuerzas políticas.
La protesta y la actitud de los legisladores ante esta, pone los temas en un limbo atemporal, que impide ver con claridad el futuro de las reformas.
Secuestran la ciudad
Son 106 días de plantón de la CNTE en el Zócalo de la Ciudad de México. Desde el lunes pasado endurecieron sus protestas y volvieron el primer cuadro de la ciudad, intransitable
Por Jonathan Villanueva
En el Zócalo capitalino es imposible transitar. El paso vehicular está restringido. Las estaciones de Ecobici bloqueadas, y el paso peatonal ocupado por miles de carpas.
Uno de tantos nudos de lazos y cables eléctricos sirve de soporte para el brazo de un pequeño hombre regordete de bigote ralo, que hace el papel de vigilante en el improvisado campamento.
Él mismo se dice maestro. Y carraspea una y otra vez antes de emitir un desgañitado alarido que retumba en el corazón de la ciudad: “¡Aquí seguimos!… en pie de lucha”.
A su alrededor una decena de jóvenes lanza una mirada furtiva a todo aquel que se atreve a cruzar entre las carpas, los anafres y las colchonetas que obstaculizan el paso.
Desde Venustiano Carranza, Pino Suárez y los alrededores de Catedral hay vallas de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública resguardando a los disidentes magisteriales que el lunes pasado endurecieron sus protestas.
En el campamento los maestros y sus familias se agrupan en células de entre 10 y 15 personas.
La misión: cuidar las pertenencias de aquellos que se dirigieron a la Cámara de Diputados, y preparar la comida.
Una veintena de mochilas son apiladas, mientras la mayoría de las mujeres se recuestan en las colchonetas que ocupan el Zócalo.
Ellas leen revistas de la farándula, tejen alguna prenda, revisan sus celulares o simplemente se recuestan. Los hombres se agrupan y vigilan.
Y algunos más realizan volanteo informativo con papeles que explican el motivo de la protesta: La reforma al artículo 3 y 73 constitucional.
La muchedumbre, la que está obligada a pasar entre las carpas para llegar a su destino, no recibe los folletos. Es más, los rechazan con un ligero movimiento de cabeza, o de plano con un insulto.
Eso último es lo que esperan los manifestantes, la menor provocación para embestir a sus interlocutores. La misma suerte es para fotógrafos y reporteros que se ven obligados a realizar su trabajo de manera discreta.
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