El último refugio de Joaquín "El Chapo" Guzmán en Los Mochis, Sinaloa. Foto: AP / Eduardo Verdugo Jenaro Villamil |
MÉXICO, D.F. (apro).- Dos tipos de reacciones negativas ha generado la difusión de la crónica y entrevista del actor y productor Sean Penn,
acompañado por la actriz mexicana Kate del Castillo, con el capo del
cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, ‘El Chapo’, y publicada de
manera íntegra este 12 de enero en la revista Rolling Stone.
Una
primera reacción cuestiona la validez y ética periodísticas del
documento y del video grabado por Guzmán Loera,porque el célebre
intérprete del cine estadunidense no pasó el examen mínimo para ser
alumno de la escuela Carlos Septién o para ganar el Premio Pulitzer, no
le realiza las preguntas incómodas a ‘El Chapo’, especialmente
aquellas relacionadas con sus crímenes, traiciones y consecuencias de su
negocio ilegal, y al no hacerlo termina como “un acto de propaganda”,
por ser “manipulado” por el jefe del cártel de Sinaloa y por hacer una
“apología del delincuente”.
Desde el puritanismo periodístico se
critica a Sean Penn como un “intruso” de la profesión y desde la envidia
nada velada se pretende dar lecciones sobre algo que nadie antes que él
pudo conseguir de un criminal como Guzmán Loera.
Paradójicamente,
varios críticos no se rasgan las vestiduras cuando el principal
conductor de la televisión mexicana o sus semejantes en varios medios
masivos de comunicación mexicanos hacen entrevistas propagandísticas con
gobernadores o funcionarios del gobierno federal, no realizan preguntas
incómodas y acaban por hacer relaciones públicas, incluso con un pago
de recursos públicos de por medio.
Esta
reacción evade un hecho fundamental, con valor periodístico, nos guste o
no la manera de redactar de Sean Penn o sus deficientes preguntas: es
la primera vez que ‘El Chapo’ Guzmán admite on the record
ser un narcotraficante a escala global. “Vendo más heroína,
metanfetamina, cocaína y mariguana que nadie en el mundo”, sentencia
Guzmán Loera. En otras palabras, ‘El Chapo’ se quita la máscara de simple agricultor y se presenta tal cual es: un delincuente global.
Para
mi gusto, el valor más importante del texto de Sean Penn no está en las
preguntas, sino en el relato donde describe los detalles para llegar
aGuzmán Loera. Es un relato incómodo porque implica una bofetada para la
simulación de las instituciones mexicanas y estadunidense, que una y
otra vez han reiterado que buscaban al “delincuente más peligroso” de
México, mientras cómodamente el capo podía planear este tipo de
encuentros en Sinaloa (el periódico Ríodoce reveló que la reunión se realizó en la reserva ecológica de Cosalá, de la Universidad Autónoma de Sinaloa), acicalarse como en un set televisivo y tener el resguardo de fuerzas armadas que se “cuadran” ante Alfredo Guzmán, hijo del capo.
“Dos
soldados uniformados del gobierno, armas en mano, se acercan al
vehículo. Alfredo baja la ventanilla del pasajero; los soldados se
retiran pareciendo avergonzados, y nos hacen señales con la mano para
que pasemos. ¡Ah! Ese es el poder de la cara de Guzmán. Y la corrupción
de una institución. ¿Significaba esto que nos estábamos acercando al
hombre?”, relató Penn, con clara ironía.
En otras partes del
texto, el actor también reflexiona e ironiza sobre la hipocresía de las
autoridades estadunidenses que han fracasado en una prolongada guerra
contra el narcotráfico que sólo ha generado más enfermos-adictos en su
propia sociedad y el despliegue de drones que vigilan a
ciudadanos, pero no pueden alcanzar a los capos y mantener a agentes de
un cuerpo policiaco como la DEA, que simplemente no ha evitado la
espiral de un gran negocio como es el narcotráfico y sus derivaciones.
El texto de Rolling Stone
no es una entrevista-confesión, no hay grandes secretos revelados por
parte de Guzmán Loera, pero tanto el encuentro como el escrito de Sean
Penn constituyen algo insólito y, por lo tanto, periodístico: es la
primera vez que el jefe del cártel de Sinaloa acepta hablar públicamente
ante un medio de comunicación; elige a un actor de Hollywood y a una
actriz mexicana, confirmando esta extraña fusión entre el mundo de la
farándula y el de los criminales que tantos frutos ha dado a la propia
industria del entretenimiento.
La segunda reacción no se limita a
criticar la calidad periodística y la ética de Penn y Kate del Castillo,
al aceptar el apoyo logístico, las condiciones impuestas por el capo y
el presunto respaldo financiero a la realización de una película
biográfica.
Los críticos criminalizan a la intérprete mexicana y
al propio Penn. Estaríamos ante un acto de obstrucción de la justicia,
de colaboración con el crimen organizado y hasta de presunto lavado de
dinero, afirman quienes están en este segundo tipo de reacciones
negativas.
Coinciden con la misma táctica utilizada por el
gobierno peñista en otras ocasiones: desacreditar y castigar al
mensajero, al tiempo que evita asumir el mensaje esencial.
El
gobierno peñista, sus voceros y propagandistas han aplicado esta misma
fórmula en contra del equipo de Carmen Aristegui en el caso de la Casa
Blanca, del grupo interdisciplinario de investigadores en el caso de
Ayotzinapa y hasta con el mismo papa Francisco cuando se filtró una
expresión suya criticando la “mexicanización” de Argentina.
Criminalizar
a Kate del Castillo o a Sean Penn sólo confirmaría la doble moral y la
mentira abierta del régimen frente al crimen organizado. El problema no
son quienes entrevistaron al capo del cártel de Sinaloa, sino los
principales responsables y cómplices de un sistema corrompido que
permiten este tipo de historias y de fenómenos como ‘El Chapo’.
Evidentemente, tanto el encuentro de octubre de 2015 como la redacción y publicación del texto de Rolling Stone resultó muy incómodo para el gobierno federal.
En su editorial del pasado domingo 10 de enero, La Jornada lanzó
esta hipótesis: “No es ocioso preguntarse, por ejemplo, si el gobierno
federal tuvo conocimiento de la entrevista en los días previos a la
reaprehensión de ‘El Chapo’; si ese conocimiento aceleró las
acciones policiales y militares para dar con su paradero o si, por el
contrario, las autoridades nacionales fueron incapaces de enterarse que
el prófugo más buscado del país se reunía con medios internacionales y
estrellas de la farándula para dar entrevistas”.
Incluso, algunos observadores han señalado que posiblemente la propia entrevista entre Sean Penn y ‘El Chapo’ constituyó
una carnada que el astuto jefe del cártel de Sinaloa mordió, acelerando
también la necesidad de acabar con la simulación prevaleciente sobre su
carácter de “fugitivo más buscado” en Estados Unidos y México.
En este sentido, el valor más importante de un documento como el de Rolling Stone sería
abrir una discusión más sensata y realista para acabar con la
simulación de la guerra contra el narco y sus capos y para dejar de
infantilizar a los mexicanos con la pretensión de que sólo hay buenos y
malos en esta historia compleja y muy trágica para el país.
Twitter: @JenaroVillamil
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