“Las izquierdas relativistas postlaicas europeas han sacrificado los derechos universales de las mujeres”.
Angélique Kourounis entrevistó hace unos meses a la veterana
revolucionaria socialista argelina, internacionalmente reconocida por su
defensa del feminismo republicano laico, Marieme Hélie Lucas.
Marieme Hélie Lucas es la fundadora y excoordinadora internacional de la red solidaria Women Living Under Muslim Laws [Mujeres bajo las leyes musulmanas]. También se halla en el origen y es actual coordinadora de la red internacional Secularism is a Women’s Issue [El laicismo es cosa de mujeres].
Angélique Kourounis: Usted traza un paralelismo entre la
imposición forzosa del velo islámico y los recientes consejos ofrecidos a
las mujeres por las autoridades alemanas. ¿Por qué?
Marieme Hélie Lucas: Ambos responsabilizan a las mujeres de las
violencias que sufren, ya por dejar a la vista un mechón de pelo, ya,
simplemente, por haber osado poner un pie en el espacio público. Yo
querría recordarle a este respecto que una emigrada iraní en Francia ha
prestado testimonio ante la Comisión Stasi sobre el daño psicológico
causado a las niñas obligadas a cubrirse con velo en Irán [el testimonio
es de Chahdortt Djavann, y se publicó con el título ¡Abajo los velos!
en un libro editado por Gallimard en 2003], y cómo eso las afectaba
duraderamente al hacerse a la idea de que ellas eran responsables de
cualesquiera pulsiones sexuales incontroladas de los hombres. Ese
testimonio fue importante, porque por vez primera se consideraba el
velo, no desde el punto de vista de los derechos de las mujeres, sino de
los de las niñas: como un atentado a su integridad psíquica.
Usted sostiene que el integrismo es el fascismo de Oriente Próximo.
Luego de los 90, en Argelia se califica el integrismo musulmán
como fascismo. “Islamo-fascismo” o “fascismo verde” no son locuciones
inventadas por la extrema derecha xenófoba, sino por los demócratas
argelinos que combaten al FIS [Frente Islámico], al GIA [Grupo Islámico
Armado] y a otras organizaciones por el estilo. Yo vengo subrayando
desde hace más de 20 años los puntos comunes de convergencia ideológica
entre nazismo, fascismo e integrismo musulmán, pero también podrían
añadirse los integrismos hinduista, judío o budista.
Todos creen pertenecer a una raza superior procedente de un
pasado mítico que les daría el derecho y aun el deber de eliminar
físicamente a cualquier Untermensch: judíos, comunistas, gays,
deficientes mentales; a esa vieja lista vienen a añadirse ahora los
kafir, es decir, los infieles.
Todos son procapitalistas, estimando los integristas musulmanes
que la caridad es la respuesta adecuada a la existencia de unas
diferencias de clase queridas por Dios.
Todos quieren ubicar a las mujeres en el lugar que según ellos
les es propio: la iglesia (aquí, la mezquita), la cocina y la cuna.
Es urgente salir de la pura negación, reconocer la naturaleza
política ultraderechista del integrismo musulmán: y es absolutamente
imprescindible que sea la izquierda quien lo diga alto y fuerte con
nosotros, los antiintegristas, a fin de no dejar a la extrema derecha
xenófoba el monopolio del ahora prácticamente goza con su discurso
estigmatizante de “los musulmanes”, lo que terminará tarde o temprano
con pogroms anticobrizos. Un sueño para los integristas, que apenas
conceden valor a la vida humana y que verían en ello una oportunidad de
oro para reclutar y acrecer sus tropas.
¿No observa usted un paulatino deslizamiento semántico de “árabe” o “magrebí” a “musulmán? ¿No es peligroso?
Es pernicioso calificar religiosamente, sin haberles jamás
preguntado si son o no creyentes, a personas que viven en todo el mundo,
principalmente en Asia y en África (el Oriente Próximo no representa
numéricamente sino una ínfima minoría de los presuntos musulmanes del
planeta). Es ignorar la masa de agnósticos y de ateos, y es atribuirnos a
la fuerza una identidad religiosa que muchos de nosotros rechazamos,
incluidos no pocos creyentes. Hacer de una “fe” una “raza” es lo que
sufrieron los judíos, ¡y ya se vio con qué costes! Ahora está en vías de
pasarles a los presuntos musulmanes… ¿Y usted me pregunta si es
peligroso?
Además, para la izquierda preocupada por la suerte de los
emigrantes, la recalificación en éstos en términos religiosos tiene
consecuencias políticas: hasta los años 70, los trabajadores emigrados a
Europa hacían frente común para obtener mejores condiciones de trabajo;
luego, fueron fragmentados conforme a su supuesta pertenencia
religiosa. ¡¿Cómo no darse cuenta de que esto ha traído consigo el
debilitamiento de las luchas sociales?! El despiezamiento y atomización
de la emigración ha llegado tan lejos, que las organizaciones de
derechos humanos hablan ahora, como si eso fuera de suyo, de “derechos
humanos musulmanes”, de “derechos humanos sijhs”, de “derechos humanos
hindúes”… Ni en una pesadilla podría yo haber imaginado tamaño retroceso
generalizado de la universalidad de los derechos humanos y de la
laicidad. Con su silencio sobre la naturaleza política de la extrema
derecha religiosa integrista, la pos-izquierda relativista se ha
convertido en caldo de cultivo del integrismo musulmán en Europa, y
muchas organizaciones de derechos humanos se han prestado a ofrecerles
una plataforma política que les permite presentarse únicamente como
víctimas de las violencias del Estado y aun –y ya es el colmo— ¡como
defensores de esos derechos!
¿Diría usted que la posición relativista de las izquierdas
europeas post-laicas sobre este asuntos está significando un retroceso
en los derechos de las mujeres?
¡Desde luego! Porque esas izquierdas sostienen en general el
“derecho al velo”, antes que el derecho a no llevar velo; el derecho a
la protección de las propias creencias religiosas, antes que el derecho a
ser ateo; o sus prácticas religiosas, antes que la aplicación de
nuestros derechos universales. Etc. Se trata aquí de tomas de posición
políticas y de opciones de solidaridad ignominiosas, de las que, espero
yo, algún día tendrán esas izquierdas que rendir cuentas ante la
Historia.
El gran miedo a “desligarse de las masas” que siempre ha
acompañado a la izquierda, les hace aquí dejar de lado un fenómeno de
envergadura creciente: la visibilidad de los agnósticos y de los ateos
en contexto musulmán, así como el hecho de que cada vez más jóvenes y
mujeres osan exigir la laicidad en nuestros países. La creación de
numerosos consejos de exmusulmanes en los países europeos y en otros
lugares, el hecho de que en Europa y en Norteamérica sean
mayoritariamente mujeres procedentes de la emigración mal llamada
“musulmana” quienes crean y dirigen organizaciones feministas por la
laicidad [1], el coraje político de un sinnúmero de blogeras
bangladeshíes, sauditas o palestinas que, por proclamar su ateísmo ante
el mundo entero, pagan con su libertad, si no con su vida la defensa del
derecho universal a la libertad de pensamiento. ¡Ya es hora de que
todas las izquierdas abran los ojos!
Nota [1]: Es el tema del último libro de Marieme Hélie Lucas:
The Struggle for Secularism in Europe and North America : women from
migrant descent facing the rise of fundamentalism [La lucha por el
laicismo en Europa y en los EEUU: mujeres de ascendencia inmigrante ante
el auge del fundamentalismo].
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