“No hay una estrategia única para hacer frente al uso de drogas, debe
haber una variedad de medidas de prevención basadas en la evidencia,
como reducción del daño, tratamiento y otros servicios de apoyo a la
salud y social que puedan responder a muchos de los problemas que
afrontan las mujeres que usan drogas”, explicó Marie Nougier, directora
de investigación y comunicaciones en el Consorcio Internacional de
Política de Drogas, en diálogo con IPS.
Alrededor de 5,6 por ciento de la población mundial entre 15 y 64
años, unas 275 millones de personas, consumieron drogas en 2016, señala
el informe publicado en la última semana de junio. De esos, 31 millones
sufren desórdenes, es decir que necesitan tratamiento, pero este solo
llega a uno de cada seis consumidores.
Las consecuencias son terribles, 450.000 personas murieron en 2015
por el consumo de drogas. Además, la producción mundial de opio aumentó
65 por ciento de 2016 a 2017, la estimación más elevada hasta ahora.
El informe, dividido en cinco secciones, trata en la última, del
impacto del género en el consumo de drogas, y en especial en las
mujeres.
Las otras incluyen información como un resumen ejecutivo, demanda y
suministro de drogas, mercados y el uso de drogas relacionado con la
edad.
Las mujeres suelen consumir más seguido opioides y tranquilizantes que los hombres, pero usan más canabis y cocaina.
Las mujeres empiezan a consumir drogas después que los hombres, pero
aumentan su ingesta de drogas relacionadas, alcohol, opioides y cocaína,
más rápido que ellos.
El consumo de drogas en las mujeres suele estar asociado a una pareja
íntima, en cambio, los hombres tienden a consumir sustancias con otros
amigos.
Y mientras las mujeres tienden a sufrir más depresión, ansiedad y
otros problemas psicológicos, los hombres externalizan los suyos con
desórdenes de conducta, como “trastorno hiperactivo de déficit de
atención y trastorno antisocial de la persona”, explica.
“Pero lo más sorprendente en términos de encontrar soluciones a largo
plazo es que las mujeres “también pueden haber experimentado una
infancia adversa como desatención física, abuso y abuso sexual”,
precisa.
Cuando las políticas de lucha contra las drogas se endurecen, el
resultado es una mayor proporción de mujeres condenadas por delitos de
narcotráfico. Además, también parecen mucho más afectadas por el estrés
por desorden postraumático.
“Las políticas de drogas que se concentran en castigar a las personas
por consumir contribuyen en gran parte a los problemas de salud
derivados del consumo, como la propagación del VIH y la hepatitis C y
las muertes por sobredosis; el temor a ser detenido y al castigo hace
que las personas no accedan a la reducción del daño ni a los
tratamientos que necesitan”, explicó Nougie.
“Los enfoques punitivos también elevaron los grados de estigma y discriminación contra quienes consumen drogas”, añadió ella.
Además, según Nougier, los enfoques punitivos tienden a perjudicar
más a las mujeres porque no hay programas de tratamiento con perspectiva
de género. Sus necesidades, por sus antecedentes y el consumo, son
diferentes.
También “por la desigualdad de género que sigue prevaleciendo en
nuestras sociedades, pues sufren estigmas significativos por romper con
el papel de ‘buena mujer’ o de ‘buena madre’ por consumir drogas”,
añadió.
“En algunos países, el consumo de drogas durante el embarazo es un
delito, impide que reciban atención prenatal o servicios contra las
drogas”, añadió.
La epidemióloga Kamran Niaz, de la ONUDD, dijo a IPS: “Las mujeres
obtienen resultados de largo plazo cuando reciben tratamiento centrado
en cuestiones más comunes de encontrar en mujeres con trastornos de
consumo en comparación con otros tratamientos que no tienen ese foco en
las mujeres”.
Tratamientos con perspectiva de género
“La prevención del consumo entre niñas y mujeres requiere invertir en
una prevención basada en la familia y atendiendo las vulnerabilidades
que parecen ser únicas para las niñas”, explicó.
“A fin de atender cuestiones de consumo entre las mujeres, los
programas y servicios de atención deberían diseñarse para las
necesidades de embarazadas y, mujeres, en general”, añadió.
Algunos de los programas que Niaz encontró específicos para las
mujeres incluyen: “atender el estrés, la depresión, imagen corporal, las
habilidades sociales y la mejora de relaciones y comunicaciones con
padres y parejas”.
Pamela Kent, directora adjunta de investigación del Centro de
Adicciones y Uso de Sustancias (CCSA), dijo a IPS: “se necesita un
enfoque más informado y empático para el abuso de sustancias por parte
de mujeres, y que también considere varios aspectos como salud
reproductiva, servicio perinatal y bienestar infantil.
Es importante señalar que no hay una estrategia única, las sociedades
deben ofrecer servicios de prevención y tratamiento focalizados en las
mujeres.
“Cómo las mujeres con problemas de consumo son más vulnerables al
abuso sexual y a la violencia doméstica, y sus hijos también están en
riesgo, ayuda una relación con agencias sociales que protegen a mujeres y
niños”, explicó Niaz.
“Además, en el caso de abuso infantil, se necesitan programas para
prevenir esos abusos y, en particular, ayudar a las víctimas y atender
desórdenes de estrés postraumático”, apuntó.
“‘La encuesta Vida en Recuperación, hecha en Canadá en 2017, muestra
que las mujeres denunciaron mayor violencia familiar y problemas de
salud sin tratar durante una adicción en comparación con hombres”,
indicó.
“Además, por apoyo informal, es probable que las mujeres usen la
tecnología, se conecten con un animal, o usen el arte, la poesía,
escriban y hagan yoga en comparación con lo que hacen los hombres”,
coincidió Kent, quien añadió que el abuso es una gran preocupación.
Pero no se han implementado muchos programas que tengan un enfoque de
género. El informe añade que el sistema de justicia penal está diseñado
para infractores hombres, e ignora los matices femeninos.
“Seguimos viendo una preocupante falta de acceso al tratamiento de
mujeres dependientes de las drogas, tanto en la comunidad como en la
cárcel”, apuntó.
“Los servicios están diseñados por y para hombres, y no suele ser posible adaptarlo a las necesidades de las mujeres”, observó.
“En contextos cerrados, la mayoría de los servicios de tratamiento y
reducción de daños sólo están disponibles para los hombres en cárceles
masculinas”, añadió.
Algunos centros están comenzando a adaptarse a esas probadas necesidades, según Nougier.
Algunos centros de tratamiento y reducción del daño adaptaron sus
servicios para atender mejor a las mujeres, con horarios especiales,
espacio para niños mientras ellas están ahí y servicios especiales con
perspectiva de género (asistencia legal o apoyo para responder a la
violencia doméstica, violencia sexual y reproductiva), precisó.
“Los programas necesitan gestionar mejor la diversidad de asuntos
que deben afrontar las personas y acompasar cuestiones de salud,
enseñanza y bienestar social con las familias, la escuela y los
servicios sociales”, coincidió Niaz.
Traducción : Verónica Firme
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