Estamos en un valle en medio de una densa niebla y se puede escuchar cómo los contendientes se mueven en la bruma tomando posiciones para enfrentarse en cuanto aclare.
En esta guerra de maniobras pesa en favor del gran capital el hecho de que el 1 de julio todos los votantes (salvo un puñado que anuló su voto) lo hicieron por partidos que quieren conservar intacto el sistema o, en el mejor de los casos, reformarlo para que funcione más eficazmente. Nadie puso en cuestión la explotación del trabajo ajeno que a todos les parece natural.
Los mexicanos, en su inmensa mayoría, aún confían en el Estado, buscan reformas y no una revolución y creen posible un capitalismo “bueno”, democrático, más justo. La ideología y la cultura capitalistas dominan ampliamente las mentes de casi todos y muy particularmente en la Academia, los medios de (des)información y la tecnocracia y sólo unos pocos trabajadores, indígenas y estudiantes se declaran anticapitalistas y tratan de construir relaciones autonómicas y autogestionarias. Con eso cuenta la gran burguesía para intentar colonizar desde adentro al gobierno futuro y cooptarlo porque ella comparte con el presidente que debería instalarse en diciembre y con Morena no sólo los valores capitalistas y la confianza en las instituciones del capital sino también la aceptación plena de este capitalismo dirigido por el capital financiero internacional.
En contra del capital, en cambio, dentro y fuera de MORENA, militan las experiencias y las movilizaciones que durante décadas ha realizado algunos sectores populares, como las autodefensas, las policías comunitarias, la elección de autoridades municipales por asambleas o la comprensión –a partir sobre todo de Ayotzinapa- de que el asesino, represor y enemigo no es tal o cual político sino el Estado del capital. Pero el peso de la dominación ideológica y cultural de la burguesía es todavía muy superior a los avances realizados en la vía de la conquista de la independencia política. Por eso quienes votaron por López Obrador para que la situación no se degrade aún más y, también, para evitar un proceso revolucionario que podría ser muy costoso deberán hacer su experiencia con el nuevo Madero cuando se movilicen para reclamar cambios concretos y urgentes.
Hoy AMLO, desde aquí a diciembre, puede agitar ante sus partidarios un cheque redentor que recién podrá cobrar –si lo hace- dentro de tres meses. Por lo tanto, al mismo tiempo que la tendencia a esperar y a confiar se afirma entre sus votantes, aparece también la esperanza, en otros sectores, a subirse al carro de los ganadores para ver si así pueden mejorar algo su situación. De ahí la brutalidad y la grosería de la carta de “Moisés” al padre Solalinde que efectuaba un sondeo oficioso en la nutrida ala zapatista-católica que considera posible y positiva una alianza AMLO-EZLN-CIG.
Al tratar de cortar de raíz esa opinión, el dúo “Moisés”-“Marcos-Galeano” margina del EZLN a ese sector sinceramente preocupado por el aislamiento creciente del zapatismo y pone también una enorme piedra en el camino hacia la independencia política y el anticapitalismo de los sectores más avanzados que votaron por MORENA. Porque hoy, por el contrario, es indispensable tender puentes hacia éstos, compartir con ellos movilizaciones y exigencias y discutir juntos cómo concretar ya mismo los objetivos que se plantean.
Al mismo tiempo, en el EZLN y en CIG es necesario igualmente hacer un balance de la campaña de Marichuy que, a pesar de su carácter fundamentalmente étnico, no logró el apoyo sino de pequeños núcleos indígenas y no obtuvo el sostén popular que podría haber tenido si hubiese superado su carácter sectorial indigenista además de su carencia de reivindicaciones nacionales y de planteos dirigidos a los trabajadores y campesinos mestizos.
Para que los votantes honestos de MORENA puedan avanzar son necesarios sin duda los militantes anticapitalistas, que deben aprender de sus errores, dejar de considerarse líderes iluminados de un proceso que les pasa al lado y buscar aprender también de otros sectores en lucha. Para que progrese políticamente la parte fundamental de la base de AMLO se necesita un núcleo anticapitalista unificador que incluya al EZLN-CIG si éstos superan el sectarismo, un bloque con un programa claro y una estrategia fácilmente comprensible.
Porque el capitalismo no es regional ni nacional sino internacional y los Estados son cada vez más represivos y antidemocráticos y pierden consenso y porque la concentración mundial y nacional del capital y el control del mundo por pocos miles de personas disuelve en la práctica muchas de las atribuciones de los Estados y empuja hacia la creación de comunas autogestionarias federadas. O sea, la creación desde la base de la sociedad de un Estado que a la vez sea un no-Estado, un mero administrador de las cosas y no de las personas hasta su futura desaparición como relación social.
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