7/19/2018

Horizontes y retos



John Saxe-Fernández/I


Los seis sexenios del neoliberalismo, en especial durante el periodo prianista (de Fox a la fecha) dejan una herencia atroz que no puede estar ausente en las evaluaciones históricas en estos días de civilidad e inteligencia de Estado hacia la potencia norteña (Estados Unidos), perceptible en la reunión sostenida por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su equipo de relaciones exteriores con una delegación de alto nivel encabezada por el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo.


La deferencia de Estados Unidos se relaciona con asuntos e intereses de seguridad, geoestratégicos, migratorios, de servicio de la deuda externa y comerciales. De manera destacada está presente en el liderato estadunidense el huracán electoral que respaldó a AMLO y el posicionamiento de Morena en el Poder Legislativo y en todos los niveles de los puestos públicos en disputa en los comicios de 2018, desde lo federal, estatal a lo municipal, incluidas gubernaturas y el Gobierno de la Ciudad de México.

AMLO presentó a Marcelo Ebrard como su canciller y abrió la reunión con cordialidad y amistad. En esa ocasión, el secretario Pompeo se hizo acompañar por Steve Mnuchin, milmillonario al mando de fondos favorecidos por la crisis hipotecaria (2008) y sus desalojos. Es el actual titular del Departamento del Tesoro, el cual es dueño de 51 por ciento del Banco Mundial que opera, junto al FMI y el BID, como parte y parcela de la diplomacia de Estados Unidos, aunque se les califique de instituciones financieras internacionales.

También presentes: Jared Kushner, asesor de la Casa Blanca y yerno de Donald Trump, y Kirstein Nielsen, secretaria del Departamento de Homeland Security, que traduzco tal cual: Seguridad del Suelo Patrio. En estos tiempos de territorialización de la inversión extranjera directa el asunto merece atención y cuidado, como se ejemplifica en el reportaje de Alfredo Valadez R. sobre la minera canadiense First Majestic, que pretende ocupar 72 por ciento del territorio de Chalchihuites (La Jornada 4/7/18), y en una dimensión todavía mayor se coloca la incorporación del territorio de México y de Canadá en el perímetro de seguridad del Comando Norte estadunidense. Su contraparte, el Comando Sur, opera en el Caribe y desde la frontera de México con Guatemala hasta el Cabo de Hornos. Con Temer realiza operativos para la explotación de la Amazonía.

Respetados defensores de migrantes, como Alejandro Solalinde, deben tener presente que la Iniciativa Mérida es un arreglo de facto en materia de seguridad (bajo bandera antinarco) acordado por Felipe Calderón y George Bush hijo, usando partidas destinadas a Irak. Ese diseño, militarizado, siguió con Enrique Peña Nieto. No se rige bajo las leyes de tratados ni por el Derecho Internacional ni las convenciones de Ginebra o la de Palermo contra el crimen transnacional. Sus fondos los autoriza el legislativo estadunidense. Ni senadores o diputados de acá lo autorizan o evalúan. Opera en territorio nacional, pese a que Santiago Roel, de Semáforo Ciudadano, dato en mano advierte que desde que entra el Plan Mérida se incrementa el crimen, la extorsión o los homicidios. Este año, agregó, 73 por ciento de los asesinatos son ejecuciones del crimen organizado. Enfrentar esta herencia, compleja y despiadada, es gran reto para el pueblo y su nuevo gobierno.

El caudal de movilización electoral y social de los más de 30 millones de votos que obtuvo AMLO es de magnitud histórica, no sólo doméstica. Si se revisan los parámetros demográficos de Estados Unidos, de magnitud semejante a los del México de hoy, y guardadas las diferencias histórico/económicas, la votación de AMLO es equiparable y aun supera a la avalancha (landslide) de 26 millones de votos que llevó a Franklin D. Roosevelt a la presidencia en 1933 cuando la población estadunidense rondaba los 126 millones, cifra cercana a la actual población mexicana. En EU había exclusión social, desempleo, hambre, desesperación y pobreza. La ruina que dejó la Gran Depresión.

Aquí hace 36 años padecemos una política económica de aún mayor devastación y costo social. Una debacle humanitaria equiparable a una guerra civil prolongada: el neoliberalismo, término que mal esconde una cruenta guerra de clase oligárquica, sostenida y atada a las condiciones macro y por rama de las líneas de crédito manejadas por el aparato financiero que debilitan a la economía popular, al aparato productivo, el empleo y al mercado interno. En paralelo al desgarre del tejido social, manifiesto en niveles descomunales en intensidad y extensión territorial de la violencia, documentos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) indican un drástico endeudamiento externo desde 2007 a la fecha. El 2 de febrero 2 La Jornada informó de un aumento de 58 por ciento de la deuda externa. Sólo por concepto de amortizaciones de ese empréstito del sector público es de al menos 76 mil 456.8 millones de dólares, según informes de la SHCP.

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