3/26/2022

Gametos cruzados y Madres paralelas

 AUTORA

Por fin he visto Madres Paralelas cuando ya media España la habrá visto. La celeridad nunca ha sido mi fuerte, pero espero poder aportar algunas observaciones nuevas a lo ya dicho.

Desde luego, en principio no se puede decir que sea una película antimaternalista: las protagonistas son dos madres biológicas, las dos son buenas madres y aparentemente desarrollan buenos apegos con sus criaturas, y para redondear este himno a las madres libres y molonas, las dos son madres solas. Todo muy de agradecer en el actual clima de mercantilización y banalización de la maternidad biológica.

Sin embargo, hay trampa. En primer lugar, aunque el título y la trama nos hacen creer que el drama central de la película es la experiencia de la maternidad, en realidad no es así. El drama de fondo, el asunto grave de la cinta son la exhumación de las fosas de los fusilados por los franquistas, lo de las madres es el enredo. Las frases más solemnes y los momentos más serios de la peli son los relacionados con este tema, y no en vano la cinta empieza y acaba con el tema de las fosas. Contrasta la gravedad con la que se habla de los bisabuelos muertos con la elipsis que se aplica a la muerte reciente de un bebé y la deportividad con la que la madre parece haberla superado. Lo de siempre: la importancia y trascendencia de lo político, del mundo masculinizado de las ideologías y de la guerra, frente a la banalidad e inmanencia de lo femenino-materno, de la creación y el sostenimiento de la vida.

Pero además hay otros detalles que son clave.

A pesar de que nos retratan a dos madres biológicas que aparentemente tienen buenos vínculos de apego, en toda la peli no vemos una sola escena de lactancia. Tampoco de biberón. Esta radical supresión de la nutrición de las criaturas esconde intencionalmente esa única actividad que solo una madre biológica puede hacer: amamantar. Las criaturas recién paridas reconocen la voz, el olor y el ritmo cardiaco de su madre, en cuyo interior han pasado los últimos 9 meses. Y la lactancia es el modo mas eficaz de reforzar, reparar y construir un vínculo seguro entre madre y criatura. Por eso, en la trama de la peli resulta poco probable que la crianza de unos bebés intercambiados, a falta de una lactancia materna, sea tan idílica como nos la pintan. Pero claro, no sabemos si hay o no hay lactancia.

Además del borrado de la lactancia, hay otro truco importante en la trama de la peli, que es el mostrar que hay un excelente vinculo de apego entre las mujeres y sus criaturas a pesar de que ninguna de las dos son sus verdaderas madres biológicas. A pesar del accidental cambio de los bebés, a pesar de que no sabemos si hay o no lactancia materna y a pesar de prácticas tan raras y desapegadas como que un neonato no duerma en la habitación de su madre, todo parece ir sobre ruedas en la crianza. Este relato sostiene una de las afirmaciones fuertes para las que se ha construido la peli: Que para criar un bebé feliz y sano no hace falta en absoluto una madre biológica (¡Vaya esencialismo trasnochado!). Sin embargo, lo que la peli no nos cuenta, y lo que tampoco saben las personas que no han gestado y parido, o que no trabajan en este área de la salud humana, es que la persona más capacitada para criar un bebé recién parido es siempre una mujer recién parida. Y aunque los espectadores no lo sepan, ese es el motivo de que el éxito de las madres “paralelas” en la crianza de sus retoños intercambiados sea verosímil. El relato hace virguerías para negar la importancia de la biología y, sin embargo, se vale de ella para construir la credibilidad de la peli.

Finalmente vayamos al deus ex machina de la peli. Todo el enredo del intercambio de bebés se resuelve gracias a algo que, como dice Penélope Cruz en la cinta, “es muy importante”. Cuando las dos madres ven en pantalla los resultados de los análisis de ADN, de repente, todo se pone en su sitio. Hay un desenlace expeditivo del nudo sin más diálogos ni reflexiones por parte de las dos madres. La verdad del ADN emana de la luz de la pantalla como las tablas de la Ley, ante las cuales solo cabe el silencio, y acatarla. El ADN no solo no es cuestionado, sino que se convierte en el criterio incontrovertible que dirime la verdadera maternidad. La maternidad, en este caso, pero lo que la peli obviamente pretende es contribuir con su granito de arena a la patriarcal sacralización de la aportación genética, que es la única aportación del macho a la procreación.

De este modo sofisticado y sutil se reivindica el valor de los gametos en detrimento de un embarazo de 9 meses, un parto y una lactancia. Las dos madres, a pesar de los vínculos creados con las criaturas que de hecho habían criado, acatan sin discusión el santo grial del ADN como criterio principal en la decisión de quien se va a apropiar de la criatura. Esta retorcida vía de legitimación de la preponderancia de los gametos da alas al poderío fenomenal de los espermatozoides en los sistemas legales y judiciales como la actual vía de reconversión del patriarcal poder apropiador de las maternidades.

 No he podido resistir la tentación de hacer en el título un juego de palabras antropológico. Levi Strauss, que pensaba que la sociedad propiamente humana comienza con la subyugación de las mujeres, sostenía que la forma más primitiva de articular esta subyugación, es decir, la forma más elemental de la cultura, fue la norma que establecía la obligatoriedad de los matrimonios entre primas/os cruzados y la prohibición entre primas/os paralelos. Con la misma sofisticación, Almodóvar formula esta sutil contribución a un orden patriarcal en el que unas madres “paralelas” resultan ser las mejores valedoras del poder de los gametos; solo que en este caso, la legitimación de los gametos es “cruzada”, ya que, aunque en el simpático relato que vemos en pantalla los gametos son de las madres que han gestado y parido, en el espacio mental y real de los espectadores, en los Juzgados de Familia y en los Registros Civiles de los consulados de los países donde se compran bebés, el poder de los gametos es el de los padres que se apropian de las maternidades.

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