Los entreguistas
“La visita de Gálvez a Estados Unidos es un acto de vasallaje y servilismo, pero no es sólo ella, sino de toda la coalición de intereses que la sustenta”.
Sólo a la derecha de México le parece una gran idea enviar a su candidata presidencial, Xóchitl Gálvez, a Estados Unidos a quejarse de lo que pasa aquí y a implorarle al gobierno de ese país, que ya ha invadido militarmente el nuestro, su abierta intromisión. La visita es ominosa también por la fecha: Justo cuando, este 5 de febrero, se conmemora nuestra Constitución.
Es claro que a la mayoría de los mexicanos nos parece un acto de vasallaje que una delegación encabezada por Gálvez vaya a Estados Unidos a pedir ayuda, pero la derecha de México es consecuente con su biografía antipatriótica, ahora ante el gobierno de ese país como antes yendo a Europa por un monarca.
Y la conducta grotesca de un acompañante de Gálvez, Rafael Elías, retrata el talante de esta derecha: El iracundo panista, quien se ufana de haber colaborado con Vicente Fox y ser “asesor del Departamento de Estado de EU”, mostró a sus compatriotas manifestantes su cartera repleta de billetes, les hizo señales obscenas y tomó a uno del rostro para insultarlo con una mentada.
El comportamiento de Elías, quien ya cerró su cuenta de Twitter, es análogo al de otros prohombres de la derecha como Carlos Alazraki, el publicista que confesó fabricar mentiras, y encaja con la descripción que hace el humorista argentino Diego Canutos de sus compatriotas de esa identidad ideológica: “Se creen los dueños de un país que detestan”.
A la derecha de México también le pareció un acto de heroismo que Gálvez haya salido de un recinto por la puerta trasera, después de un montaje para burlar las protestas en su contra. También se entiende ese aval: Es el elogio del fraude, de la imposición con trampas, del “haiga sido como haiga sido”.
¿A qué va Xóchitl Gálvez a Nueva York y a Washington en una gira de seis días? No a encontrarse con los mexicanos —menos con los más vulnerables, los indocumentados—, ni siquiera a andar en bicicleta para su propaganda, sino a quejarse allá de “la coyuntura difícil que enfrenta el país”, según la frase del priista Ildefonso Guajardo, jefe de la delegación.
Eso sólo quiere decir que van a suplicarle a los grupos de poder estadounidense, sobre todo al gobierno, que se inmiscuyan con más contundencia en los asuntos que sólo competen a los mexicanos, a cuatro meses de las elecciones federales en las que la coalición de derecha tiene un muy débil apoyo popular y apuestan a que las acciones desestabilizadoras del imperio los ayuden.
La visita de la delegación de la derecha se produce unos días después de que la DEA filtró a periodistas de tres medios extranjeros, dos estadounidenses, la especie de que la campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador, en 2006, recibió al menos dos millones de dólares del cártel de los Beltrán Leyva.
Obviamente esta filtración no es fortuita, sino parte de la vasta campaña para crear la percepción de que López Obrador encabeza un narcogobierno y, siendo una amenaza como vecino, Estados Unidos debe intervenir con mayor contundencia, un discurso que la delegación encabezada por Gálvez llevó a The New York Times, Washington Post, Wall Street Jornal, Univisión y Telemundo en Nueva York.
Pero además de los medios, tan hostiles a López Obrador, la delegación de la derecha va a la la Organización de Estados Americanos (OEA) y al Departamento de Estado, que es realmente lo mismo. También habrá reuniones con congresistas y con “think tanks”, centros para sembrar “la coyuntura difícil que enfrenta el país”, como dijo Guajardo, secretario de Economía de Enrique Peña Nieto.
En el Departamento de Estado, desde donde se traman todo tipo de intervenciones en el mundo —hasta invasiones militares de países—, Gálvez se entrevistará con las diferentes agencias, como la Agencia de Cooperación Internacional (USAID), que por décadas ha financiado en México y en el mundo proyectos políticos desestabilizadores.
La USAID, estrechamente vinculada con la CIA, financia a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), la organización que fundó Claudio X. González Guajardo —sólo entre 2018 y 2021 le entregó 45 millones de pesos—, y al Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), creado por Claudio X. González Laporte y Valentín Díez Morodo, los dos caciques del Consejo Mexicano de Negocios, que agrupa a los más ricos de México.
No es fortuito entonces que el invitado personal de Xóchitl Gálvez a la gira por Estados Unidos sea Juan Pardinas, el exdirector del IMCO, y también director, de 2019 a 2023, del diario Reforma, quien trabaja estrechamente hace años con los Claudio X. González, padre e hijo.
El viernes, cuando salió por la puerta de atrás, Gálvez estuvo en el Consejo de las Américas, cuyo director emérito es John Diminitri Negroponte, exembajador de Estado Unidos en México, y este lunes 5, cuando se conmemora la Constitución, fue al Centro Wilson, donde la moderadora fue Diana Villiers Negroponte, esposa del exsubsecretario de Estado y desestabilizador de América Latina en los ochenta, con escuadrones de la muerte incluidos.
En el Centro Wilson le aplaudieron cuando ligó al Presidente de México con narcos: “En el mejor de los casos, López Obrador es débil e incompetente ante el crimen. En el peor, lo aprovecha para consolidar su poder”.
Se les olvidó que Genaro García Luna, mano derecha de Felipe Calderón, está preso muy cerca de donde estuvo Gálvez por proteger al cártel de Joaquín “El Chapo” Guzmán, y que fue el PAN el que postuló como diputada a Lucero Guadalupe Sánchez, la novia del capo.
Sí: La visita de Gálvez a Estados Unidos es un acto de vasallaje y servilismo, pero no es sólo ella, sino de toda la coalición de intereses que la sustenta, la red de empresarios, políticos, intelectuales y periodistas que, muchos de ellos, han ido a la embajada de ese país a reportar y validar el injerencismo.
Y éstos son los principales organizadores de la marcha contra López Obrador, el 18 de febrero, cuando el orador único será Lorenzo Córdova, expresidente del INE y quien, como toda la derecha, enarbola las banderas de la defensa de las instituciones.
Son los entreguistas, los que, efectivamente, venden los intereses nacionales a los intereses extranjeros. Son los indignos, los moralmente derrotados.
Hace menos de tres meses, el 24 de noviembre, el escritor Federico Bonasso definió de mejor manera es estos mexicanos como los que fueron con Gálvez a Estados Unidos:
“Qué poco mexicana es la derecha mexicana, ¿se han fijado? Siempre temerosos de la amonestación de EU o Europa; agoreros del fracaso de la infraestructura nacional; educados por sus tutores del norte, en sus escuelas o con el NY Times; ideólogos, abogados del capital extranjero. Se sienten incómodos con la cultura popular o, si necesitan apelar a ella, terminan caricaturizándola. Desprecio cuando miran a los de abajo, complejo de inferioridad cuando miran a los de arriba. Luego andan rezándole al Dios de las encuestas sin entender muy bien qué está pasando”.
Álvaro Delgado Gómez
Álvaro Delgado Gómez es periodista, nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1966. Empezó en 1986 como reportero y ha pasado por las redacciones de El Financiero, El Nacional y El Universal. En noviembre de 1994 ingresó como reportero al semanario Proceso, en el que fue jefe de Información Política y especializado en la cobertura de asuntos políticos. Ha escrito varios libros, entre los que destacan El Yunque, la ultraderecha en el poder (Plaza y Janés); El Ejército de Dios (Plaza y Janés) y El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo). El amasiato. El pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas (Editorial Proceso) es su más reciente libro.
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