Colprensa,
Inestco, Colombia Plural
Por Hernando Gómez Buendía
diciembre 07, 2008
La llaman "el cuarto poder", pero en realidad es el primero: la prensa define lo que pasa – y lo que no pasa- en un país. Por eso este oficio es sagrado, y por eso el periodista tiene límites. No los que quiera imponer el gobernante de turno, sino los que exigen la Constitución y la decencia. Pero la única garantía eficaz contra los abusos de la prensa es la ausencia de monopolios.
Según el último Estudio General de Medios, la casa El Tiempo controla cerca del 55% del mercado en periódicos, el 15 % en revistas y el 10% en televisión. Su aliada en radio, Caracol, tiene un 40% de la audiencia. El segundo grupo es Semana, con el 30% de los lectores de revistas.
Alejandro Santos es el delfín de los Santos y el director de Semana: el periodista más poderoso del país. Pero hace poco se topó con el Consejo Superior de la Judicatura, la entidad que controla a los jueces. Semana había difamado al Magistrado Escobar Araujo y un juez penal le ordenó rectificar "con los mismos caracteres, colores y tamaño del artículo original" – como tiene que ser. Y como Santos, con su cohorte de abogados, quiso pasar de agache y publicó dos notas escondidas, el juez insistió en pedirle que rectifique de frente.
Entonces Santos llamó a Caracol para anunciar su decisión heroica de "ir a la cárcel" (por tres días) en defensa de "los derechos humanos". Y por supuesto ha contado con el apoyo unánime de los medios y con la vocería de las dos entidades que velan por la integridad de nuestros periodistas: la SIP que preside su padre y la FLIP que preside una de sus empleadas.
No es la primera vez que Semana aporta un mártir a la causa de la libertad. El año pasado fue su otro delfín, Daniel Samper, quien plagió el afiche de "La Última Cena" de Girbaud donde los doce apóstoles rodean a una modelo desnuda y se ganó una demanda de un grupo de cristianos indignados. Pero esa vez no había Magistrado de por medio y bastó con la campaña radial de Sánchez Cristo, el tutor de Samper, para que no hubiera rectificación ni peligro de cárcel.
Yo no conozco al magistrado Araujo, pero conozco bien la casa Semana. Durante 5 años fui su columnista, y siempre defendí el interés público. Eso crea enemigos poderosos, y en mi caso aprovecharon un descuido: dejé que desgrabaran y publicaran una charla ante un grupo de estudiantes sin haberla revisado previamente. Los periodistas al servicio de dos jefes liberales me montaron entonces un escándalo, como si a estas alturas y después de publicar como 40 libros, a mí me hubiera dado por copiar, no algún escrito exótico, sino un manual que se usa en todas las universidades y sin tomarme siquiera el trabajo de maquillarlo.
Esto no lo digo yo. Lo dijeron en dos fallos separados los "tribunales éticos" que resolvieron nombrarme Soho y Semana. Estos jueces – Javier Darío Restrepo, Carlos Gaviria Díaz, el padre Alfonso Llano y el profesor Alejandro Sanz- investigaron el incidente y concluyeron que yo había procedido "con total ausencia de mala fe" y que no había faltas a la ética.
Pero en vez de publicar el fallo o de informar siquiera a los lectores que su acusado había sido absuelto, Semana resolvió despedirme con el pretexto inaudito de que había repetido en dos columnas mis propias ideas sobre qué es "terrorismo" y qué "conflicto interno". Y de ñapa, tiempo después del incidente, Samper y Santos me siguieron calumniando en Caracol, a tal punto que mis ex jueces protestaron, Semana escondió la carta de protesta y yo puse una demanda que resultó ser tardía.
Igual que los señores de Semana, yo no creo del todo en nuestros jueces. Pero creo que el periodismo merece transparencia, y por eso invito a Santos y a Samper para que sometan su conducta al dictamen ético de las cuatro personas intachables que ellos mismos designaron (o a las personas que estas a su vez designen). En un país de monopolio y confusión, esta sería la ocasión rarísima para que dos periodistas poderosos le hagan honor a su oficio y a sus apellidos. Yo me someto de antemano a lo que digan esos jueces.
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