Laura M. López Murillo
(especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar materializado, cuando todas las medidas se desmoronan y la realidad es imponderable, ante la encrucijada del porvenir, el retorno a la esencia es el único sendero apacible y seguro...Dicen los que saben, que las crisis no deben entenderse como catástrofes, que en el fondo de los procesos decadentes siempre yace una oportunidad, y que por eso, la reflexión recuperada es el principal beneficio de las situaciones críticas.
La crisis global llegó para quedarse, y aunque se originó por la desmesura en el mercado de valores virtuales trascendió a la economía real, repercutiendo en la vida cotidiana de miles de personas y lesionando las aspiraciones de muchos miles más.Pero el derrumbe de los mercados también ha propiciado la depuración de la idiosincrasia: la prudencia y la mesura que alguna vez sucumbieron ante el consumo compulsivo, resurgen para atenuar el impacto de la crisis.Sí!... todas las situaciones generan experiencias, y suele aprenderse mucho más en los fracasos. Y la enseñanza de esta crisis consiste en revalorar los bienes intangibles, aquellos que se sustituyeron por tarugada y media, y que fueron desplazados del imaginario colectivo por la esplendorosa parafernalia del lucro.
Cuando la cultura del tener se desmorona es el momento propicio para rescatar y reivindicar la cultura del ser. Los estereotipos del mercantilismo global, inculcados en un bombardeo mediático, ahora carecen de sentido y, ojalá, desapareciesen esos patrones fatuos que estratifican a los individuos en función de los objetos que ostentan; sería un avance de magnitud planetaria si se extinguiesen esos códigos vacíos que distinguen a los seres humanos sólo por sus posesiones.Por eso ahora, cuando la crisis global coincide con la decadencia de una época deshumanizada y deshumanizante, surge la oportunidad para corregir el rumbo y ajustar el orden de las ideas; y entonces, el único sendero seguro y apacible es el retorno a la esencia legendaria que nos humaniza.
Porque en el trayecto hacia la interioridad, la desventura se transforma en templanza, lo verdaderamente hermoso recupera su aureola y lo realmente valioso elude todas las cifras. Porque en la atmósfera del desconsuelo, el calor humano irradia generosidad: y en ese elemento primigenio germina la semilla de la esperanza, florece en una pizca etérea e intangible, y brota el hilo con el que se tejen los sueños.Por todo eso, en esta Navidad deseo que emprendamos el retorno a la esencia humana, para que germine la esperanza y florezcan los anhelos.
A todos, absolutamente a todos los lectores, a mis editores y a todo aquel que tenga la bondad de leerme, les deseo que recuperen sus caudales intangibles, para que los compartan y los derrochen; que una aureola generosa abrigue todos sus momentos, y que sean humanamente plenos.Feliz Navidad!
Laura M. López Murillo es columnista local. Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos Especializada en Literatura en el Itesm.
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