por James Petras
Rebelión
«El acuerdo que está negociando la empresa surcoreana Daewoo Logistics con el gobierno de Madagascar parece ser un caso de rapiña... El caso de Madagascar parece neocolonial... El pueblo de Madagascar se expone a perder la mitad de su tierra cultivable». “Editorial” Financial Times, 20 de noviembre de 2008 «Camboya está negociando con varios gobiernos asiáticos y de Oriente Próximo la recepción de hasta 3000 millones de dólares en inversiones agrícolas a cambio de millones de hectáreas de concesiones de tierra…» Financial Times, 21 de noviembre de 2008 «Pasamos hambre entre excelentes cosechas y gran aumento de la exportación». Trabajadores rurales sin tierra ni empleo, estado de Pará (Brasil, 2003) Introducción La construcción imperial al estilo colonial vuelve con fuerza y muchos de los colonizadores son recién llegados que se han abierto paso a codazos para superar a los depredadores establecidos europeos y estadounidenses. Apoyados por sus gobiernos y financiados por las enormes ganancias de los beneficios de las inversiones y operaciones comerciales, además de los excedentes de los presupuestos, las nuevas potencias económicas neocoloniales emergentes están haciéndose con el control de amplias extensiones de tierra fértil de los países pobres de África, Asia y América Latina con la intermediación de los regímenes locales corruptos de libre mercado.
Se han concedido millones de acres de tierra, en la mayoría de los casos sin coste alguno, a potencias emergentes que, como mucho, prometen invertir millones en infraestructuras para facilitar el traslado de los productos agrícolas de su propiedad, fruto de sus saqueos, a sus propios mercados locales y abonar los salarios en vigor de menos de 1 dólar diario a los campesinos locales indigentes y están elaborándose proyectos y acuerdos entre potencias emergentes y acomodaticios regímenes neocoloniales para expandir la apropiación imperial de tierras hasta abarcar decenas de millones de hectáreas de tierras cultivables más en el futuro muy cercano.
La gran transferencia o venta barata de tierras tiene lugar en un momento y en unos lugares en los que el número de campesinos sin tierra está creciendo, los campesinos de subsistencia están siendo expulsados por el estado neocolonial y llevados a la quiebra por medio de las deudas y la falta de crédito. Se criminaliza, reprime, asesina o encarcela a millones de campesinos y trabajadores rurales sin tierra organizados que luchan para conseguir tierra cultivable y se expulsa a sus familias a los barrios de chabolas urbanos plagados de enfermedades. El contexto histórico, los protagonistas económicos y los métodos de construcción del imperio agrícola-comercial tienen grandes semejanzas y diferencias con la construcción imperial al antiguo estilo de los siglos pasados. Explotación agroimperial de antiguo y nuevo cuño Durante los cinco siglos pasados de dominio imperial, la explotación y exportación de productos agrícolas y minerales desempeñó una función clave en el enriquecimiento de los imperios europeo y estadounidense.
Hasta el siglo xix , los latifundios y plantaciones a gran escala, organizados en torno a cosechas de productos básicos, se basaban en el trabajo forzado, con esclavos, sirvientes obligados, semisiervos, granjeros arrendadores, temporeros y otras formas variadas de trabajo (incluidos los prisioneros) con el fin de acumular riqueza y beneficios para los colonizadores, los inversores en el país natal y las tesorerías del estado imperial. Los imperios agrícolas se afianzaban por medio de la conquista de los pueblos indígenas, la importación de esclavos y trabajadores en régimen de servidumbre, la apropiación por la fuerza y la desposesión de las tierras comunitarias y el gobierno por medio de funcionarios coloniales. En muchos casos, los regentes coloniales incorporaron a las elites locales (nobles, monarcas, jefes tribales y minorías favorecidas) como administradores y reclutaron a los nativos desposeídos y empobrecidos para servir como soldados coloniales liderados por oficiales blancos europeos y estadounidenses. El agroimperialismo de estilo colonial comenzó a recibir ataques de los movimientos de liberación nacional con base popular durante el siglo xix y la primera mitad del siglo xx , lo que culminó en el establecimiento de regímenes nacionales en toda África, Asia (excepto Palestina) y América Latina.
Desde el inicio mismo de su gobierno, los estados que habían obtenido recientemente su independencia siguieron diversas políticas en relación con la propiedad y explotación de la tierra de la era colonial. Algunos de los regímenes radicales, socialistas y nacionalistas finalmente expropiaron, bien en parte o en su totalidad, a los propietarios de tierras extranjeros, como fue el caso en China, Cuba, Indochina, Zimbabwe, Guayana, Angola, India y otros. Muchas de estas «expropiaciones» resultaron en transferencias de los terrenos a la nueva burguesía poscolonial emergente, lo cual dejó a la masa de mano de obra rural sin tierra o confinada a las tierras comunitarias.
En la mayor parte de los casos, la transición de régimen colonial a poscolonial vino avalada por un pacto político que garantizaba la continuación de las pautas coloniales en cuanto a propiedad y cultivo de la tierra, comercialización y relaciones laborales (lo que se describe como un «sistema de agroexportación neocolonial»). Con escasas excepciones, la mayoría de los gobiernos independientes no cambiaron su dependencia en cultivos para exportación, no diversificaron sus mercados de exportación, no desarrollaron la independencia alimentaria ni financiaron el asentimiento de los pobres rurales en las tierras públicas fértiles sin cultivar. En aquellos lugares en los que sí se realizó la distribución de la tierra, los regímenes no invirtieron lo suficiente en las nuevas formas de organización rural (granjas familiares, cooperativas o ejidos comunitarios) o impusieron empresas estatales a gran escala de control central que se dirigieron de forma poca eficaz, no ofrecieron incentivos adecuados a los productores directos y se explotaron para financiar el desarrollo industrial urbano. Como resultado de ello, gran número de granjas y cooperativas estatales terminaron por desmantelarse.
En la mayoría de los países, amplias masas de pobres rurales continuaron sin tierra y sujetos a las exigencias de los recogedores de impuestos, personal de reclutamiento militar y prestamistas usureros locales y fueron expulsados de las tierras por especuladores, promotores inmobiliarios y funcionarios nacionales y locales. Neoliberalismo y el alza del nuevo agroimperialismo Emblemática del agroimperialismo de nuevo estilo es la toma surcoreana de la mitad de suelo cultivable total de Madagascar (1,3 millones de hectáreas) según un arrendamiento de 70 a 90 años, según el cual la empresa Daewoo Logistics Corporation de Corea del Sur espera no pagar nada por un contrato para cultivar maíz y aceite de palma para la exportación[ 1 ].
En Camboya, varios países agroimperialistas de Asia y el Oriente Próximo están «negociando» (con grandes sobornos y ofertas de lucrativas «sociedades» locales para los políticos locales) la adquisición de millones de hectáreas de tierra fértil [ 2 ].
La amplitud y profundidad de la nueva expansión agroimperial emergente en la parte rural empobrecida de los países asiáticos, africanos y latinoamericanos supera ampliamente la del anterior imperio colonial antes del siglo xx . El sitio web GRAIN ha compilado recientemente una lista detallada de los nuevos países agroimperialistas y sus neocolonias [ 3 ].
Las fuerzas que impulsan la conquista agroimperialista y la acumulación de tierras contemporáneas pueden dividirse en tres bloques:
1. Los regímenes petroleros árabes nuevos ricos, en su mayoría entre los países del Golfo (en parte por medio de sus fondos de riqueza soberana).
2. Los recientemente emergentes países imperialistas de Asia (China, India, Corea del Sur y Japón) e Israel.
3. Los anteriores países imperialistas (EE. UU. y Europa), el Banco Mundial, los bancos de inversión de Wall Street y otras empresas financieras variadas especuladoras imperialistas.
Cada uno de estos bloques agroimperiales se organiza en torno a uno a tres países líderes: Entre los países imperialistas del Golfo, Arabia Saudí y Kuwait; en Aria, China, Corea y Japón son los principales acaparadores de tierra. Entre los depredadores europeos, estadounidenses y del Banco Mundial se encuentra una amplia gama de monopolios agroimperialistas que están comprando tierras, desde Goldman Sachs o Blackstone en Estados Unidos, Louis Dreyfuss en los Países Bajos y Deutschbank en Alemania.
Los mayores terratenientes capitalistas del mundo se han apropiado, o están a punto de hacerlo, de más de varios cientos de millones de tierra cultivable en lo que constituye una de la mayor concentración de propiedad de tierra en manos privadas en la historia de la construcción de imperios. El proceso de construcción de un imperio agrícola opera en gran medida a través de mecanismos políticos y financieros a los que preceden, en algunos casos, golpes de estado militares, intervenciones imperiales y campañas de desestabilización para establecer «socios» neocoloniales adaptables o, más exactamente, colaboradores dispuestos a cooperar en esta ingente apropiación imperial de tierras.
Una vez en su lugar, los regímenes neocoloniales africanos, asiáticos y latinoamericanos imponen una agenda neoliberal que incluye la desintegración de las tierras de propiedad comunitaria, la promoción de estrategias de exportación agrícola, la represión de todo movimiento de reforma agrícola local entre los agricultores de subsistencia y los trabajadores rurales sin tierra que exija la redistribución de las tierras públicas y privadas fértiles en barbecho. Las políticas de mercado libre de los regímenes coloniales eliminan o reducen las barreras arancelarias a las importaciones de alimentos subvencionados, en gran medida de Estados Unidos y de Europa.
Estas políticas dejan en la bancarrota a los granjeros y agricultores de los mercados locales, con lo que se aumenta la cantidad de tierra disponible para su «arrendamiento» o venta a los nuevos países y multinacionales agroimperiales.
Los estamentos militar y policial desempeñan una función clave en la expulsión de los granjeros empobrecidos, endeudados y hambrientos y en impedir que la tierra fértil sea ocupada y utilizada para la producción de alimentos por okupas. Una vez puestos en su lugar los regímenes colaboradores neocoloniales y puestas en práctica sus agendas de «mercado libre», el escenario está preparado para la entrada de países e inversores agroimperiales para hacerse con amplias áreas de tierra cultivable. Israel es la excepción más importante a esta pauta de conquista agroimperial, puesto que depende del uso continuado y masivo de la fuerza contra una nación entera, de forma que despoja a los campesinos palestinos y se hace con el territorio por medio de colonos armados, al estilo del anterior imperialismo colonial europeo y estadounidense [ 4 ]
La capitulación suele seguir una de dos rutas o una combinación de ambas: Los nuevos países imperiales emergentes se ofrecen o el régimen neocolonial les pide que inviertan en «desarrollo agrícola». A esto le siguen unas «negociaciones» unilaterales en las que sustanciales cantidades en efectivo pasan desde las arcas imperiales a cuentas bancarias en el extranjero que pertenecen a sus «socios» neocoloniales.
Los acuerdos y las condiciones de los contratos son extremadamente desiguales: Los alimentos y productos agrícolas se exportan, casi en su totalidad, de vuelta a los mercados interiores del país agroimperial, incluso aunque la población del «país anfitrión» esté hambrienta y dependa de los envíos de emergencia de alimentos que envían las agencias «humanitarias» imperiales.
CUEVA REBELDE ITZCUINTLI
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