12/18/2008

Estados Unidos, 1783: ¿tierra de libertad o imperio liberticida?


Los dos pulmones
Desde 1783, en que Londres reconoció la independencia de sus trece colonias de Norteamérica, los gobernantes de Estados Unidos han proclamado que ésta es “the land of the free” --tierra de libertad o tierra de hombres libres--, protectora de la justicia y modelo del bienestar. Con esa idea, casi mesiánica, se han abrogado el derecho de invadir a otros países o intervenir en sus asuntos internos, para avasallarlos o imponerles la forma de sistema político y económico que el país debe tener; pero, lejos de liberarlos o hacerlos más justos y prósperos, lo que han hecho es destruir o empobrecer a muchos de ellos, asesinar a decenas de millones de seres humanos, y robarles, mediante la guerra o la violación de las leyes y los tratados, grandes extensiones de tierras que hoy forman el 86% del territorio nacional de Estados Unidos.

Como vimos en el artículo anterior, por el Tratado de París, de 1763, que puso fin a la real primera guerra mundial, conocida como de los Siete Años, Francia tuvo que cederle Canadá a Inglaterra y, además, el territorio que se halla entre el Mississippi y las Appalachias, que formaba parte de la Nueva Francia. Esta extensa región, que hoy comprende nueve Estados, tenía una extensión de 1.170,000 kilómetros cuadrados. Las trece colonias, que comprendían, además, Maine y Vermont, tenían 1.375,000 Km2. Aunque España cambió la Florida por La Habana, ocupada ésta por los ingleses al final de la guerra, la península no integró el país original, sino que, unos años después, formó parte, otra vez, del Imperio Español, hasta 1821.

Estados Unidos, o sea las trece colonias, incluyendo, además, Maine y Vermont, nació como una república que poseía territorios cuya extensión era casi la del país original. En rigor, esos territorios eran una posesión imperial en la que se hablaba francés, no inglés, y varios dialectos autóctonos, pues había pertenecido a Francia por dos siglos y estaba habitada por cientos de miles, quizás millones, de nativos que formaban decenas de tribus.

Al nacer, Estados Unidos llegaba del Atlántico al Mississippi y tenía 2.545,000 Km2, pero de ésos, el 54% era, propiamente, el país; el resto, o sea el 46%, eran posesiones imperiales. El país llegaba del Atlántico a las Appalachias; las posesiones imperiales, de las Appalachias al Mississippi. Eran los pulmones de un solo cuerpo, el imperio.

Estados Unidos, pues, no nació como república democrática, sino como república imperial, que dominaba un extenso territorio ganado por una guerra en la que un millón de colonos de ascendenciabritánica venció a sesenta mil colonos de ascendencia francesa. Y no nació como tierra de libertad, pues en ella carecían de derechos las mujeres, los nativos, los esclavos, los negros emancipados, los criados –una clase en sí misma--y los pobres, o sea los que carecían de bienes inmuebles. Todas estas clases formaban más del 80% de la población. Menos del 20%, pues, tenía derechos, entre ellos el del sufragio.

En Atenas, hace 2,500 años, esa proporción era mayor.

Pero vayamos un poco mas allá de 1783:

2-. Las nubes de la tormenta

Aquella guerra que no duró siete sino nueve años, afectó la economía del Imperio Británico y el nuevo rey, Jorge III, queriendo fortalecer un poder que su abuelo había ejercido con discreción, se rodeó de un grupo de consejeros arrogantes y corruptos al que se llamó “King’s Friends”, o los Amigos del Rey. Influido por ellos, aumentó los impuestos que las trece colonias debían aportar a la corona para sufragar sus gastos, sobre todo militares.

Hasta ese momento, la autoridad armada de las colonias era ejercida, más que por las tropas del imperio, por las milicias coloniales que eran nombradas por los gobernadores y las asambleas coloniales y estaban integradas, en su gran mayoría, por personas nacidas en Norteamérica.

La primera medida que adoptó el Parlamento británico, dominado por el rey y sus amigos, fue la de las Actas de Navegación (Navigation Acts), prohibiendo el comercio de las colonias con otros países y, luego, en 1765, el Acta del Sello (Stamp Act) que aumentaba los impuestos, ya que muchos documentos oficiales, como ventas de casas, hipotecas, periódicos, panfletos y otros, tenían que llevar sellos que eran vendidos por el gobierno de Londres. Como, además, los colonos no tenían representación en el Parlamento, esto provocó una repulsa en las trece colonias que se unieron bajo el lema “no taxation without representation” –no impuestos sin representación--, y ésta puso de relieve el dilema sobre si la máxima autoridad legal en las colonias era el Parlamento de Londres o los trece parlamentos coloniales. Los colonos insistieron en que esa autoridad debía ser la de sus legisladores. Esta fue la semilla de la independencia, la nube que desató el temporal de la violencia que culminó en la separación de la república imperial del imperio que la había creado.

Aunque el Acta del Sello fue abolida al año siguiente, el descontento se mantuvo. Unos meses después, el Parlamento aprobó las Actas de Townshend, que imponían grandes impuestos al cristal, el plomo y el té. Al mismo tiempo, estas actas le negaban derechos legales a quienes las violaran, permitiendo el registro arbitrario de almacenesy negocios para descubrir contrabandos. Los colonos protestaron y Boston se convirtió en el centro de la agitación. Jorge III respondió con la fuerza y varios batallones que se hallaban en Canadá fueron enviados a la rebelde ciudad.

3-. Un simple cambio de nombre

El 5 de marzo de 1770, cientos de colonos provocaron a las tropas. Estas dispararon y hubo cinco muertos. La Masacre de Boston agravó el resentimiento en las colonias (en cuanto al número de muertos, aquel crimen fue 24,000 veces menor que la inmensa masacre que provocó el gran bombardeo incendiario al barrio obrero de Tokío, el 9 y 10 de marzo de 1945, en que fueron asesinados –quemados vivos-- unos 120,000 seres humanos, en su gran mayoría mujeres, ancianos y niños, perpetrada por el gobierno que surgió de aquella masacre de 1770, y de otras masacres, 175 años después)

Los colonos no permitieron que se desembarcaran los cargamentos de té en Filadelfia y Nueva York y, el 16 de diciembre de 1773, en Boston, otros colonos, disfrazados de ‘indios’, asaltaron los barcos ingleses y lanzaron cargamentos enteros de té al mar, en lo que fue conocido como el Boston Tea Party.

Lejos de llegar a un acuerdo razonable con los colonos, el Parlamento británico aumentó la represión y aprobó las Actas Intolerables, que cerraron el puerto de Boston y reprimieron la libertad de asociación. Las tropas ocuparon varios edificios públicos. La indignación aumentó.

El 5 de septiembre de 1774, doce colonias enviaron representantes a Filadelfia para lo que se conoció como el Primer Congreso Continental, en el que Georgia estuvo ausente. Esta asamblea intercolonial se reunió hasta fines de octubre y sus delgados trataron de reconciliarse con Londres si la corona realizaba las reformas que pedían, como si los imperios creyeran en razones y no sólo en la fuerza (¿ha cambiado en algo el imperio de esta orilla que surgió del imperio de la otra orilla en 234 años, ahora que Barack Obama escoge un gabinete de fanáticos guerreros en vez de formar uno con personas razonables y pacíficas?)

Ya el único camino que le quedaba a los colonos, a fines de 1774, era la guerra.

En la noche del 18 al 19 de abril de 1775, el general Thomas Gage, comandante de las fuerzas británicas, envió a unos 800 soldados a ocupar un cargamento de municiones que unos milicianos de Massachusetts, conocidos como minutemen, habían almacenado en el pueblo de Concord, a 18 millas de Boston. El platero Paul Revere llegó hasta los milicianos y les dio la alarma. Hubo un grave encuentro en Lexington, ocho milicianos murieron y los británicos llegaron a Concord. Se produjo aquí, entonces, una encarnizada batalla en que los británicos tuvieron 73 muertos y 174 heridos, y los milicianos sufrieron 88 bajas, entre ellas 49 muertos.

El Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia, el 10 de mayo de 1775, para considerar el gran levantamiento de las milicias que ya abarcaba toda Nueva Inglaterra. De él surgió un prototipo de país con el nombre de Colonias Unidas de América (United Colonies of America) y se formó el Ejército Continental, cuyo comandante en jefe fue el general George Washington, quien ya se había hecho famoso por aquel ataque al amanecer a los soldados dormidos de Francia y el aún no aclarado del todo asesinato del diplomático Jumonville. Este coronel de Virginia, ascendido ya a general, iba a comandar un ejército formado casi en su totalidad por milicianos de Nueva Inglaterra.
Dos semanas antes de que Washington asumiera la jefatura del Ejército Continental que fue apoyado por las milicias de las trece colonias, tuvo lugar la gran batalla de Bunker Hill, cerca de Boston, en que las tropas británicas tuvieron casi mil muertos y las milicias unos quinientos. Los milicianos tuvieron que abandonar Bunker Hill, pero la victoria de los británicos fue pírrica porque tuvieron dos veces más muertos que los vencidos.
No hay espacio en un simple artículo para narrar los triunfos ni los reveses de Washington y sus lugartenientes, Sullivan, Montgomery, Greene, Gates, Arnold y otros. Eran hombres valientes que pelearon con gran coraje para defender la causa en la que creían. El propio Washington se condujo con talento militar … no tenía otro.
En el cénit de la guerra, cuatro años después, Washington tendría una fuerza de 20,000 soldados, 230,000 milicianos, cientos de combatientes de la tribu o­neida, y unos 35 barcos de guerra. El Imperio Británico tendría 12,000 soldados, 55,000 voluntarios, 5,000 combatientes de la Confederación Iroquí, unos 30,000 mercenarios, en su mayoría de varios Estados alemanes, y 100 barcos de guerra.
El 4 de julio de 1776, muchos delegados al Segundo Congreso Continental y otros se reunieron en Filadelfia y adoptaron la Declaración de Independencia, escrita por Thomas Jefferson, que proclamó la liberación de las trece colonias, aunque la guerra se haría aun mucho más cruenta hasta 1781, en que el grueso de las tropas imperiales fue derrotado en Yorktown, en una batalla que duró casi un mes, de fines de septiembre a mediados de octubre.
Por el Tratado de París del 3 de septiembre de 1783, el Imperio Británico reconoció la independencia del nuevo país.
En el próximo artículo veremos quienes eran, realmente, los firmantes de la Declaración de Independencia y, en 1787, de la Constitución, considerados como los Padres Fundadores (Founding Fathers) de este país, todos miembros y representantes de una exigua minoría de la población, casi todos dueños de grandes fortunas, sobre todo latifundios llenos de esclavos y criados -esclavos temporales-, como Washington, Adams, Jefferson y otros que después serían, también, mandatarios.
Veremos también que aunque los menos lograron la libertad, el poder y el bienestar, los muchos se hundieron aun más en la miseria, la persecución, el desprecio y la esclavitud.
Las colonias adoptaron otro nombre, Estados Unidos de América, que fue aun más imperio.
4-. Obama: las sombras de ayer en las sombras de hoy
Dos siglos y cuarto después de aquel nacimiento, el imperio es mucho mayor en tamaño y mucho menor en escrúpulos. Sus manos son más grandes y sus uñas tienen más filo. Ya no domina sólo las tierras del Atlántico al Mississippi, ahora cubre medio continente, de océano a océano y de golfo a lagos grandes, y una extensa península cercana al Polo Norte que es tres veces mayor que Francia, y unas bellas islas en medio del Pacífico, y otra ínsula, aun más preciosa, a la entrada del Mar Caribe, y bases militares en sesenta países, entre ellas siete nucleares, y cientos de miles de soldados, en dos naciones, más bien en tres, que han causado más de un millón de muertos en siete años; y domina la vida económica y política de decenas de países en todos los continentes; y tiene, además, un pequeño subimperio nuclear de siete millones y medio de habitantes enclavado dentro del área geográfica del mundo mulsulmán, de 1,500 millones de seres humanos, con el que se halla en guerra perenne y cuya batalla actual acaece en Gaza.

¿Va a ponerle un freno Obama a ese sangriento desenfreno imperial? Tengo la lejana y deprimente sospecha que lo va a proseguir de una forma aun más desenfrenada.
Veamos lo que ha sucedido en esta semana:
ISRAEL: Haaretz, el diario más importante del país, dice: “Obama será algo bueno para Israel”. Por su parte, el primer ministro Ehud Olmert dice: “No sólo nos defenderemos, sino que atacaremos a nuestros enemigos y aniquilaremos de una vez con todo aquello que amenace nuestro diario vivir”. Y añade: ‘La señora Hillary Clinton es amiga de Israel”. Por supuesto que se refiere en forma indirecta a las declaraciones de la entrante Secretaria de Estado en cuanto a que Irán debe ser destruido con armas nucleares si ataca sin armas nucleares a Israel. Eso no lo ha dicho ni Ariel Sharon, la espada del sionismo.
Mientras tanto, ante la indiferencia de Obama y los gobiernos capitalistas, entre ellos los de las naciones árabes, y por supuesto de Bush y su pandilla, las tropas sionistas siguen martirizando al millón y medio de ciudadanos de la Franja de Gaza, cortándoles los suministros de comida y combustible, lo que está provocando una gran tragedia humana. El martirio del pueblo palestino, que comenzó en mayo de 1948, es uno de los crímenes más grandes de la “civilización”, similar al de los judíos de Europa en los años 30 y 40 del Siglo XX. No puede ser otra cosa que una curiosa ironía de la historia que los descendientes de aquéllos que tanto sufrieron la garra genocida del nazismo, sean los mismos que usan ahora los propios métodos en este nuevo genocidio.
PAKISTAN: siguen los bombardeos de la aviación imperial y los subrepticios ataques de sus tropas a los patriotas que defienden a este país de la sangrienta agresión extranjera en el Medio Oriente. Los insurrectos ya han destruido unos 400 camiones --entre ellos casi 100 Humvees--, de los que se dedican a transportar toda clase de suministros del puerto de Karachi a Afganistán, a través de las regiones tribales de Pakistán. La Asociación de Transportistas de Kyber, formada por miles de choferes que disponen de unos 3,000 camiones, acaba de declarar que no llevará cargas desde Karachi al Paso de Kyber, en la frontera con Afganistán, que es la forma en que la OTAN (léase Estados Unidos) abastece de parque de guerra, comida, combustible y otros suministros a las tropas extranjeras que pelean en Afganistán.
Obama ha dicho que el problema principal no es Irak, sino Afganistán, y que va a enviar decenas de miles de soldados adicionales a ese país hasta que se logre la victoria, o sea que se derrote al gran movimiento nacional de los Talibanes, que cuenta con el apoyo de la gran mayoría de los pueblos de Afganistán, Pakistán, Irak e Irán, ygran apoyo en India y Bangladesh.
Al priorizar Obama la guerra de Afganistán, ¿cómo va, entonces, a resolver el suministro por tierra, que llega por mar a Karachi y va por tierra, de sur a norte, por todo Pakistán hasta Penshawar y entra a Afganistán por el paso de Kyber, y que forma el 70% de todo lo que le llega a las tropas imperiales en Afganistán? Como se sabe que las tropas paquistaníes son impotentes para vencer a quienes destruyen esos transportes porque cuentan con el apoyo del pueblo y de los jefes tribales que dominan amplias zonas del norte de Pakistán …. ¿va a ordenar Obama masivos bombardeos a Pakistán, a lo que se opone el gobierno del presidente Al Zardiri? ¿Va a invadir a Pakistán con decenas de miles de soldados para asegurar los suministros? La historia prueba que ninguna fuerza militar puede triunfar si no asegura sus fuentes de suministros. Lo probó Napoleón en Rusia, Francia en la guerra de 1754-63, y se ha comprobado cientos de otras veces en la historia.
AFGANISTAN: Los graves problemas de este país, que prolongan la guerra, son:
A-. Los combatientes antimperialistas, que defienden a su patria de la agresión extranjera, no operan en las ciudades, como en Irak, sino en el campo: cuesta mucho más trabajo controlarlos.
B-. El gobierno de Hamid Karzai se debilita cada día más.
C-. Los combatientes tienen un gran santuario en el vecino Pakistán.
D-. El país se ha convertido, otra vez, en el primer productor de la amapola del opio, de la que sale la heroína, una de las mercancías más valiosas del mundo. Se sabe que Karzai está involucrado en este fabuloso negocio. No lo va a dejar ni aunque tenga que matar a la madre que lo parió. La CIA está involucrada también, como cuando controlaba, a través del Viejo Bush, el negocio de la droga en Chiang Mai, Tailandia.
E-. La infraestructura del país es muy deficiente y la geografía muy abrupta, lo que dificulta el movimiento de las tropas de la OTAN (léase Estados Unidos)
F-. En los últimos meses ha habido más violencia en este país que en Irak.
G-. En Irak hay un nuevo gran líder, Muqtada al-Sadr; en Afganistán sigue siendo el Mullah Mohammed Omar.
H-. La guerra lleva ya siete años y dos meses y hasta los más optimistas predicen que durará varios años más. Más larga que la de Vietnam
Finalmente, mi aplauso a Montazer al Ziadi, periodista del telecanal Al Bagdadia, quien hace unos días, en Bagdad, le lanzó sus zapatos al verdugo de su país. El pueblo entero lo aclama como héroe, pero lo hubiera hecho mucho más si no hubiesen sido zapatos

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