12/16/2008

¿Qué hacer con el ejército?


Los militares han empezado a elevar la voz sobre lo que ellos llaman la degradación del ejército y paso a paso va quedando clara su postura que usualmente es secreta.

En primer lugar se nos revela que en 2008 han desertado 18 mil soldados y esta cifra asciende en los últimos 8 años a 150 mil. La pregunta obvia es ¿por qué desertan los soldados? En los últimos tres años 177 elementos de élite dejaron al Ejército y de éstos un número no precisado se pasó a las filas del crimen organizado.

¿Se trata de un problema de lealtad?, ¿de condiciones de vida?, ¿de que la vía militar no sea una opción de vida para la gente? Al parecer ser miembro de las fuerzas armadas no es un camino de progreso, sino tal vez el medio para entrenarse y asumir nuevos retos. Siempre cabe la posibilidad de que el crimen organizado haya enviado a su gente a entrenarse en el ejército, adquirir inteligencia y después pasarse a sus verdaderas filas, si esto es así, se abre el caso que el fisco este pagando el entrenamiento de las filas armadas del crimen organizado.

Los militares dicen que la deserción se debe a las carencias del ejército. ¿Cuáles? Porque por las peticiones no se encuentra la mejoría en la calidad de vida de los soldados. Si no hay fondos para mantener al ejército que reduzcan al número de soldados. Si no hay dinero para enviarlos en misiones que los dejen en los cuarteles, es intolerable que los soldados tomen comida de otras personas y de paso se apropien de propiedades ajenas. Agréguese el daño patrimonial provocado cuando rompen puertas y destruyen mobiliario donde se supone investigan. Los soldados son usados como rescatistas, policías, guardias de boletas electorales y por donde pasan dejan una estela de abuso, malestar y quejas. Los mandos del ejército deben dar cuentas sobre este cuadro pero en cambio se han mantenido fuera de la supervisión social y hasta del congreso. Una vez denuncie que el hijo del secretario de la defensa había recibido la concesión para construir una base militar y a las pocas horas de la publicación del artículo estaba yo fuera del periódico. La jerarquía militar en lugar de enfrentar el problema delincuencial en sus filas pide dinero para entrenamiento de derechos humanos que debería estar presente por definición.

La argumentación de “degradación” del poder militar y la falta de atención de demandas vitales para el funcionamiento castrense es débil como evidencia. Parece que el ejército hace peticiones poco acordes a la realidad nacional. Por ejemplo, quieren adquirir aviones de combate y baterías antiaéreas. ¿Para qué las quieren? ¿Contra quién van a lanzar sus aviones de combate?, ¿estarán previendo que nos va a atacar alguna potencia extranjera y necesitamos defendernos con artillería antiaérea? Les funcionó el dislate de comprar lanchas torpederas con misiles mar-tierra o caza bombarderos, y tal vez pensaron al abrir la puerta del dispendio mayor este continuaría per secula seculorum.

Es muy tentador crear grupos de élite. La Secretaría de la Defensa creo los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (Gafes) y los Grupos Anfibios de Fuerzas Especiales (Ganfes) pero también en éstos se registra deserción. Según El Universal en total, la cifra de deserciones de tropas de élite reconocidas y documentadas por el Ejército es de mil 560 elementos.

Al igual que hace la policía que ignora a los elementos que se van o que corre tampoco la Secretaría de la Defensa realiza un seguimiento de los desertores o de sus efectivos que se retiran; la Secretaría de Marina si cuenta con un mecanismo de seguimiento de quienes han pertenecido a sus fuerzas especiales. ¿Por qué uno si puede y el otro no?

Alguien vive en una tierra de fantasía. Foxilandia parece haber contagiado a Carstens y a los militares. El ejército debe ver hacia adentro para resolver sus deficiencias antes de solicitarle más dinero al congreso. El ejército mexicano debe manifestarle a la sociedad cual es su visión y misión estratégica para sobre eso montar sus necesidades y peticiones. Es indudable lo imperativo de una redefinición. Ya es hora que los mandos del ejército den cuentas ante la nación, porque no es posible que tengamos periodistas solicitando asilo político por amenazas de muerte del ejército y no haya la menor consecuencia.

Antes de entrar al juego de las cifras de dinero, de las presiones burocrático-políticas para satisfacer los apetitos de las fuerzas armadas, necesitamos replantear cual debe ser el papel del ejército en un país pacifista sin conflictos con sus vecinos y sin intereses expansionistas. No deben reemplazar la tarea policiaca (hasta de policía fiscal le hacen) ni resguardar paquetes electorales, tal vez llegó el momento de una reingeniería de fuerzas de seguridad que ponga a cada fuerza en su lugar y mande a retiro a quién haya que hacerlo.
Samuel Schmidt

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