1/22/2009
Los engaños del clero
ALVARO DELGADO
MÉXICO, D.F., enero (apro).- Con la presencia del secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, en el Teatro de la República de Querétaro, donde se promulgó la Constitución vigente, el conglomerado político más longevo del planeta, la Iglesia católica, materializa un nuevo desafío a las instituciones de México, controladas por sus cómplices –que se camuflan como fieles– para avanzar en su proyecto de desmantelar el Estado nacional.
Este desmantelamiento no es sólo para que el clero recupere formalmente los privilegios previos a las Leyes de Reforma y la Constitución de 1917, como sus vastas propiedades inmobiliarias y su inmunidad ante la ley –de las que sigue gozando de facto–, sino con el fin de constituirse como un Estado paralelo para gobernar, literalmente, a la nación.No es fortuito, por eso, el encuentro “cultural” que el segundo hombre más poderoso del Estado vaticano y la curia romana, detrás de Joseph Ratzinger, presidió este lunes 19 en el Teatro de la República, en Querétaro, porque se trata de un lugar emblemático para el Estado laico, que aborrecen el clero y los supuestos “intelectuales” que ahí se dieron cita proclamando un falso discurso.
En ese recinto, que ha sido mancillado por los jerarcas más retrogradas de la Iglesia católica, no sólo se promulgó el 5 de febrero de 1917 la Constitución que ratificó la separación entre la iglesia y el Estado, sino que ahí, en 1854, se estrenó el Himno Nacional y en ese lugar también –como refiere Rodrigo Vera en el reportaje que al respecto se publica en el semanario Proceso– se reunió el consejo de guerra que sentenció a muerte al emperador Maximiliano y a los generales imperialistas Miguel Miramón y Tomás Mejía.En contraste con la vasta propaganda previa al Encuentro Mundial de las Familias, celebrado toda la semana en la Ciudad de México y clausurado en la Basílica de Guadalupe, el domingo 18, el encuentro “cultural” en el Teatro de la República fue mantenido oculto hasta en vísperas de su celebración, justamente porque la política negra quiso neutralizar los reclamos ciudadanos que lo habrían hecho imposible.
Por su parte, el gobierno de Felipe Calderón –y por supuesto el de Querétaro– dio todas las facilidades para celebrar el encuentro que bien pudo realizarse en cualquier otro foro, el centro de convenciones, la catedral, la plaza de toros Santa María y hasta el estadio Corregidora -que ya ha sido usado como parroquia–, pero eso no era lo que quería el Vaticano, sino algo más simbólico.El organizador del encuentro cultural de “intelectuales y académicos” cristianos, Rodrigo Guerra López simuló no saber por qué el Episcopado Mexicano, para cumplir con la encomienda del Vaticano, dispuso que fuera en Querétaro. “Supongo que fue simplemente por su cercanía con la Ciudad de México; ignoro si hubo otras razones”.–¿Y por qué el Teatro de la República? -le preguntó Vera.–Porque en Querétaro todos los eventos relevantes en el ámbito del arte, la cultura y la academia se realizan en ese teatro.–Sin embargo, el teatro es un recinto con mucho significado para el Estado laico.
Ahí se firmó la Constitución. Algunos sectores protestarán por ese encuentro de la iglesia… -le hizo ver Vera.–Sí, así es, se sentirán agraviados. Pero ya pasaron los tiempos en que los católicos creíamos en modalidades de un Estado confesional. Hoy los católicos no sólo tenemos que colaborar para construir, sino también para defender la laicidad del Estado.“El papa Benedicto XVI y el cardenal Bertone insisten en que una propuesta fundamental de la Iglesia es el diseño del Estado laico. Es el único modelo que puede separar la realidad religiosa de los intereses del poder, que son legítimos, pero distintos de aquella.”Si en México no existiera un acervo tan amplio de agravios del clero a los principios libertarios y de justicia, y de su estrecho contubernio con el poder, podría pensarse que tiene razón el señor Guerra, que la jerarquía y sus cómplices ya depusieron su proyecto de desmontar el Estado laico y hasta sumarse a su reforzamiento.
Pero simplemente la agenda que se expuso en el Encuentro Mundial de las Familias niega, en los hechos, las palabras de Guerra, un personero de la jerarquía católica que entre sus gracias se cuenta haber sido secretario del primer gobernador panista de Querétaro, Ignacio Loyola Vera.Este dato sólo es uno de los abundantes que existen para acreditar la relación estrecha entre la iglesia católica y autoridades del Partido Acción Nacional (PAN) que juraron respetar y hacer respetar la Constitución –como lo hizo Calderón aun en su carácter ilegítimo–, pero en los hechos actúan en complicidad por sus objetivos comunes.En esta connivencia se inscribe la presencia de Calderón y la homilía que pronunció en la inauguración del encuentro católico en el centro Bancomer de Santa Fe.
Por eso a los escribanos oficialistas no termina de quedarles claro que ese personaje, a la manera de sus correligionarios de El Yunque –como Manuel Espino y Carlos Abascal– detesta el Estado laico.En este caso, como en todos, Calderón incurre en impostora.ApuntesUn impostor es, también, el alcalde panista de Guanajuato capital, Eduardo Romero Hicks, quien expresa la condición retrógrada del PAN que, en otros momentos, acreditaron personajes de la talla del gobernador de esa entidad, Juan Manuel Oliva; el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez; el alcalde de Zapopan, César Coll; Ana Rosa Payán, la alcaldesa de Mérida; y el propio Calderón.Ahora Romero Hicks trata de distraer a la opinión pública con una campaña para, según él, hacer de Guanajuato “la capital del beso” y atraer el turismo, pero siguen vigentes las sanciones, por ejemplo, al comercio en vía pública del que viven muchos cuevanenses…
Elba Esther Gordillo, la impune cacique del magisterio y socia de Calderón, va al rescate del PAN no solo en Nuevo León, mientras que otro socio de Calderón, el empresario gasero Jesús Zaragoza López trata de acallar judicialmente a Miguel Badillo y Ana Lilia Pérez, director y reportera de la revista Contralínea, por haber sido él mismo el que exhibió sus propias complicidades…
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