El ultraje es incurable.
Primo Levi
No se que es más imprudente, haber puesto a prueba el estado de derecho al ser detenido por el ejército mexicano o denunciar el abuso por escrito.
Era casi la una de la mañana del 13 de junio y el tráfico en el Puente Córdova de Juárez a El Paso estaba parado. Se movió en diez minutos un poco para volverse a parar. Pronto se aclaró el misterio: los militares frenaban el tráfico.
Se me acercó un soldado y preguntó si llevaba medicamentos. Pregunte si era ilegal transportarlos y respondió que no, pero igual quería revisar mi carro, a lo que me negué por ser ilegal.
Entonces lanzó un rollo incongruente sobre una ley aprobada por el presidente. Le aclare que las leyes las hace el congreso y el presidente no puede atropellar los derechos individuales a menos que haya una declaración específica y una aprobación del congreso.
Llego otro. Estos son militares anónimos, sin nombre, sin insignia, para que la gente no se entere de sus nombres o su rango. Este cantinfleaba sobre las leyes y le pedí se identificara porque me detenía y trataba de amedrentar, el insistió que fuera al regimiento 20.
Le explique que yo no podía poner una queja contra alguien sin nombre, no iría a un cuartel porque no soy militar y que presentaría una queja ante la justicia civil porque me estaba privando ilegalmente de la libertad, que lo que me estaba diciendo se lo dijera al juez, me dio su nombre a condición que le diera el mío; José Luís Cabrera Santos se puso al radio, ordenó colocaran dos conos anaranjados delante de mi carro y un solado con el dedo en el gatillo de un arma larga y desapareció, para que el tiempo pasara.
Yo pensaba que ganar las discusiones legales lograría mi libertad pero sucedía lo contrario. La obediencia no da lugar a la lógica.
Finalmente llega tronando la voz:
- Soy el comandante Sánchez Castañeda. Insiste en amedrentar, llevo una hora detenido, rodeado de soldados con armas largas. Repite que puedo rehusar la búsqueda de mi propiedad y le digo que eso le he dicho a sus subordinados. Pero si me rehúso la revisión tendrá que hacerse por otra vía. Se acercaban las manecillas a las 2 a.m. y el visitador de la Comisión de Derechos Humanos contactado por teléfono y yo veíamos el riesgo de quedar en manos de los militares. Dice que puede echarme a perder la noche por la seguridad nacional.
Y los soldados ya estaban revisando mi vehiculo y cuando lo indique asumieron una actitud cobarde para ocultar el hecho.
Cabrera dijo que vendría el ministerio público estando acusado de resistencia; seguramente abandonaría los casos de los múltiples ejecutados que llenan las calles de Ciudad Juárez demostrando el fracaso brutal del Operativo Conjunto Chihuahua. Laura Carlsen del Center for International Policy dice: "Este modelo de lucha contra el narcotráfico está fracasado. Hay cada vez un mayor número de civiles atrapados en el fuego cruzado entre los 45.000 soldados que patrullan las calles de México, y los carteles. Cuando te enfrentas a la violencia con violencia, lo que consigues es más violencia".
La presencia militar busca un efecto mediático. Están en lugares visibles para que se sienta su presencia y acosan a ciudadanos inocentes, mientras el crimen organizado sigue haciendo de las suyas.
El visitador me sugirió me identificara como periodista -director del semanario El Reto-. Le pedí así mismo a un amigo que atestiguara la revisión para evitar que se me sembrara alguna sustancia ilegal. Pero fue detenido al tratar de acercarse al carro, le pidieron identificación.
La impunidad debe funcionar sin testigos.
El comandante se negó a hablar con el visitador, pero finalmente se puso al teléfono. Yo buscaba que vieran que había conocimiento de mi detención. ¿Qué pueden hacer los que no tienen acceso al visitador?
El comandante espeto:
- El que nada debe nada teme. Parece que no les han explicado las garantías individuales que reclamamos los que no hemos sucumbido al temor inflingido por ellos.
Se despidió diciendo: “Al ejército no nos gusta que hablen mal de nosotros”: ¿queja o amenaza velada? En El Paso esta solicitando asilo político un periodista que denunció los abusos del ejército y a su abogado lo han amenazado de muerte.
La solidaridad no se hizo esperar, los automovilistas reaccionaron tocando el claxon y mentándole la madre a los soldados. Esas señales son usualmente ignoradas por los militares que creen que nos salvan al pisotearnos.
No encontraron nada, me fui por otro puente y ahí su aparato detector no mostró ninguna señal.
Este podría ser otro incidente sobre lo impropio de poner soldados en la calle. Pero ahora ilegalmente tienen mis datos y mi seguridad esta en riesgo. Y todo por creer que vivimos en un estado de derecho.
Samuel Schmidt
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