De un plumazo legalista se pretendió deshacer el barrunto de depuración ética y política que la corriente de López Obrador pretendía impulsar a través del PRD en Iztapalapa, un simbólico y redituable territorio hasta ahora dominado por los Chuchos, específicamente por la vertiente encabezada por René Arce. A última hora burocrática, el tribunal electoral federal, dominado por el beltronismo y condescendiente con el zavalismo márgaro, determinó que era improcedente la candidatura en curso de Clara Brugada y que debería ser sustituida por Silvia Oliva, quien ha sido compañera sentimental y de trapecismo legislativo del citado Arce.
La burda chicana fue contestada ayer, en plaza pública, con una fórmula que agudizará la ruptura largamente retardada del chuchismo estructuralmente apropiado del partido del sol azteca y el movimiento social encabezado por el tabasqueño y encauzado a través de un confuso tripartidismo divorciado (el PRD, en vías de anunciado abandono; Convergencia, dando su amor político muy a medias, y el PT volcado en busca del anillo de compromiso para 2012). Votar por el PT, propuso López Obrador, pidiéndole al candidato hipotéticamente ganador que renuncie de inmediato al cargo, para que Marcelo Ebrard nombre un nuevo jefe delegacional que se supone sería la hoy desplazada Clara Brugada.
Volver los ojos al PT (una variante del voto útil) no es una medida desesperada o sin antecedentes. A pesar del pacto secreto que ha permitido a López Obrador apoyar a candidatos del PT y Convergencia en todo el país, excepto en Tabasco y el Distrito Federal, sin que se activen los mecanismos perredistas de amonestación o expulsión, Iztapalapa ha sido un constante escenario de batalla, al grado que el lopezobradorismo envió a una tercia de notables miembros de la resistencia civil pacífica a pelear directamente, en nombre del PT, contra los candidatos perredistas chuchos. Bajo el escudo del partido que en la práctica coordina Alberto Anaya, Jaime Cárdenas, Mario di Costanzo y Gerardo Fernández Noroña buscan diputaciones de distritos de Iztapalapa como forma abierta de protesta contra las propuestas de la vieja Nueva Izquierda derechizada.
Lo sucedido ayer no es más que un escarceo a cuenta de las maniobras de imaginación y diversificación que deberá hacer de aquí a 2012 el lopezobradorismo (el único movimiento de verdadera oposición al proyecto felipesco de consolidar un régimen fascistoide y entreguista al extranjero). Cerrados impúdicamente los caminos de lo electoral, prefigurado el fraude que impedirá el desfondamiento del PAN frente al PRI y provocará el crecimiento del Panal, secuestradas las instancias de organización y jurisdicción electoral, listos ya los borradores pripanistas para una reforma electoral regresiva y con algunas dedicatorias para AMLO, sólo irán quedando resquicios de lucha en las urnas que conviene utilizar, como es el caso de Iztapalapa, donde el objetivo de fondo es el desplazar del poder a un chuchismo depredador e intentar una restauración gradual, así sea por los caminos alternos que hoy se abren con el PT.
Astillas
Varios lectores versados en asuntos militares han escrito, pidiendo invariablemente que se mantenga su nombre a salvo, para opinar sobre la extraña decisión gubernamental de mandar 5 mil cadetes de la ciudad de México a Chihuahua, Sinaloa y Durango para destruir manualmente plantíos de sustancias tóxicas. Los cadetes, entre los que van unos cientos de mujeres, se moverán en las zonas serranas del llamado Triángulo Dorado de la droga por sí mismos, sin la protección de militares en activo. Los estudiantes lanzados a la guerra contra el narcotráfico provienen de los planteles de odontología, enfermería, medicina e ingeniería y de los colegios tradicionales y de especialidades operativas. Llevan un rifle G3 y 100 cartuchos cada cual. El recurso de echar mano de alumnos fortalece la versión de que no hay suficientes elementos regulares para cumplir con las tareas de combate al narcotráfico, ya sea por que son muchos los lugares donde se libran esas batallas o porque muchos uniformados han desertado. He aquí algunas de las frases llegadas a esta columna: “Es una irresponsabilidad absoluta enviar a jóvenes sin experiencia a una tarea propia de militares maduros; a menos que quieran otros ‘Niños Héroes’ para justificar posteriores acciones de revancha en la guerra contra el narcotráfico”; hay un alto riesgo de que sean emboscados; ¿Por qué Calderón tiene que echar mano de los cadetes? ¿Es necesario que haya una desgracia?...
Los rumores toman fuerza cuando no hay suficiente información firme sobre casos controvertidos. El gerente general de Sonora, Eduardo Bours Castelo (¡ah, el gobernador BC!) ha hablado de que la concesión de la guardería de la tragedia nacional se dio en 2001, cuando no eran funcionarios del gobierno estatal los esposos de dos de las favorecidas. Pero en la capital sonorense corre la versión de que la dueña original era otra pareja de alta sociedad, concretamente Fernanda Camou Guillot, cuyo esposo, Marcelo Meouchi Tirado, era el representante legal, pero que en 2005, ya con el estilo Bours de negocios de cuello blanco en auge, entraron al relevo los socios actuales...
Un lector mexicano que vive en París reporta que el domingo 7 pasó en la cadena de televisión nacional M6 un programa denominado Investigaciones especiales, presentado por Bernard de la Villardière, con el tema La policía mexicana y los barones de la droga, centrado sobre todo en Ciudad Juárez y Guadalajara. Luego del programa, comenta el corresponsal circunstancial, amigos que lo vieron me preguntaron si al visitar México deben portar chaleco antibalas, y le dieron la razón a Estados Unidos al etiquetar a nuestro país como Estado fallido...
Y, mientras los dirigentes del PRIAN suspenden su debate excluyente, y el secretario Fergomón trata de acomodarse como organizador de espectáculos partidistas, ¡hasta mañana, ya con las manos listas para recibir los más de 400 millones de dólares de la Operación Colombia que acá se llamará Plan Mérida!
La burda chicana fue contestada ayer, en plaza pública, con una fórmula que agudizará la ruptura largamente retardada del chuchismo estructuralmente apropiado del partido del sol azteca y el movimiento social encabezado por el tabasqueño y encauzado a través de un confuso tripartidismo divorciado (el PRD, en vías de anunciado abandono; Convergencia, dando su amor político muy a medias, y el PT volcado en busca del anillo de compromiso para 2012). Votar por el PT, propuso López Obrador, pidiéndole al candidato hipotéticamente ganador que renuncie de inmediato al cargo, para que Marcelo Ebrard nombre un nuevo jefe delegacional que se supone sería la hoy desplazada Clara Brugada.
Volver los ojos al PT (una variante del voto útil) no es una medida desesperada o sin antecedentes. A pesar del pacto secreto que ha permitido a López Obrador apoyar a candidatos del PT y Convergencia en todo el país, excepto en Tabasco y el Distrito Federal, sin que se activen los mecanismos perredistas de amonestación o expulsión, Iztapalapa ha sido un constante escenario de batalla, al grado que el lopezobradorismo envió a una tercia de notables miembros de la resistencia civil pacífica a pelear directamente, en nombre del PT, contra los candidatos perredistas chuchos. Bajo el escudo del partido que en la práctica coordina Alberto Anaya, Jaime Cárdenas, Mario di Costanzo y Gerardo Fernández Noroña buscan diputaciones de distritos de Iztapalapa como forma abierta de protesta contra las propuestas de la vieja Nueva Izquierda derechizada.
Lo sucedido ayer no es más que un escarceo a cuenta de las maniobras de imaginación y diversificación que deberá hacer de aquí a 2012 el lopezobradorismo (el único movimiento de verdadera oposición al proyecto felipesco de consolidar un régimen fascistoide y entreguista al extranjero). Cerrados impúdicamente los caminos de lo electoral, prefigurado el fraude que impedirá el desfondamiento del PAN frente al PRI y provocará el crecimiento del Panal, secuestradas las instancias de organización y jurisdicción electoral, listos ya los borradores pripanistas para una reforma electoral regresiva y con algunas dedicatorias para AMLO, sólo irán quedando resquicios de lucha en las urnas que conviene utilizar, como es el caso de Iztapalapa, donde el objetivo de fondo es el desplazar del poder a un chuchismo depredador e intentar una restauración gradual, así sea por los caminos alternos que hoy se abren con el PT.
Astillas
Varios lectores versados en asuntos militares han escrito, pidiendo invariablemente que se mantenga su nombre a salvo, para opinar sobre la extraña decisión gubernamental de mandar 5 mil cadetes de la ciudad de México a Chihuahua, Sinaloa y Durango para destruir manualmente plantíos de sustancias tóxicas. Los cadetes, entre los que van unos cientos de mujeres, se moverán en las zonas serranas del llamado Triángulo Dorado de la droga por sí mismos, sin la protección de militares en activo. Los estudiantes lanzados a la guerra contra el narcotráfico provienen de los planteles de odontología, enfermería, medicina e ingeniería y de los colegios tradicionales y de especialidades operativas. Llevan un rifle G3 y 100 cartuchos cada cual. El recurso de echar mano de alumnos fortalece la versión de que no hay suficientes elementos regulares para cumplir con las tareas de combate al narcotráfico, ya sea por que son muchos los lugares donde se libran esas batallas o porque muchos uniformados han desertado. He aquí algunas de las frases llegadas a esta columna: “Es una irresponsabilidad absoluta enviar a jóvenes sin experiencia a una tarea propia de militares maduros; a menos que quieran otros ‘Niños Héroes’ para justificar posteriores acciones de revancha en la guerra contra el narcotráfico”; hay un alto riesgo de que sean emboscados; ¿Por qué Calderón tiene que echar mano de los cadetes? ¿Es necesario que haya una desgracia?...
Los rumores toman fuerza cuando no hay suficiente información firme sobre casos controvertidos. El gerente general de Sonora, Eduardo Bours Castelo (¡ah, el gobernador BC!) ha hablado de que la concesión de la guardería de la tragedia nacional se dio en 2001, cuando no eran funcionarios del gobierno estatal los esposos de dos de las favorecidas. Pero en la capital sonorense corre la versión de que la dueña original era otra pareja de alta sociedad, concretamente Fernanda Camou Guillot, cuyo esposo, Marcelo Meouchi Tirado, era el representante legal, pero que en 2005, ya con el estilo Bours de negocios de cuello blanco en auge, entraron al relevo los socios actuales...
Un lector mexicano que vive en París reporta que el domingo 7 pasó en la cadena de televisión nacional M6 un programa denominado Investigaciones especiales, presentado por Bernard de la Villardière, con el tema La policía mexicana y los barones de la droga, centrado sobre todo en Ciudad Juárez y Guadalajara. Luego del programa, comenta el corresponsal circunstancial, amigos que lo vieron me preguntaron si al visitar México deben portar chaleco antibalas, y le dieron la razón a Estados Unidos al etiquetar a nuestro país como Estado fallido...
Y, mientras los dirigentes del PRIAN suspenden su debate excluyente, y el secretario Fergomón trata de acomodarse como organizador de espectáculos partidistas, ¡hasta mañana, ya con las manos listas para recibir los más de 400 millones de dólares de la Operación Colombia que acá se llamará Plan Mérida!
Poco avance muestra el registro de celulares. La campaña gubernamental enfrenta una intensa contracampaña en Internet, generada espontáneamente. Convoca a los usuarios a desoír el llamado. Una y otra usan el argumento de la seguridad: la oficial dice que el registro servirá para crear una base de datos que contribuirá a evitar que los teléfonos se usen en la comisión de delitos. La espontánea previene del peligro de facilitar la información al gobierno, ya que podría caer finalmente en manos de secuestradores. Existe el antecedente de funcionarios que vendieron a empresas privadas la base de datos del padrón electoral. Actualmente funcionan 77 millones de líneas, se supone que todos los aparatos deberán estar registrados para el 10 de abril de 2010. Sin embargo, solo 9% de los usuarios ha suministrado su información, algo así como 6 millones. Muchos lo hicieron presionados por las empresas proveedoras cuando recurrieron a hacer un trámite, a cambiar de aparato o a resolver algún problema técnico.
Los Intocables
Doce días y no hay culpables, ni siquiera un solo picudo –o picuda– citado por la PGR… y pasarán los años, y seguirán sin aparecer. Todo indica que ya desde arriba se tomó la decisión de capotear con cinismo el temporal, dejar que las cosas se enfríen para luego enviar el expediente al archivo. Tranquilizada la rama sonorense de la familia Gómez del Campo por la certeza de que la señora Marcia –una de las propietarias del la hornacina de Hermosillo– no será molestada ni con un citatorio, la señora Margarita Zavala del poderoso apellido se dio tiempo para hacer una compadecida visita a los sobrevivientes hospitalizados en Guadalajara. A Hermosillo prefirió no ir. En las cercanías de la bodega todavía no disipa el olor a la carne quemada. Además, ¿qué podría decirles a las madres y los padres de las víctimas?
Los Intocables
Doce días y no hay culpables, ni siquiera un solo picudo –o picuda– citado por la PGR… y pasarán los años, y seguirán sin aparecer. Todo indica que ya desde arriba se tomó la decisión de capotear con cinismo el temporal, dejar que las cosas se enfríen para luego enviar el expediente al archivo. Tranquilizada la rama sonorense de la familia Gómez del Campo por la certeza de que la señora Marcia –una de las propietarias del la hornacina de Hermosillo– no será molestada ni con un citatorio, la señora Margarita Zavala del poderoso apellido se dio tiempo para hacer una compadecida visita a los sobrevivientes hospitalizados en Guadalajara. A Hermosillo prefirió no ir. En las cercanías de la bodega todavía no disipa el olor a la carne quemada. Además, ¿qué podría decirles a las madres y los padres de las víctimas?
E
sperábamos una divisa BRIC (Ver Bajo la Lupa 7, 10 y 14/6/09) y los magos del nuevo orden multipolar, el presidente ruso Dimitri Medvediev y su homólogo chino Hu Jintao, se sacaron de la manga la divisa del Grupo Shanghai (Shanghai Cooperation Organization: SCO, por sus siglas en inglés) que apoyó la propuesta rusa de usar las divisas nacionales en sus intercambios, así como introducir una moneda común del grupo (RIA Novosti, 16/6/09). ¿Se creó la divisa del Grupo Shanghai?
Esta nueva divisa, que proponemos sea llamada divisa Shanghai, será, según RIA Novosti, similar a la unidad monetaria europea, que fue usada hasta la introducción del euro en 1999.
El hexapartita Grupo Shanghai (con observadores de enorme peso como India, Irán y Pakistán, además de Mongolia) fustigó la presente estructura del sistema mundial de divisas, dominado por el dólar como la principal divisa de reserva global, lo cual se encuentra lejos de lo ideal, y consideró que la aparición de nuevas divisas de reservas era inevitable (sic).
Dmitri Medvediev, el anfitrión estrella, arremetió contra la unipolaridad del dólar antes, durante y después de las Cumbres Shanghai y BRIC: el presente conjunto de divisas de reserva y la principal divisa de reserva, el dólar, han fracasado en funcionar como debieran, y propulsó el rublo como divisa de reserva en el futuro cercano.
La cumbre Shanghai se acopló a la cumbre del BRIC: las dos grandes potencias euroasiáticas globales, Rusia y China, optaron por levantar la puja de la reforma del caduco orden financiero mundial mediante el Grupo Shanghai, en lugar de la cumbre del BRIC. Esta sutileza no es menor, ya que Brasil e India (miembros del BRIC) no pertenecen al Grupo Shanghai (aunque Nueva Delhi figure como observador).
La transmutación operada en la misma ciudad de Yekaterinburg pareciera haber optado por la divisa Shanghai, bajo la protección nuclear de una agrupación más cohesiva que lleva ocho años de edificación, en lugar de la divisa BRIC que hubiera tomado mucho mayor tiempo implementar.
Tampoco se debe soslayar el traslape funcional que existe entre el Grupo Shanghai, añejo de ocho años, con el recién entronizado BRIC, precisamente a través de sus dos miembros comunes: Rusia y China.
La cumbre cuatripartita del BRIC, donde sorpresivamente brilló el tema energético, que supuestamente correspondía al Grupo Shanghai en exclusiva, apoyó el diálogo energético y su estímulo, así como el empuje de las inversiones en dicho sector y la coordinación y cooperación entre productores y consumidores, incluidos los países de tránsito, con el fin de reducir la incertidumbre y asegurar la estabilidad y continuidad.
El BRIC se pronunció por la diversificación de los recursos energéticos y el abastecimiento de productos energéticos, que incluya la energía renovable. También apoyó sutilmente la incorporación de India y Brasil como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y anunció que su segunda cumbre se llevará a cabo el año entrante en Brasil, lanzado así a la estratósfera geoeconómica.
El periódico oficioso chino People’s Daily (16/6/09) no oculta el cambio de paradigma global que se escenificó en Yekaterinburg: una crisis económica grave implica la reconfiguración del mapa económico global y un nuevo orden en la moderna historia mundial; sin embargo, esto es absolutamente (¡súper sic!) inevitable e independiente de la voluntad humana. Frente al deterioro de la presente crisis financiera, la situación parece mejor para los países del BRIC y el papel que jugarán en la economía global. Así, existen bases para que los analistas predigan que las economías emergentes del BRIC probablemente asuman el liderazgo para salir de la recesión económica global.
Una cosa quedó clara en Yekaterinburg: el BRIC, una agrupación geoeconómica de reciente nacimiento oficial, es probable que de ahora en adelante funcione bajo la sombra militar del Grupo Shanghai. En términos pulcramente geoeconómicos el BRIC se volvió el primer competidor global, si no el sustituto, del agónico G-7.
Horas antes de la cumbre del BRIC, Arkady Dvorkovich, principal asesor económico de Dimitri Medvediev, anticipó la voluntad de Rusia de invertir parte de sus reservas monetarias en bonos emitidos por Brasil, China e India (Ap, 16/6/09).
En México partidos políticos y organismos electorales están en la mira de la ciudadanía, el elemento más importante –según la teoría– de cualquier democracia. Se acercan los comicios del 5 de julio y unos y otros reportan, no gratuitamente, los niveles más bajos de credibilidad y confianza, y ahora en plena negación desestiman la corriente anulista –aquella que se pronuncia por la anulación del voto– y glorifican la tesis de que es necesario sufragar, aunque sea por el candidato menos malo.
Si esa es la recomendación más acabada de los propios partidos políticos y sus organismos electorales, flaco favor le hacen a su causa, pues implícitamente reconocen que sus gallos de pelea ni siquiera llegan a pollos y que de plano ni en eso, la selección de candidatos, medianamente desquitan la carretada de dinero que reciben de la ciudadanía.
Se aproximan los comicios intermedios y los pronósticos mencionan un abstencionismo cercano a 70 por ciento, con ganas de empeorar. Pésima selección de candidatos, voracidad de los partidos, alocadas tribus en pos del hueso, vergonzosa complacencia de los organismos electorales, escasos resultados de unos y otros, y la nueva máxima de que se vote aunque sea por el menos malo, no constituyen precisamente una caja de bombones que seduzca a la ciudadanía para que colme las casillas el primer domingo de julio de 2009.
Se supone que el compromiso de partidos y organismos electorales fue desquitar hasta el último centavo del grueso financiamiento que les canaliza la ciudadanía. Pero a la vuelta de los años y contrastando lo gastado con lo obtenido, unos y otros reportan un abultado déficit que muy a su pesar pagan los mexicanos. Y no es poco el saldo.
En los últimos nueve años partidos y organismos electorales se han engullido la friolera de 123 mil millones de pesos (sin considerar tiempos fiscales en los medios electrónicos de comunicación), es decir, el equivalente a 60 por ciento del saldo de la deuda pública de los 31 estados de la República más el Distrito Federal, o si se prefiere la construcción y puesta en operación de una refinería de muy buen tamaño que terminaría con la dependencia en importación de gasolinas. Todo en nombre de la democracia, aunque sea poco resultona.
¿Ha valido la pena esa inversión? Algunos dicen que sí, porque ha fortalecido la democracia, aunque ésta no registre mayores resultados a los electores. De cuánto se han comido los partidos políticos y los organismos electorales da cuenta un detallado análisis elaborado por uno de los centros de estudio de la Cámara de Diputados, del cual se toman los siguientes cifras.
Como se anota líneas arriba, de 2000 a 2009 la ciudadanía canalizó 123 mil 173.19 millones de pesos a partidos políticos y organismos electorales, un mundo de dinero si se mide con respecto a los escasos resultados por ellos aportados. Este monto equivale a 62 por ciento del presupuesto 2009 para la educación pública, y resulta casi seis tantos mayor al de la UNAM, al que ahora pretenden recortar.
Si esa es la recomendación más acabada de los propios partidos políticos y sus organismos electorales, flaco favor le hacen a su causa, pues implícitamente reconocen que sus gallos de pelea ni siquiera llegan a pollos y que de plano ni en eso, la selección de candidatos, medianamente desquitan la carretada de dinero que reciben de la ciudadanía.
Se aproximan los comicios intermedios y los pronósticos mencionan un abstencionismo cercano a 70 por ciento, con ganas de empeorar. Pésima selección de candidatos, voracidad de los partidos, alocadas tribus en pos del hueso, vergonzosa complacencia de los organismos electorales, escasos resultados de unos y otros, y la nueva máxima de que se vote aunque sea por el menos malo, no constituyen precisamente una caja de bombones que seduzca a la ciudadanía para que colme las casillas el primer domingo de julio de 2009.
Se supone que el compromiso de partidos y organismos electorales fue desquitar hasta el último centavo del grueso financiamiento que les canaliza la ciudadanía. Pero a la vuelta de los años y contrastando lo gastado con lo obtenido, unos y otros reportan un abultado déficit que muy a su pesar pagan los mexicanos. Y no es poco el saldo.
En los últimos nueve años partidos y organismos electorales se han engullido la friolera de 123 mil millones de pesos (sin considerar tiempos fiscales en los medios electrónicos de comunicación), es decir, el equivalente a 60 por ciento del saldo de la deuda pública de los 31 estados de la República más el Distrito Federal, o si se prefiere la construcción y puesta en operación de una refinería de muy buen tamaño que terminaría con la dependencia en importación de gasolinas. Todo en nombre de la democracia, aunque sea poco resultona.
¿Ha valido la pena esa inversión? Algunos dicen que sí, porque ha fortalecido la democracia, aunque ésta no registre mayores resultados a los electores. De cuánto se han comido los partidos políticos y los organismos electorales da cuenta un detallado análisis elaborado por uno de los centros de estudio de la Cámara de Diputados, del cual se toman los siguientes cifras.
Como se anota líneas arriba, de 2000 a 2009 la ciudadanía canalizó 123 mil 173.19 millones de pesos a partidos políticos y organismos electorales, un mundo de dinero si se mide con respecto a los escasos resultados por ellos aportados. Este monto equivale a 62 por ciento del presupuesto 2009 para la educación pública, y resulta casi seis tantos mayor al de la UNAM, al que ahora pretenden recortar.
R
ecordar es vivir? Acaso recordar sea imaginar que se recuerda y todo por imaginar que se vivió. Lo que de la vida queda, tengo la impresión, no son recuerdos, sino imágenes; entre mejor organizadas, mejor vida. En todo caso eso parece que piensan (¿imaginan?) los artistas.
Recordar, muy probablemente, sea imaginar que se recuerda, que se vivió. ¿Es esto triste? Depende. De si lo que se recuerda ya no es, de si, quién sabe cómo pero sí, sigue siendo –es imagen actuante, presente, viva insuflando vida, y todavía, siempre, abierta, receptiva a la vida que a ella se allega, arrima; que a ella (una danza infinita) se propone.
No pocas veces se ha diferenciado entre recuerdo y memoria. Pudiéramos decir que el recuerdo es opaco y la memoria a la vez brillante y transparente. Hablando de recuerdos, hace más de 15 años que refiriéndome a la novela de Rulfo escribí: Susana es la memoria del amor. Pedro tan sólo su recuerdo. No sé si tenga razón en el aserto, sé que en todo caso apoya, ¿ilustra?, la idea anteriormente expuesta.
Diversas experiencias me han enseñado que tendemos a recordar lo que nuestras imágenes nos piden que recordemos, lo que nuestro background imaginal o imaginario es capaz, y según es capaz, de asimilar.
Por febrero en estas páginas se recogía la voz de José Emilio Pacheco indicándole a un joven que toda la poesía es memoria. Y Vilma Fuentes hace muy poco, pero también hace casi un año (La palabra estrujante, La palabra a salvo), apuntaba que para Foucault la locura es ausencia de obra. Los recuerdos, cierto, pueden enloquecer, hacer enloquecer; la memoria sostiene, mantiene, salva. Obra. (¿Y Susana? Todos sabemos, creo, que está salvada. ¿Y Pedro? Dejémoslo así.)
Educación: solicitud improcedente
La Secretaría de Educación Pública (SEP) informó ayer, mediante un comunicado, que logró un acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para cuidar, en este momento de restricción fiscal, el presupuesto de las universidades públicas. No obstante, el documento señala que, considerando el entorno económico que vive el país, se está solicitando a las universidades públicas aplicar de manera voluntaria medidas de racionalización del gasto y contribuir, en la medida de sus posibilidades, al esfuerzo de ahorro que está realizando el sector educativo.
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ecordar es vivir? Acaso recordar sea imaginar que se recuerda y todo por imaginar que se vivió. Lo que de la vida queda, tengo la impresión, no son recuerdos, sino imágenes; entre mejor organizadas, mejor vida. En todo caso eso parece que piensan (¿imaginan?) los artistas.
Recordar, muy probablemente, sea imaginar que se recuerda, que se vivió. ¿Es esto triste? Depende. De si lo que se recuerda ya no es, de si, quién sabe cómo pero sí, sigue siendo –es imagen actuante, presente, viva insuflando vida, y todavía, siempre, abierta, receptiva a la vida que a ella se allega, arrima; que a ella (una danza infinita) se propone.
No pocas veces se ha diferenciado entre recuerdo y memoria. Pudiéramos decir que el recuerdo es opaco y la memoria a la vez brillante y transparente. Hablando de recuerdos, hace más de 15 años que refiriéndome a la novela de Rulfo escribí: Susana es la memoria del amor. Pedro tan sólo su recuerdo. No sé si tenga razón en el aserto, sé que en todo caso apoya, ¿ilustra?, la idea anteriormente expuesta.
Diversas experiencias me han enseñado que tendemos a recordar lo que nuestras imágenes nos piden que recordemos, lo que nuestro background imaginal o imaginario es capaz, y según es capaz, de asimilar.
Por febrero en estas páginas se recogía la voz de José Emilio Pacheco indicándole a un joven que toda la poesía es memoria. Y Vilma Fuentes hace muy poco, pero también hace casi un año (La palabra estrujante, La palabra a salvo), apuntaba que para Foucault la locura es ausencia de obra. Los recuerdos, cierto, pueden enloquecer, hacer enloquecer; la memoria sostiene, mantiene, salva. Obra. (¿Y Susana? Todos sabemos, creo, que está salvada. ¿Y Pedro? Dejémoslo así.)
Educación: solicitud improcedente
La Secretaría de Educación Pública (SEP) informó ayer, mediante un comunicado, que logró un acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para cuidar, en este momento de restricción fiscal, el presupuesto de las universidades públicas. No obstante, el documento señala que, considerando el entorno económico que vive el país, se está solicitando a las universidades públicas aplicar de manera voluntaria medidas de racionalización del gasto y contribuir, en la medida de sus posibilidades, al esfuerzo de ahorro que está realizando el sector educativo.
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El Correo Ilustrado
Por la unidad en el PRD
No cabe duda de que Jesús Ortega y los “chuchos que lo rodean” no tienen escrúpulos; realizar estas chicanadas en contra de Clara Brugada despojándola de la candidatura a jefe delegacional por Iztapalapa. respáldandose en un dudoso resolutivo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), nos deja ver más claro el contubernio y juego político de esta expresión del PRD que desgraciadamente hoy dirige al partido con las fuerzas más oscuras y facciosas del poder. Hoy, creo, los militantes de base del partido no debemos posponer rescatar a nuestra organización de estos intereses entreguistas y perversos que ahondan en su resquebrajamiento. ¡Renovarse o morir!
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Carlos Martínez García: Monstruoso absurdo
Sí, tiene razón el ombudsman nacional, es absurdo. Han pasado 10 días del punzante incendio de la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, y no hay responsables de la monstruosidad que segó la vida de 46 infantes.
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Sí, tiene razón el ombudsman nacional, es absurdo. Han pasado 10 días del punzante incendio de la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, y no hay responsables de la monstruosidad que segó la vida de 46 infantes.
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Arnoldo Kraus: Dios
Aunque entiendo que hay muchos dioses, hablaré de Dios. En el caso de las deidades, la pluralidad, en vez de ayudar, estorba. Creo que nadie, ni los más avezados historiadores de las religiones, puede explicar por qué fue necesario el nacimiento del segundo, el tercero y el resto de los dioses. Y no es que no lo sepan por ignorantes. No lo saben porque desde el principio ha sido imposible dialogar con el Dios original. ¿Por qué, me pregunto, no fue suficiente sólo un Dios?
Si Dios decidió, motu proprio –le sobra derecho–, crear más dioses para tener con quien compartir sus dudas, la idea es comprensible. Si fue la especie humana la que inventó nuevas fuerzas divinas para tratar de aliviar lo que sucede en la Tierra, ya sea por la inacción de Dios o por las malas acciones del ser humano, la iniciativa también es comprensible. Sin embargo, el problema es enorme. Recuerda las ecuaciones que enseñan los maestros en la secundaria: Entre mayor número de dioses, mayor número de seres humanos muertos.
Han transcurrido muchos siglos desde que Dios y el ser humano cohabitan. La convivencia ha devenido preguntas y daños. Poco importa hoy dilucidar si fue nuestra especie la responsable de sembrar más cultos religiosos o si fue el Dios original el que tomó esa decisión. Lo que, en cambio, sí urge discutir es el uso que hoy se hace de Dios. Hay quienes sostienen que la idea de la existencia de Dios es buena, ya que su presencia supone respeto y moral; sin esas ideas, o sin el temor que muchos sienten hacia Él, el ser humano, dicen los estudiosos, haría cosas peores de las que hace o deja de hacer. Me parece que la idea de Dios como regulador es equivocada: el índice de maldad es infinito. Ya nadie se atemoriza por la idea de Dios. Es demasiado lo que el ser humano se ha permitido.
Mis amigos religiosos me explican, con paciencia, que la maldad cotidiana no es responsabilidad de Dios. Nada tiene que ver, aseguran, con los niños y niñas en situación de la calle que son violados de día y de noche; no es tampoco responsable de las jovencitas que fallecen por someterse a abortos practicados en condiciones insalubres; no está detrás de la tragedia que se vive en el continente africano por la ira del sida ni es responsable de lo que hacen y dicen personajes tan execrables como Daniel Ortega, en Nicaragua, o Silvio Berlusconi, en Italia.
El primero, autodefinido como izquierdista –humanista en mi léxico–, tiene un currículo bastante indigno. Violó a la hija de su actual pareja, ha condenado al poeta Ernesto Cardenal, ha prohibido el aborto, aunque sea por violación, robó en las últimas elecciones y vetó, entre otras nauseabundas acciones, a su ex compañero Sergio Ramírez por haberlo criticado. Ahora, el presidente Daniel se ha acercado a Dios y es amigo de las máximas instancias religiosas de su nación. ¿Cómo es posible que los representantes de Dios acepten esa amistad? El uso que Ortega hace de Dios por conducto de sus voceros es inmoral.
Sólo una reflexión sobre Berlusconi; dejo para otra ocasión el caso Noemí y la sentencia Mills. El 15 de diciembre de 2008 el presidente italiano desafió a la justicia de su país al prohibir que se le retirase la alimentación a Eluana Englaro, mujer joven que en 1992, cuando tenía 17 años, quedó en estado vegetativo tras sufrir un accidente de tráfico. Después de 16 años, en noviembre de 2008, el Tribunal Supremo permitió que la familia de Englaro retirase la alimentación artificial.
De acuerdo con los voceros de Berlusconi, cuya mejor tarjeta de presentación no es la ética, éste prohibió interrumpir la alimentación de Eluana, ya que, sostenían sus esbirros, alimentarla era una medida justa y sacrosanta. Que Berlusconi haya apelado a medidas justas y sacrosantas es entendible: Berlusconi es Berlusconi. El tufo se tornó insoportable cuando la prensa publicitó la complicidad entre la Iglesia y el premier italiano para salvar a Eluana, apelando, por supuesto, a los deseos de Dios. (Por fortuna, como se sabe, Eluana fue desconectada y falleció pocos días después.) Al igual que Ortega, su colega de bancada, Berlusconi también habla de Dios.
El problema no es Dios. El problema es el uso que se hace de su imagen y las complicidades que se labran en torno a su figura. Ortega y Berlusconi son buenos ejemplos de ese manejo ramplón que se hace de Dios. Ambos apelan, a pesar de conductas inmorales continuas y repetitivas, a la justicia divina. El primero acude con frecuencia a misa; no sé si el segundo lo haga, aunque es probable que haya dejado de acudir desde que se sometió a la cirugía plástica que lo ha rejuvenecido: ¿qué le sucedería a su ego si Dios no lo reconoce mientras pide por su Italia, por sus compañías y por su imagen?
Apelar a la razón es lo mínimo que deben hacer los panegiristas de Dios. Si Él no responde, ellos deberían ser los encargados de salvaguardar su imagen. Si poco pueden hacer por los africanos que padecen sida y por las niñas en situación de la calle, mucho deben hacer con los Ortega, los Berlusconi o los Karadzic, que suelen encubrir sus miserias en los recintos religiosos.
Aunque entiendo que hay muchos dioses, hablaré de Dios. En el caso de las deidades, la pluralidad, en vez de ayudar, estorba. Creo que nadie, ni los más avezados historiadores de las religiones, puede explicar por qué fue necesario el nacimiento del segundo, el tercero y el resto de los dioses. Y no es que no lo sepan por ignorantes. No lo saben porque desde el principio ha sido imposible dialogar con el Dios original. ¿Por qué, me pregunto, no fue suficiente sólo un Dios?
Si Dios decidió, motu proprio –le sobra derecho–, crear más dioses para tener con quien compartir sus dudas, la idea es comprensible. Si fue la especie humana la que inventó nuevas fuerzas divinas para tratar de aliviar lo que sucede en la Tierra, ya sea por la inacción de Dios o por las malas acciones del ser humano, la iniciativa también es comprensible. Sin embargo, el problema es enorme. Recuerda las ecuaciones que enseñan los maestros en la secundaria: Entre mayor número de dioses, mayor número de seres humanos muertos.
Han transcurrido muchos siglos desde que Dios y el ser humano cohabitan. La convivencia ha devenido preguntas y daños. Poco importa hoy dilucidar si fue nuestra especie la responsable de sembrar más cultos religiosos o si fue el Dios original el que tomó esa decisión. Lo que, en cambio, sí urge discutir es el uso que hoy se hace de Dios. Hay quienes sostienen que la idea de la existencia de Dios es buena, ya que su presencia supone respeto y moral; sin esas ideas, o sin el temor que muchos sienten hacia Él, el ser humano, dicen los estudiosos, haría cosas peores de las que hace o deja de hacer. Me parece que la idea de Dios como regulador es equivocada: el índice de maldad es infinito. Ya nadie se atemoriza por la idea de Dios. Es demasiado lo que el ser humano se ha permitido.
Mis amigos religiosos me explican, con paciencia, que la maldad cotidiana no es responsabilidad de Dios. Nada tiene que ver, aseguran, con los niños y niñas en situación de la calle que son violados de día y de noche; no es tampoco responsable de las jovencitas que fallecen por someterse a abortos practicados en condiciones insalubres; no está detrás de la tragedia que se vive en el continente africano por la ira del sida ni es responsable de lo que hacen y dicen personajes tan execrables como Daniel Ortega, en Nicaragua, o Silvio Berlusconi, en Italia.
El primero, autodefinido como izquierdista –humanista en mi léxico–, tiene un currículo bastante indigno. Violó a la hija de su actual pareja, ha condenado al poeta Ernesto Cardenal, ha prohibido el aborto, aunque sea por violación, robó en las últimas elecciones y vetó, entre otras nauseabundas acciones, a su ex compañero Sergio Ramírez por haberlo criticado. Ahora, el presidente Daniel se ha acercado a Dios y es amigo de las máximas instancias religiosas de su nación. ¿Cómo es posible que los representantes de Dios acepten esa amistad? El uso que Ortega hace de Dios por conducto de sus voceros es inmoral.
Sólo una reflexión sobre Berlusconi; dejo para otra ocasión el caso Noemí y la sentencia Mills. El 15 de diciembre de 2008 el presidente italiano desafió a la justicia de su país al prohibir que se le retirase la alimentación a Eluana Englaro, mujer joven que en 1992, cuando tenía 17 años, quedó en estado vegetativo tras sufrir un accidente de tráfico. Después de 16 años, en noviembre de 2008, el Tribunal Supremo permitió que la familia de Englaro retirase la alimentación artificial.
De acuerdo con los voceros de Berlusconi, cuya mejor tarjeta de presentación no es la ética, éste prohibió interrumpir la alimentación de Eluana, ya que, sostenían sus esbirros, alimentarla era una medida justa y sacrosanta. Que Berlusconi haya apelado a medidas justas y sacrosantas es entendible: Berlusconi es Berlusconi. El tufo se tornó insoportable cuando la prensa publicitó la complicidad entre la Iglesia y el premier italiano para salvar a Eluana, apelando, por supuesto, a los deseos de Dios. (Por fortuna, como se sabe, Eluana fue desconectada y falleció pocos días después.) Al igual que Ortega, su colega de bancada, Berlusconi también habla de Dios.
El problema no es Dios. El problema es el uso que se hace de su imagen y las complicidades que se labran en torno a su figura. Ortega y Berlusconi son buenos ejemplos de ese manejo ramplón que se hace de Dios. Ambos apelan, a pesar de conductas inmorales continuas y repetitivas, a la justicia divina. El primero acude con frecuencia a misa; no sé si el segundo lo haga, aunque es probable que haya dejado de acudir desde que se sometió a la cirugía plástica que lo ha rejuvenecido: ¿qué le sucedería a su ego si Dios no lo reconoce mientras pide por su Italia, por sus compañías y por su imagen?
Apelar a la razón es lo mínimo que deben hacer los panegiristas de Dios. Si Él no responde, ellos deberían ser los encargados de salvaguardar su imagen. Si poco pueden hacer por los africanos que padecen sida y por las niñas en situación de la calle, mucho deben hacer con los Ortega, los Berlusconi o los Karadzic, que suelen encubrir sus miserias en los recintos religiosos.
La caída en el empleo durante mayo se cuenta con los grandes números de los cientos de miles. Aunque cada uno de ellos acarrea penurias y angustias varias, un drama social que se viene gestando sin que se abran puertas para la esperanza. El producto interno bruto mostrará, en este trimestre que termina, una caída con cifras de dos dígitos. Para una economía ya maltrecha todo esto apunta hacia la profundización de la crisis económica, ya bien adentrada en este negro año electoral. La mortandad de empresas, sobre todo medianas y pequeñas, afectará con dureza la planta laboral, pues son ellas las que la mantienen en orden. Una verdadera hecatombe que, sin embargo, parece lejana a las preocupaciones de un bloque de opinadores que desparraman, sin contemplaciones ni titubeos, sus juicios sobre el electorado que atiende sus comentarios radiotelevisivos y artículos publicados en los medios que dan entrada a una pluralidad condicionada.
Los aparatos de comunicación, y una abrumadora mayoría de los que en ellos encuentran lugar y ecos, parecen menospreciar esa terrible realidad que se desprende de la crisis que azota sin contemplaciones a México. Lo laboral ya se esperaba hasta por razones técnicas de estacionalidad. En parte lo anticiparon los mercados bursátiles que han crecido, pero no restituyen las minusvalías sufridas en los haberes de los trabajadores (Afore). Pero los vaivenes bursátiles no atemperan esa otra crisis, más destructiva y ya ramificada por todo el país: la productiva.
Los difusores que dominan el espacio público y que respaldan al oficialismo se concentran, por el contrario o consigna, en lo que juzgan trascendente: la insatisfacción con la partidocracia que tergiversó las originales intenciones de la ciudadanía para mejorar la vida democrática. Impulsos colectivos que pretendían avanzar en la transición y que, alegan con enjundia poco vista, se frustraron con la última y malhadada reforma electoral. Esa que califican de ser una vengativa reforma dirigida contra los medios y que, de pasada, acusan de facciosa, pues sometió al Instituto Federal Electoral (IFE) y a sus consejeros al designio de los partidos poderosos.
En medio de esta batalla mediática, las baterías de calado se enfocan, qué duda cabe, contra la libertad de expresión que se cree conculcada. Exigen su restitución a los ciudadanos. Una especie refinada y sui generis de tal categoría social, precisamente la que puede hacer oír sus reclamos y posturas en los (caros y controlados) medios masivos, en especial durante los procesos electorales.
La reciente propuesta de ciertas ONG para que los candidatos se comprometan, con firma por delante, a derogar la reciente reforma al artículo 41 constitucional es muestra palpable del meollo sujeto a disputa. Alejandro Martí, erigido ahora en paladín ciudadano por sus particulares méritos y el apoyo de la extrema derecha (Coparmex, México Unido y otros membretes adicionales), lanza la propuesta con energía inusitada. El llamado es tomado, de inmediato, por las grandes bocinas electrónicas que lo agrandan hasta la desmesura, no sin antes darle el necesario tinte de melodrama ocasional. De esta manera, agrupaciones formadas por grupúsculos que aprovechan resquicios y quiebres sociales y de gobernabilidad se colocan como abanderados de un progresismo vigilante de las causas ciudadanas que muy pocos le depositaron.
Tal parece que cunde, por estos días aciagos de inseguridad desbordada, esta versión difundida y publicada del voto en blanco cimentado en ese desaliento generalizado. La especie hace extensiva sus intenciones denostadoras contra todos los políticos. Los actores públicos, enjuiciados de manera tan grosera, son, según la narración oficialista, de un calado despreciable. Los políticos se empeñan, dicen, en sus particulares asuntos, en hacer avanzar sus propios negocios, defender sus prerrogativas y concesiones de toda clase y tamaño. La corrupción que inunda el espacio público y privado es, entonces, propiciada y alimentada con verdadera pasión insana por las atrincheradas burocracias partidarias. Ellas son las causantes de tales desaguisados y no se cansan de denunciarlos una y otra vez, artículo tras artículo o comentario seguido de doctas opiniones que, además, reproducen en sus páginas de Internet por si alguien quiere consultarlas.
Todo un movimiento de distracción montado, de manera consciente o no, malintencionada o de forma inocente, en medio de la mayor crisis económica de que se tenga memoria. Una crisis que parece afectar las mismas raíces de un sistema de conducción política, económica, cultural y social y que se ramifica hasta los fundamentos ideológicos que lo sustentan. Pero esa profunda crisis económica, a pesar del ninguneo, es el tema de actualidad. Y por eso el gobierno (o lo que aparenta presidir el señor Calderón) se empeña en desplazarlo por una valentía inexistente. Y por eso también todas las elites partidarias, las difusivas y las privadas que lo acompañan, trastocan y relegan a una trastienda horripilante que en nada ayudará a la tranquilidad de las buenas o de las malas conciencias.
Ante tamaña serie de distractores hay que llamar la atención y volver, en los pocos días que todavía sobran, a fijar la mirada del electorado donde debe reposar. Es preciso decir que para eso se puede y debe usar el poder del voto. Para ello es indispensable orientar a todos aquellos que se encuentran en situación desesperada por contar con informes realistas. Algo que les alumbre, aunque sea un poco, esos caminos que se ven tan oscuros, tan cerrados, antes de que los millones de angustiados mexicanos de hoy opten por conductas antisociales o emigren.
En el horizonte partidario actual hay agrupaciones y personajes que proponen y sostienen posturas opuestas al modelo que ha ocasionado que la crisis económica mundial se ensañe con furia inaudita sobre México. Son distintas a las que propagan y han impuesto el PRI o el PAN para continuar con el modelo propiciatorio de esta tragedia. Esos partidos son los que han metido al país en tamaña debacle, sin duda mayor en consecuencias disolventes que la inseguridad reinante. Hay, por tanto, opciones varias y se deben escoger a la hora de votar.
Los aparatos de comunicación, y una abrumadora mayoría de los que en ellos encuentran lugar y ecos, parecen menospreciar esa terrible realidad que se desprende de la crisis que azota sin contemplaciones a México. Lo laboral ya se esperaba hasta por razones técnicas de estacionalidad. En parte lo anticiparon los mercados bursátiles que han crecido, pero no restituyen las minusvalías sufridas en los haberes de los trabajadores (Afore). Pero los vaivenes bursátiles no atemperan esa otra crisis, más destructiva y ya ramificada por todo el país: la productiva.
Los difusores que dominan el espacio público y que respaldan al oficialismo se concentran, por el contrario o consigna, en lo que juzgan trascendente: la insatisfacción con la partidocracia que tergiversó las originales intenciones de la ciudadanía para mejorar la vida democrática. Impulsos colectivos que pretendían avanzar en la transición y que, alegan con enjundia poco vista, se frustraron con la última y malhadada reforma electoral. Esa que califican de ser una vengativa reforma dirigida contra los medios y que, de pasada, acusan de facciosa, pues sometió al Instituto Federal Electoral (IFE) y a sus consejeros al designio de los partidos poderosos.
En medio de esta batalla mediática, las baterías de calado se enfocan, qué duda cabe, contra la libertad de expresión que se cree conculcada. Exigen su restitución a los ciudadanos. Una especie refinada y sui generis de tal categoría social, precisamente la que puede hacer oír sus reclamos y posturas en los (caros y controlados) medios masivos, en especial durante los procesos electorales.
La reciente propuesta de ciertas ONG para que los candidatos se comprometan, con firma por delante, a derogar la reciente reforma al artículo 41 constitucional es muestra palpable del meollo sujeto a disputa. Alejandro Martí, erigido ahora en paladín ciudadano por sus particulares méritos y el apoyo de la extrema derecha (Coparmex, México Unido y otros membretes adicionales), lanza la propuesta con energía inusitada. El llamado es tomado, de inmediato, por las grandes bocinas electrónicas que lo agrandan hasta la desmesura, no sin antes darle el necesario tinte de melodrama ocasional. De esta manera, agrupaciones formadas por grupúsculos que aprovechan resquicios y quiebres sociales y de gobernabilidad se colocan como abanderados de un progresismo vigilante de las causas ciudadanas que muy pocos le depositaron.
Tal parece que cunde, por estos días aciagos de inseguridad desbordada, esta versión difundida y publicada del voto en blanco cimentado en ese desaliento generalizado. La especie hace extensiva sus intenciones denostadoras contra todos los políticos. Los actores públicos, enjuiciados de manera tan grosera, son, según la narración oficialista, de un calado despreciable. Los políticos se empeñan, dicen, en sus particulares asuntos, en hacer avanzar sus propios negocios, defender sus prerrogativas y concesiones de toda clase y tamaño. La corrupción que inunda el espacio público y privado es, entonces, propiciada y alimentada con verdadera pasión insana por las atrincheradas burocracias partidarias. Ellas son las causantes de tales desaguisados y no se cansan de denunciarlos una y otra vez, artículo tras artículo o comentario seguido de doctas opiniones que, además, reproducen en sus páginas de Internet por si alguien quiere consultarlas.
Todo un movimiento de distracción montado, de manera consciente o no, malintencionada o de forma inocente, en medio de la mayor crisis económica de que se tenga memoria. Una crisis que parece afectar las mismas raíces de un sistema de conducción política, económica, cultural y social y que se ramifica hasta los fundamentos ideológicos que lo sustentan. Pero esa profunda crisis económica, a pesar del ninguneo, es el tema de actualidad. Y por eso el gobierno (o lo que aparenta presidir el señor Calderón) se empeña en desplazarlo por una valentía inexistente. Y por eso también todas las elites partidarias, las difusivas y las privadas que lo acompañan, trastocan y relegan a una trastienda horripilante que en nada ayudará a la tranquilidad de las buenas o de las malas conciencias.
Ante tamaña serie de distractores hay que llamar la atención y volver, en los pocos días que todavía sobran, a fijar la mirada del electorado donde debe reposar. Es preciso decir que para eso se puede y debe usar el poder del voto. Para ello es indispensable orientar a todos aquellos que se encuentran en situación desesperada por contar con informes realistas. Algo que les alumbre, aunque sea un poco, esos caminos que se ven tan oscuros, tan cerrados, antes de que los millones de angustiados mexicanos de hoy opten por conductas antisociales o emigren.
En el horizonte partidario actual hay agrupaciones y personajes que proponen y sostienen posturas opuestas al modelo que ha ocasionado que la crisis económica mundial se ensañe con furia inaudita sobre México. Son distintas a las que propagan y han impuesto el PRI o el PAN para continuar con el modelo propiciatorio de esta tragedia. Esos partidos son los que han metido al país en tamaña debacle, sin duda mayor en consecuencias disolventes que la inseguridad reinante. Hay, por tanto, opciones varias y se deben escoger a la hora de votar.
Un político llega a un pueblito de provincia, se sube a un cajón y empieza su discurso:
–¡Compatriotas, compañeros, amigos! Nos encontramos aquí convocados, reunidos o arrejuntados, para debatir, tratar o discutir el tópico, tema o asunto trascendente: mi postulación, aspiración o candidatura a la alcaldía de este municipio.
Alguien del público alza la mano.
–Señor candidato, ¿por qué utiliza usted tres palabras para decir lo mismo?
–Pues mire, caballero: la primera palabra es para las personas de alto nivel cultural, como poetas, escritores y filósofos. La segunda es para personas de nivel cultural medio, como usted y la mayoría de los que están aquí hoy. Y la tercer palabra es para las personas de nivel cultural bajo, como por ejemplo ese borracho que está allí, tirado en la esquina.
De súbito, el borracho se levanta y le dice:
–Postulante, aspirante o candidato: el hecho, circunstancia o razón de que me encuentre en estado etílico, borracho o pedo, no quiere decir, implica o significa que mi nivel cultural sea ínfimo, bajo o jodido. Y con todo el respeto, estima o cariño que usted se merece, puede ir agrupando, reuniendo o arrejuntando sus bártulos, efectos o cachivaches, y encaminarse, irse o dirigirse a la madre que lo llevó en su seno, la progenitora de sus días, o la puta que lo parió.
¿Es un chiste? Quizá. También podría ser un registro a escala de cómo fluye la realidad, allí donde el Gran Elector (los grandes medios de comunicación) no llega: candidatos que extraviaron el sentido de la política, ciudadanos que brusca y desgarradoramente recobran la lucidez.
La política es un oficio en el que algunos sirven y otros lucran. El Gran Elector sólo concede espacio a los últimos. Y luego de comerciales, los que saben: en-México-nunca-hubo-democracia. Hidalgo, Juárez y Zapata no fueron democráticos. Qué pena.
Carlos Fuentes escribió: “Todo coloniaje envilece tanto al colonizador como al colonizado… Mientras México no liquide el colonialismo, tanto el extranjero como el que algunos mexicanos ejercen sobre y contra millones de mexicanos, la conquista seguirá siendo nuestra trampa y pesadilla histórica” (introducción a Todos los gatos son pardos).
Un camino para superarla exigiría la urgente revisión de si en México hubo (o no) grandes momentos en los que se manifestó su identidad nacional (v.gr. 1810, 1857, 1910, 1994). Sin esto, el único sector con futuro será el inmobiliario: penales de alta seguridad, cárceles al paso, muros, bodegas para niños en situación de calle, y guetos urbanos con autoridades militares elegidas. La nueva-Nueva España, más Internet y celulares incluidos.
La bicentenaria idea de mal gobierno mantiene su vigencia. Pero lo nuevo es, posiblemente, lo que gatilló la elocuencia del borracho: la generalizada sensación de que si alguien emplea muchas palabras para decir lo mismo, su sobriedad queda en entredicho. Por su naturaleza, la política conlleva el riesgo de que la realidad se contradiga con los hechos: criminalización de las luchas sociales, acuartelamiento de las ideas en un estado de derecho, intelectuales profundos porque son pesimistas, y politólogos que viven de los retos de la democracia.
En México existe gran confusión entre voto blanco y voto nulo. Votar en blanco debería ser el derecho a señalar con claridad que, en equis coyuntura, el ciudadano no identifica candidatos y partidos idóneos. Y votar nulo sería, sin más, el derecho a rechazar el sistema electoral vigente. Otra cosa, y muy distinta, sería el derecho de los fiscales de mesa a la anulación del voto por errores técnicos en la emisión.
El voto en blanco no existe. Si la papeleta se deposita en la urna tal como se la recibió, vale tanto como la que incluye insultos, errores y tachaduras: se anula. Cuando mucho, el acta incluye un sitio para candidatos no registrados. ¿Por qué? Porque el sistema es partidocrático: no concibe la democracia sin partidos políticos.
Con todo, el derecho a votar, por ahora, existe. ¿Por quién votar? El para qué viene antes. El derecho a votar no es concesión de los partidos políticos ni de tecnócratas dietéticos que regulan la participación ciudadana.
Abundan, asimismo, certeros diagnósticos que denuncian las limitaciones del sistema electoral. Sin embargo, tampoco disipan la niebla. ¿Votar equivale a convalidación y reformismo, o es un derecho y una conquista social?
Acerca de la abstención, nada hay que debatir: por los motivos que fuere (salvo los de salud o defunción), el llamado a no concurrir a las urnas, a no votar, coincide con algo más que tres palabras: inconsciencia política, irresponsabilidad cívica y alineación (querida o no) con los sectores elitistas y reaccionarios de la sociedad.
–¡Compatriotas, compañeros, amigos! Nos encontramos aquí convocados, reunidos o arrejuntados, para debatir, tratar o discutir el tópico, tema o asunto trascendente: mi postulación, aspiración o candidatura a la alcaldía de este municipio.
Alguien del público alza la mano.
–Señor candidato, ¿por qué utiliza usted tres palabras para decir lo mismo?
–Pues mire, caballero: la primera palabra es para las personas de alto nivel cultural, como poetas, escritores y filósofos. La segunda es para personas de nivel cultural medio, como usted y la mayoría de los que están aquí hoy. Y la tercer palabra es para las personas de nivel cultural bajo, como por ejemplo ese borracho que está allí, tirado en la esquina.
De súbito, el borracho se levanta y le dice:
–Postulante, aspirante o candidato: el hecho, circunstancia o razón de que me encuentre en estado etílico, borracho o pedo, no quiere decir, implica o significa que mi nivel cultural sea ínfimo, bajo o jodido. Y con todo el respeto, estima o cariño que usted se merece, puede ir agrupando, reuniendo o arrejuntando sus bártulos, efectos o cachivaches, y encaminarse, irse o dirigirse a la madre que lo llevó en su seno, la progenitora de sus días, o la puta que lo parió.
¿Es un chiste? Quizá. También podría ser un registro a escala de cómo fluye la realidad, allí donde el Gran Elector (los grandes medios de comunicación) no llega: candidatos que extraviaron el sentido de la política, ciudadanos que brusca y desgarradoramente recobran la lucidez.
La política es un oficio en el que algunos sirven y otros lucran. El Gran Elector sólo concede espacio a los últimos. Y luego de comerciales, los que saben: en-México-nunca-hubo-democracia. Hidalgo, Juárez y Zapata no fueron democráticos. Qué pena.
Carlos Fuentes escribió: “Todo coloniaje envilece tanto al colonizador como al colonizado… Mientras México no liquide el colonialismo, tanto el extranjero como el que algunos mexicanos ejercen sobre y contra millones de mexicanos, la conquista seguirá siendo nuestra trampa y pesadilla histórica” (introducción a Todos los gatos son pardos).
Un camino para superarla exigiría la urgente revisión de si en México hubo (o no) grandes momentos en los que se manifestó su identidad nacional (v.gr. 1810, 1857, 1910, 1994). Sin esto, el único sector con futuro será el inmobiliario: penales de alta seguridad, cárceles al paso, muros, bodegas para niños en situación de calle, y guetos urbanos con autoridades militares elegidas. La nueva-Nueva España, más Internet y celulares incluidos.
La bicentenaria idea de mal gobierno mantiene su vigencia. Pero lo nuevo es, posiblemente, lo que gatilló la elocuencia del borracho: la generalizada sensación de que si alguien emplea muchas palabras para decir lo mismo, su sobriedad queda en entredicho. Por su naturaleza, la política conlleva el riesgo de que la realidad se contradiga con los hechos: criminalización de las luchas sociales, acuartelamiento de las ideas en un estado de derecho, intelectuales profundos porque son pesimistas, y politólogos que viven de los retos de la democracia.
En México existe gran confusión entre voto blanco y voto nulo. Votar en blanco debería ser el derecho a señalar con claridad que, en equis coyuntura, el ciudadano no identifica candidatos y partidos idóneos. Y votar nulo sería, sin más, el derecho a rechazar el sistema electoral vigente. Otra cosa, y muy distinta, sería el derecho de los fiscales de mesa a la anulación del voto por errores técnicos en la emisión.
El voto en blanco no existe. Si la papeleta se deposita en la urna tal como se la recibió, vale tanto como la que incluye insultos, errores y tachaduras: se anula. Cuando mucho, el acta incluye un sitio para candidatos no registrados. ¿Por qué? Porque el sistema es partidocrático: no concibe la democracia sin partidos políticos.
Con todo, el derecho a votar, por ahora, existe. ¿Por quién votar? El para qué viene antes. El derecho a votar no es concesión de los partidos políticos ni de tecnócratas dietéticos que regulan la participación ciudadana.
Abundan, asimismo, certeros diagnósticos que denuncian las limitaciones del sistema electoral. Sin embargo, tampoco disipan la niebla. ¿Votar equivale a convalidación y reformismo, o es un derecho y una conquista social?
Acerca de la abstención, nada hay que debatir: por los motivos que fuere (salvo los de salud o defunción), el llamado a no concurrir a las urnas, a no votar, coincide con algo más que tres palabras: inconsciencia política, irresponsabilidad cívica y alineación (querida o no) con los sectores elitistas y reaccionarios de la sociedad.
El gobierno del presidente Obama anuncia hoy el programa regulatorio para el sistema financiero. La retórica es que se quiere convertir al sistema bancario y bursátil en un sistema financiero aburrido. Con eso se quiere anunciar que ese terreno dejaría de ser el campo de aventuras de fondos predadores e inversionistas tiburones. Pero no hay que estar tan seguros.
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Lorenzo Córdova Vianello
Debates y democracia
Los debates son un fenómeno típicamente democrático. En los sistemas políticos de democracia consolidada la cultura de la discusión pública está profundamente arraigada y difundida. Resulta algo cotidiano el que, de cara a la decisión sobre algún tema de relevancia colectiva que se discuta en el Parlamento o que deba enfrentar el gobierno, se multipliquen los espacios de discusión pública entre los diversos actores involucrados. Y no hablo sólo de los periodos electorales. En todo momento, cuando el hecho lo amerita, es frecuente ver que los medios abren verdaderos espacios de discusión y confrontación de ideas.
De hecho, existen países en donde programas radiofónicos o televisivos hacen del debate su razón de ser, como el caso del exitoso programa italiano Porta a porta, conducido por Bruno Vespa, en el que semana a semana es recurrente ver sentados juntos al primer ministro en turno con el (o los) líder(es) de la oposición discutiendo sobre los más variados temas de la política, la economía y los problemas de la sociedad.
En México, la figura del debate se instaló tibiamente entre nosotros como producto de la transición y casi exclusivamente en los contextos electorales. Hace 15 años, en las elecciones presidenciales de 1994, tuvimos un primer experimento. Desde entonces, en cada proceso para renovar la Presidencia de la República se han venido repitiendo esos encuentros acartonados que se asemejan más a un interminable spot de decenas de minutos por participante, que no a un espacio de confrontación de los diversos diagnósticos sobre la situación y necesidades del país, así como de las propuestas para enfrentarlas.
Los debates así entendidos terminan por desnaturalizarse, adquieren un peso desproporcionado y se vuelven un mero instrumento de estrategia electoral, de cálculo político, y no de discusión de cara al público de distintas posiciones políticas.
Un debate, cuando es serio, se convierte en un mecanismo poderosísimo de información para el ciudadano que lo presencia, permite que las posturas de los actores políticos se socialicen y contribuye a la formación de una verdadera opinión pública. Y tiene un impacto benéfico aún mayor cuando no sólo circunscribe a un contexto electoral y gira sólo en torno a las plataformas políticas de los partidos, sino cuando se discuten permanentemente los problemas de la sociedad.
El carácter extraordinario de la cultura del debate político tiene sus consecuencias: la nuestra es una sociedad epidérmica que termina por ser más sensible a la descalificación que a los argumentos. La responsabilidad, en ese sentido, es de todos, de los políticos, por supuesto, pero también de los académicos, de los analistas (expertos en todo y nada) y de los medios de comunicación, más interesados en la estridencia que en la sustancia. Toda generalización es mala, me hago cargo de ello, pero creo que la precariedad del debate público es algo que nos involucra a todos.
Hoy el tema se plantea, una vez más, en el contexto electoral a propósito del debate que han organizado los dirigentes del PAN y del PRI. Se trata, una vez más, de un acto esporádico y, en esta ocasión, también excluyente de los otros contendientes. Eso no sería raro si este fuera uno más de los debates en la elección; sería natural que dos contendientes que encabezan las preferencias electorales quisieran confrontarse sólo entre ellos. Pero dado que se trata de un único evento de esa naturaleza, supone inevitablemente una merma importantísima en términos de la equidad entre los contendientes.
Resulta comprensible la protesta que algunos partidos (el PRD y el PSD, esencialmente) plantearon, y que el secretario ejecutivo del IFE hizo suya, exigiendo que la CIRT no transmitiera el debate.
Pero eso es, simplemente, la consecuencia de una falta de cultura del debate que sigue siendo uno de los grandes pendientes de nuestro incipiente sistema democrático.
Investigador y profesor de la UNAM.
De hecho, existen países en donde programas radiofónicos o televisivos hacen del debate su razón de ser, como el caso del exitoso programa italiano Porta a porta, conducido por Bruno Vespa, en el que semana a semana es recurrente ver sentados juntos al primer ministro en turno con el (o los) líder(es) de la oposición discutiendo sobre los más variados temas de la política, la economía y los problemas de la sociedad.
En México, la figura del debate se instaló tibiamente entre nosotros como producto de la transición y casi exclusivamente en los contextos electorales. Hace 15 años, en las elecciones presidenciales de 1994, tuvimos un primer experimento. Desde entonces, en cada proceso para renovar la Presidencia de la República se han venido repitiendo esos encuentros acartonados que se asemejan más a un interminable spot de decenas de minutos por participante, que no a un espacio de confrontación de los diversos diagnósticos sobre la situación y necesidades del país, así como de las propuestas para enfrentarlas.
Los debates así entendidos terminan por desnaturalizarse, adquieren un peso desproporcionado y se vuelven un mero instrumento de estrategia electoral, de cálculo político, y no de discusión de cara al público de distintas posiciones políticas.
Un debate, cuando es serio, se convierte en un mecanismo poderosísimo de información para el ciudadano que lo presencia, permite que las posturas de los actores políticos se socialicen y contribuye a la formación de una verdadera opinión pública. Y tiene un impacto benéfico aún mayor cuando no sólo circunscribe a un contexto electoral y gira sólo en torno a las plataformas políticas de los partidos, sino cuando se discuten permanentemente los problemas de la sociedad.
El carácter extraordinario de la cultura del debate político tiene sus consecuencias: la nuestra es una sociedad epidérmica que termina por ser más sensible a la descalificación que a los argumentos. La responsabilidad, en ese sentido, es de todos, de los políticos, por supuesto, pero también de los académicos, de los analistas (expertos en todo y nada) y de los medios de comunicación, más interesados en la estridencia que en la sustancia. Toda generalización es mala, me hago cargo de ello, pero creo que la precariedad del debate público es algo que nos involucra a todos.
Hoy el tema se plantea, una vez más, en el contexto electoral a propósito del debate que han organizado los dirigentes del PAN y del PRI. Se trata, una vez más, de un acto esporádico y, en esta ocasión, también excluyente de los otros contendientes. Eso no sería raro si este fuera uno más de los debates en la elección; sería natural que dos contendientes que encabezan las preferencias electorales quisieran confrontarse sólo entre ellos. Pero dado que se trata de un único evento de esa naturaleza, supone inevitablemente una merma importantísima en términos de la equidad entre los contendientes.
Resulta comprensible la protesta que algunos partidos (el PRD y el PSD, esencialmente) plantearon, y que el secretario ejecutivo del IFE hizo suya, exigiendo que la CIRT no transmitiera el debate.
Pero eso es, simplemente, la consecuencia de una falta de cultura del debate que sigue siendo uno de los grandes pendientes de nuestro incipiente sistema democrático.
Investigador y profesor de la UNAM.
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