Laura M. López Murillo
(especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar de la academia, cuando los sabios escudriñaban los discursos políticos, descubrieron, entre líneas, una semántica alterna que tergiversa las verdades y una simbología exasperante que codifica las intenciones ocultas…El lenguaje es el reflejo de la idiosincrasia, es una expresión viva y cambiante, que se adapta a las circunstancias, las describe y las preserva. Los vaivenes del pensamiento, las percepciones y las creencias cristalizan en el lenguaje, y entonces, algunas palabras adquieren una inusitada e impresionante carga significativa en un contexto determinado.Es por eso, que desde hace varios años, los lingüistas y gramáticos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, emprendieron, con rigor y detalle, la actualización de las características gramaticales de la lengua española.El proyecto de la Nueva Gramática de la Lengua Española contendría una descripción de áreas dialectales, niveles de lengua y registros.
También incluiría la descripción de las principales variedades americanas del español, ejemplos y recomendaciones de uso.Sin embargo, este mega proyecto no ha concluido, porque los sabios pretendieron descifrar el código de un lenguaje alterno, que se practica en el ámbito político.
Asumieron la responsabilidad moral de describir esa realidad paralela habitada por una infra-especie humana que muta cada sexenio y que cada régimen cambia de piel.Los expertos descubrieron que en el inframundo de la política han surgido palabrejas que designan por igual, tanto a la insensatez del hablante como a los vicios de esa elite, y concluyeron que subsisten aquellas aberraciones que se pretendía archivar en el cajón de los olvidos, como “dedazo”, “candidato oficial”, “elección de estado”.Los sabios se quemaron las pestañas y casi se exprimieron los sesos tratando de descifrar los poemínimos “inefable tarúpido”, “frutal idiotejo”, “iridiscente pendejérrimo”, y fue por eso que decidieron, por unanimidad, mandar al averno las palabrejas de la demagogia mexicana y excluirlas para siempre de la nueva gramática de la lengua española.
Hoy por hoy, el electorado en México, es el único grupo calificado para interpretar todas las voces y para descifrar todos los gestos de la nueva significancia política; labor que exige mucha concentrancia y la combinación de ingenio e ingenuidad para interpretar el sentido de palabras ambiguas en leyes electorales mal redactadas, en normas jurídicas sin lógica, sin gramática ni sintaxis, que exhiben la ineptitud de los legisladores, quienes al conjugar los adverbios inventaron… una semántica alterna que tergiversa las verdades y una simbología exasperante que codifica las intenciones ocultas…
Laura M. López Murillo
Lic. en Contaduría por la UNAM.
Con Maestría en Estudios Humanísticos
Especializada en Literatura en el Itesm.
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