MARTA LAMAS
En Estados Unidos, la Corte Suprema de Justicia está integrada por nueve jueces que tienen un poder y una independencia fenomenales. El cargo en este tribunal es vitalicio, y sólo se deja por fallecimiento o por renuncia debida a motivos de salud. Para ocupar el puesto que dejará vacante el juez David Souter ha sido nominada Sonia Sotomayor.
Con una trayectoria deslumbrante, Sotomayor ya había sido considerada antes, tanto por los demócratas como por los republicanos, para llegar a la Corte. Pero ha sido Obama quien formalmente la designó y ahora el Senado debe ratificarla.
De ser confirmada, Sotomayor se convertiría en la primera juez de origen latino en la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos y, a la vez, la ciudadana de origen hispano con el cargo político más importante en ese país.
Divorciada y sin hijos, Sotomayor es el caso típico de la profesionista que apuesta todo por su carrera. Hija de padres puertorriqueños, nació hace 55 años en el condado del Bronx, en Nueva York. A los ocho años le fue diagnosticada diabetes tipo I, y su padre murió al año siguiente. Su madre, la enfermera Selena Sotomayor, crió a Sonia y a su hermano Juan, hoy médico, a base de esfuerzo y disciplina.
Cuentan sus amigas de infancia que el hogar de Sotomayor fue el primero en tener una enciclopedia, y que todos los chiquillos del barrio iban a consultarla. Sotomayor acabó su high school en una escuela católica, la Cardinal Spellman High School, y ganó una beca para Princeton, de donde se graduó summa cum laude y Phi Beta Kappa. También ganó el M. Taylor Pyne Prize, el más alto reconocimiento a un estudiante en Princeton.
uego pasó a Yale, donde obtuvo el Juris Doctor y fue editora del Yale Law Journal. Sotomayor empezó su carrera como asistente del fiscal del distrito, resolviendo casos de robo, asalto, asesinato, brutalidad policial y pornografía infantil. Hacia 1984 se hizo socia de la firma de abogados Pavia & Harcourt, donde se especializó en litigar casos de propiedad intelectual.
A finales de 1991 se convirtió en la juez más joven del Distrito Sur y la primera juez federal hispana en el estado de Nueva York. Ha hecho casi toda su carrera como servidora pública, no tiene dinero, vive modestamente y en la actualidad se desempeña como juez federal del Segundo Circuito de Cortes de Apelaciones de Estados Unidos. La semana pasada iniciaron sus comparecencias frente al Comité Judicial del Senado y todo apunta a que la juez Sotomayor será avalada, tanto por su espectacular historial profesional como por el hecho de que los demócratas tienen mayoría en el Comité Judicial y en el Senado.
Pero, como suele suceder, el nombramiento de una persona que pertenece a una minoría, en este caso a los “hispanos” o “latinos”, causa un revuelo político. Muchas personas están complacidas con la posibilidad de que, además de inteligencia y conocimientos jurídicos, Sonia Sotomayor aporte una mirada desde su experiencia vital como mujer hispana. Sin embargo, para algunos senadores republicanos y ciertos periodistas, ese es justamente su talón de Aquiles: temen que no sea una juez justa y que actúe con favoritismo.
En 2001, Sotomayor hizo un comentario que ha sido calificado de “racista” y que se ha convertido en el centro de la discusión mediática: “Una latina inteligente podría tomar mejores decisiones que un hombre blanco que no ha tenido las mismas experiencias vitales”.
Sotomayor ha explicado que dijo esa frase en un contexto determinado y ha manifestado que no cree que “ningún grupo, ya sea por su raza, su etnia o su género, tiene ventaja alguna en materia de veredictos imparciales”.
También afirmó: “Cualquier persona tiene la oportunidad de ser un buen juez, al margen de sus antecedentes o sus experiencias personales”. Sin embargo, los senadores republicanos han vuelto una y otra vez sobre su supuesto prejuicio de género y etnicidad. Ella ha contestado con calma, prudencia y dignidad a la andanada de preguntas y comentarios insidiosos.
Como sabe que ese comentario, sacado del contexto en el cual lo hizo, puede dar la impresión de que para ella las experiencias de vida son las que mandan en la resolución de un caso, ha insistido claramente en la aplicación de la ley. No niega que las experiencias de vida sí influencian, pero la identidad no necesariamente distorsiona las decisiones judiciales: “no somos robots que escuchamos testimonios y evidencias sin tener sentimientos.
Tenemos que reconocer nuestros sentimientos y ponerlos a un lado”. Sotomayor ha insistido en dos cuestiones: “La tarea de un juez no es hacer las leyes, sino aplicarlas correctamente”, y “Mis experiencias personales y profesionales me permiten escuchar y comprender, pero la ley manda en la resolución final”.Lo interesante aquí es que, si bien Sotomayor no niega su herencia puertorriqueña y su condición femenina, los senadores republicanos que la cuestionan no aluden al hecho de que ellos, como hombres blancos anglosajones, también tienen una pertenencia étnica y un sexo.
Parecería que se creen “neutrales” o que consideran que sólo ellos son capaces de hacer abstracción de esos condicionantes. ¿Ignorancia o arrogancia? No lo sé. ¡Pero qué diferencia abismal con Sonia Sotomayor!
Le deseo de todo corazón que gane.
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