7/22/2009

Tres epístolas


Sergio Aguayo Quezada
Las crisis se enfrentan con ideas, como las incluidas en las cartas escritas por Cuauhtémoc Cárdenas, Santiago Creel y Javier Corral ("Carta abierta a militantes del PRD", "Volver a los orígenes" y "Momento de aprender", respectivamente). Las comento aquí porque dan una señal de los rumbos que podrían tomar el PAN y el PRD. El ambiente está tan viciado que a quienes sacan la cabeza para hacer propuestas les llueven descalificaciones.

Considero esto un error porque, dada la magnitud de nuestros problemas, urgen enfoques novedosos y viables. Lo anterior explica por qué incluyo la carta de Creel: aunque conozco la deteriorada autoridad moral que le dejó su paso por la Secretaría de Gobernación de Vicente Fox -un personaje cuya frívola patanería crece con el paso del tiempo-, hace una autocrítica adecuada en un documento escrito con claridad. La tesis central de los tres autores es que la participación en el poder pervirtió la esencia de sus respectivos partidos.

Para Cárdenas, "en sus condiciones actuales", el PRD está "traicionando a sus muertos" y perdiendo "su condición de instrumento de lucha por la soberanía de la nación, el progreso y la democracia". Según Creel, la "mística originaria" de Acción Nacional se fue perdiendo, "al punto de que, hoy, a los ciudadanos les cuesta trabajo saber cuáles son las causas y qué es lo que defiende Acción Nacional". Por su parte, Corral subraya "el abandono de los rigores éticos que plasmaron a la tarea política los fundadores del PAN". Sigue entonces que su principal recomendación sea que ambos partidos vuelvan a sus orígenes y se reconcilien con sus valores y principios primigenios. Califican de urgente esta tarea porque la prioridad es impedir el regreso del PRI a Los Pinos ya que, aseguran, viene estrechamente ligado a los poderes fácticos, ya tan fortalecidos durante los años del PAN en la Presidencia. Sugieren, entonces, un doble camino: hacia el interior de los institutos políticos y hacia el exterior, en donde recomiendan restablecer los nexos con la sociedad. Los tres documentos tienen debilidades y huecos.

Es sólido el razonamiento de que la obsesión con los cargos, y la forma en la que los utilizaron una vez obtenidos, los hizo perder su identidad sustituida poco a poco con los valores, usos y costumbres del viejo régimen. Ninguno de ellos acepta que el virus corruptor era parte integral de los ríos de dinero de financiamiento público que fueron obteniendo, sobre todo, a partir de la reforma electoral de 1996. Indispensable que tomen en cuenta este factor porque el dinero los afecta de múltiples formas entre las que estaría, por ejemplo, la calidad de las militancias.
Uno de los indicadores más precisos es la caída en las cuotas aportadas por los militantes a las arcas partidistas. Esto significa que un porcentaje importante de quienes se acercan a los partidos ya no lo hace por la coincidencia con el ideario, sino como método para la obtención de contratos o cargos. Si de verdad quieren rectificar, deberá reducirse la cantidad de dinero público que reciben. Difícil porque afectará la fibra más sensible de la existencia partidista. Tampoco toman en cuenta la importancia de que los partidos respeten la independencia de quienes presiden los organismos autónomos.

Uno de sus errores más graves fue percibirlos como parte del botín y, en consecuencia, al menor atisbo de querer actuar con libertad les aplican la mutilación o la castración. Al hacerlo, eliminan un contrapeso indispensable, como hemos podido ver en la trágica historia del Instituto Federal Electoral, cuya autoridad moral depende de la autonomía y del profesionalismo con los cuales regulen las elecciones. Otra debilidad de las tres cartas está en la pobreza de sus planteamientos sobre la relación entre partidos y sociedad. La enuncian como indispensable pero no la desarrollan, lo que tal vez se debe a que la identidad de los tres autores citados se construyó en el interior de los partidos políticos. En todo caso, es una veta que deberán desarrollar con mayor amplitud. Las reacciones iniciales no fueron buenas. Del PAN y el PRD salió una combinación de silencios, descalificaciones y cinismos. Comprensible la hostilidad porque los reformistas afectan intereses creados y eso es mal visto en cualquier ambiente.

Sin embargo, la profundidad de las crisis del PAN y el PRD forzará algún tipo de reacción a éstas y otras inconformidades. La viabilidad del reformismo se vería fortalecida si Cárdenas, Creel y Corral trabajaran de manera simultánea en la inclusión de los puntos de vista de una sociedad que también busca interlocutores entre la clase política. También serviría que consideraran lo que ahora resulta impensable: iniciar un diálogo entre ellos para elaborar una agenda común de aquellas renovaciones que tocan la esencia de toda la vida política.


Nota. Las tres cartas pueden consultarse en mi página, www.sergioaguayo.org, en donde también se pueden dejar comentarios.

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