Edgar González Ruiz *
La beatificación de Juan Pablo II, prevista para el próximo 1 de mayo, a sólo seis años de su fallecimiento, ocurrido el 2 de abril de 2005, pone nuevamente de manifiesto la inmoralidad y la hipocresía de la jerarquía católica. En los 27 años de su pontificado, Juan Pablo II usó su dote mediática y el inmenso poder que detentó para promover la destrucción del bloque socialista, así como las tendencias progresistas dentro del clero y, ante todo, para oponerse a los derechos sexuales de todas las personas.
El papa polaco fue un furibundo anticomunista, pero, sobre todo, su odio a la sexualidad, su sexofobia, alcanzó niveles difícilmente explicables a no ser, quizás, por circunstancias personales. Llama la atención que el anciano pontífice concentrara su energía y su atención en el erotismo, aunque sea de manera negativa.
Irónicamente, ahora se sabe que Karol Wojty?a, el ardiente defensor de la abstinencia sexual, protegió a sacerdotes acusados de abusos sexuales, siempre que militaran en la extrema derecha clerical, como Marcial Maciel. Ése fue, en la realidad, y no en las fantasías mediáticas, el legado de Juan Pablo II al mundo.
Sexofobia y más allá
Juan Pablo II fue enemigo radical no sólo de la despenalización del aborto y de la diversidad sexual, sino del uso de anticonceptivos, y hasta de las campañas de prevención del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida), basadas en el uso del condón. Sobre esos temas predicaba cotidianamente, adoptando el papel de un activista antiabortista, en escritos como su encíclica El Evangelio de la vida, donde convocó a combatir los derechos sexuales, es decir lo que él llamaba la “cultura de la muerte”.
Juan Pablo II calificó enfáticamente como antivalores el hedonismo y la libertad de conciencia. En su encíclica Veritatis splendor (1993) afirmó que es el poder de Satanás el que induce al hombre a “abandonarse” al relativismo y al escepticismo, y criticó la “alianza entre democracia y relativismo ético”, así como la pretensión de “tolerar en el ámbito moral un pluralismo de opiniones y de comportamientos dejados al juicio de la conciencia subjetiva individual o a la diversidad de condiciones sociales y culturales”.
El célebre teólogo Hans Kung acusó a Wojtyla de no ser un hombre abierto al mundo y de no ser siquiera un auténtico cristiano. Al principio del pontificado de Juan Pablo II, el intelectual italiano Alberto Asor Rosa afirmaba: “…si se me permite decirlo, no hay amor, no se ve amor en este pontífice, por tanto, no hay tolerancia, no hay espíritu liberal, no hay reflexión problemática de la diversidad… Es contrarreforma pura (y quizás, incluso, algo que viene de más lejos). Es la ley, el canon, la jerarquía. Y si por suerte ya no existen los instrumentos para actuar propter iram, el ánimo es ése”.
Protector de Maciel
En contraste con la condena de Wojty?a contra las mujeres que abortan y contra los fieles que recurren a los métodos anticonceptivos o al preservativo, así sea para protegerse del sida, Juan Pablo II ofreció su apoyo a conocidos abusadores sexuales, como Marcial Maciel.
Hay quienes alegan que Juan Pablo II ignoraba los abusos de Maciel, pero esa versión no es creíble, puesto que ya a fines de la década de 1990 y principios de la década siguiente, se habían dado a conocer muchos testimonios acerca del comportamiento de Maciel.
A Maciel, Juan Pablo II le hizo el “milagro” de salvarlo de las denuncias de abuso sexual que pesaban sobre él. Incluso, modificó las normas penales de la iglesia con el fin de proteger al fundador de los Legionarios de Cristo.
La principal reforma (en 2001) fue al delito grave de la “absolución del cómplice” (absolver el mismo sacerdote a la persona que dañó), a lo que recurría constantemente Maciel después de abusar de los seminaristas: “Los confesaba y perdonaba. Esto es una perversión de todos los valores religiosos”, según el exlegionario José Barba y el exsacerdote Alberto Athié (www.milenio.com, 15 de enero de 2011, María Eugenia Jiménez). Con la nueva reglamentación, ese delito grave ya no causaría excomunión automática y, además, prescribiría.
Pero el manto protector de Juan Pablo II se extendió sobre otros curas abusadores. El cardenal colombiano Darío Castrillón reveló que en 2001, cuando encabezaba la Sagrada Congregación para el Clero, con la autorización de Juan Pablo II envió una carta donde felicitaba a un prelado por ocultar los abusos de un religioso contra 11 menores en Francia. (www.caracol.com). Finalmente, el cura abusador fue condenado a 18 años de prisión por el crimen cometido, y a tres meses su encubridor, el obispo Pierre Pican. Desde luego, no son esos milagros los que sustentan la beatificación de Wojtyla, sino la supuesta curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, quien desde 2001 padecía Parkinson, que superó meses después del fallecimiento del papa.
Anticomunismo
Producto y expresión de las reacciones exacerbadas contra el socialismo real, Juan Pablo II fue enemigo de la Teología de la Liberación y de cualquier forma de disidencia progresista dentro de la iglesia.
Sus tendencias sexofóbicas y anticomunistas condujeron al pontífice a una evidente alianza con el gobierno militarista de Bush, centrada, ante todo, en posiciones radicales compartidas por el pontífice conservador y el mandatario genocida. Juan Pablo II criticó la agresión de Estados Unidos contra Irak, en la época de Bush, pero fue también patente el apoyo que las fuerzas ultraderechistas católicas, afines a Juan Pablo II, prestaron a Bush en su reelección y el hecho de que el papa hizo fuerza común con el gobierno republicano para oponerse a los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
No hay comentarios.:
Publicar un comentario