Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Acostumbrado como está Felipe Calderón a conversar sobre la agobiante inseguridad pública –por la desbordada actuación del crimen organizado y desorganizado--, con organismos de la llamada sociedad civil afines a su gobierno --tanto que dirigentes permiten que los regañe porque los financia, como informó un cofundador de México Unido contra la Delincuencia--, es normal que se irrite por el protagonismo de padres de familia y ciudadanos ajenos a los partidos políticos y que despliegan sus propias críticas y propuestas para combatir mejor a lo que denominó tiempo ha “ridícula minoría”.
Lo que no resulta tan normal es la maniobra para desacreditar las alternativas que formulan desde la academia especialistas mexicanos reconocidos allende nuestras fronteras y organismos no gubernamentales que tienen cerradas las puertas de Los Pinos y de Palacio Nacional, donde Calderón Hinojosa apadrina y suscribe planes y programas que sólo contemplan las estrechas visiones del grupo gobernante.
“¡No hay más ruta que la nuestra!” es la conducta desde el 11 de diciembre de 2006, cuando arrancó el Operativo Michoacán, hambriento como estaba Calderón de la legitimidad que no conquistó en las urnas. Y a los agraviados por la pérdida de 40 mil vidas humanas, 12 por ciento de las cuales corresponden a personas ajenas a la confrontación entre narcotraficantes y fuerzas armadas, responde pervirtiendo las propuestas y poniendo en boca ajena lo que él quiere escuchar, pero que los abundantes críticos de su estrategia no plantean.
Alterado, descompuesto hasta el punto que su principal crítico, Andrés Manuel López Obrador, le aconsejó “no regodearse en la terquedad”, el comandante supremo de las fuerzas armadas que tiene como debilidad colocarse las cinco estrellas, advierte: “Y es erróneo pensar que esa violencia va a desaparecer, como algunos sugieren, si el gobierno simplemente doblega las manos, y deja de actuar en contra de los criminales. ¡Qué ingenuos!”
¿Quién pide que Felipe del Sagrado Corazón de Jesús abdique de sus obligaciones elementales de brindar a los mexicanos seguridad en sus vidas y sus bienes?
No se precisa ser abogado, economista y administrador público para comprender que las críticas fundamentadas o no de millones de agraviados --en tanto que huérfanos, desaparecidos, víctimas de extorsión y de secuestro, emigrados, heridos y desempleados por la violencia-- son a la estrategia militarista que, por ejemplo, contempla a la sociedad como delatora de presuntos criminales a cambio de recompensas millonarias, y rechaza la indispensable participación ciudadana.
Nada respondió el alterado orador, por ejemplo, a sus incrementos en 44 por ciento en el gasto militar y de la Secretaría de Seguridad Pública en 450 por ciento en los últimos cuatro años, mientras los decomisos de narcóticos van pronunciadamente a la baja: 3.5 toneladas de cocaína en 2010 frente 14 toneladas en 2009, para no hablar de las 30 toneladas que se decomisaban durante los 90 del siglo pasado. Y los circuitos financieros del crimen organizado sencillamente se mantienen intocados por los gobiernos de México y de Estados Unidos.
El “¡Ya basta!” que exige con desesperación el michoacano de Morelia es un cierre de filas con un gobierno “que está perdiendo mucha autoridad, está quedando sin respeto de nada”, para decirlo en palabras del tabasqueño de Macuspana.
A esta altura del sexenio resulta una lamentable exhibición de incapacidad para polemizar con sus críticos, aunque tenga razón al exhibir a “las autoridades y políticos que se escudan en el doble discurso” o “los delitos comunes que no son enfrentados por las autoridades locales”.
Acuse de recibo
José Sobrevilla, editor de la electrónica Noticias del Empleo, comenta: “Me gustó tu Utopía 957. Lo malo de esa desesperación (Pésima compañera) es que ha contagiado a tanta gente. Hemos visto tanto que nos estamos volviendo insensibles al dolor ajeno (y propio). Hoy, precisamente, acabo de visitar a un amigo médico en Iztapalapa, quien con el esfuerzo de toda su vida levantó una pequeña clínica en su casa. Cuando ya estaba empezando a levantarse, un asalto a mano armada (comando) en su clínica lo volvió a dejar en la calle. Historias como ésta se multiplican por atrás de la palaciega política y el fervor de la queja pública del ‘¡Estamos hasta la madre!’ que al final se termina convirtiendo en comparsa del mismo discurso que criticamos”… Preguntas de la abogada Norma Falcón con motivo de El camino del aislamiento (13-IV-11): “¿Dónde quedaron los ingresos del gobierno de las 23 mil concesiones dadas a empresas extranjeras para la explotación de las minas de oro, plata y otros? ¿Los 220 mil millones de pesos aprobados para el campo en el presupuesto de la Federación de 2008? ¿Qué ha pasado con los 700 fideicomisos del gobierno para que sean auditados por la Auditoría Superior de la Federación? ¿Y los 174 fideicomisos que canceló Francisco Gil Díaz, unos días antes del término del período de gobierno de Vicente Fox Quesada? (…)”
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