Alberto Aziz Nassif
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis, 2010) que dio a conocer recientemente el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) nos muestra algunas de las partes oscuras de nuestra cultura nacional. Las percepciones y actitudes que tenemos sobre los grupos más vulnerables del país expresan los núcleos duros con los que todos los días nos topamos: el país de los prejuicios, abusos y maltratos a los más débiles, los diferentes, los pobres, los indígenas, los morenos, los discapacitados, los homosexuales.
Con los resultados de este trabajo hay varios supuestos que se validan: sí hay mucha discriminación en México, está repartida de forma heterogénea a través de la geografía nacional y hay una distancia importante entre el país que creemos ser y el que realmente somos. Veamos algunas cifras que apoyan estos supuestos: 4 de cada 10 personas no estarían dispuestas a que en su casa viva un homosexual y tres de cada 10 no estaría dispuesto a que alguien con VIH viva en su casa. La más alta discriminación se da hacia los diferentes en materia sexual: homosexuales, lesbianas y bisexuales, y el rechazo más fuerte viene de parte de la policía, Iglesia y servicios de salud.
De la intolerancia se puede pasar a uno de los pulsos interesantes que nos muestran de qué forma se están conformando dos países cuando hablamos de ansiedad y temor frente a la inseguridad: hay un conjunto de ciudadanos que le tienen miedo al robo a mano armada, y los porcentajes más altos están en el Distrito Federal, Toluca y León; en cambio, hay otras ciudades en donde el temor más fuerte es hacia la violencia que genera el narcotráfico, como en Monterrey, Torreón y Ciudad Juárez. Diferentes violencias, ¿el mismo miedo?
En estos días que se ha dado a conoce el horror que viven los migrantes, sobre todo los que vienen de Centroamérica, en la Enadis se detecta que uno de los grupos más vulnerables son los migrantes. Así lo reconocen un 83% de mexicanos que dicen que no se respetan nada, poco o algo, los derechos de estos grupos que transitan por el país, que ahora tienen que pasar por las mortales aduanas del crimen organizado para llegar a Estados Unidos.
Altísimos porcentajes de ciudadanos consideran que en México se violan los derechos de los más frágiles y vulnerables. La medición de este fenómeno se presenta en cifras que van desde el 57% hasta el 75%. Estos grupos son los homosexuales, los migrantes, los indígenas, las trabajadoras del hogar, los discapacitados, las mujeres, los jóvenes y los niños. Este ejercicio nos devuelve la imagen de un país que discrimina por razones muy conocidas: desde no tener dinero, la apariencia física (eso de cómo te ven, te tratan es cierto), las forma de vestir, el color de la piel, la edad o el género. Un dato interesante es la identificación —más en mujeres que en hombres— con el color más claro de la piel. La discriminación hacia las minorías étnicas está cruzada por un factor geográfico, lo cual presenta diferencias culturales en el país. Por ejemplo, algunas minorías perciben una mayor discriminación en los estados de Baja California y Baja California Sur con cifras de un 58.6%; en contraste, en Chiapas, Guerrero y Oaxaca baja a 34.5% y en el DF y el Estado de México casi desaparece, 0.8%. Las minorías étnicas perciben mayor discriminación y menores oportunidades para conseguir trabajo, recibir apoyos del gobierno, tener acceso a servicios de salud y a educación en estados del norte como Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas y mejores posibilidades en Campeche, Quintana Roo y Yucatán.
La discriminación hacia los jóvenes se acentúa con problemas sociales, como la dificultad para conseguir empleo. Así, cinco de cada 10 jóvenes de nivel socioeconómico bajo consideran que no los aceptan en los trabajos por su apariencia, problema que no existe en los niveles medios y altos. Muchas de las cargas que se padecen por la difícil situación de obtener un empleo, un espacio para estudiar, un servicio de salud o ciertos mínimos de seguridad se ven agravadas por una segunda carga que padecen los grupos vulnerables.
Estos rostros de la discriminación muestran a un país que contradice las caras de una nación moderna, democrática y equitativa. Este mapa de la discriminación nos presenta a un México plagado de prejuicios, con cargas racistas y maltrato hacia los vulnerables. Mucho trabajo tiene por delante el Estado para garantizar los derechos de los diferentes; amplio espacio tienen las organizaciones sociales en el trabajo con estos sectores para que sus derechos sean una realidad. Muy lejos está la nación de saldar su deuda con los vulnerables. La democracia electorera, que tanto apasiona a los políticos, no mira todavía hacia los derechos ciudadanos de los discriminados.
Investigador del CIESAS
Con los resultados de este trabajo hay varios supuestos que se validan: sí hay mucha discriminación en México, está repartida de forma heterogénea a través de la geografía nacional y hay una distancia importante entre el país que creemos ser y el que realmente somos. Veamos algunas cifras que apoyan estos supuestos: 4 de cada 10 personas no estarían dispuestas a que en su casa viva un homosexual y tres de cada 10 no estaría dispuesto a que alguien con VIH viva en su casa. La más alta discriminación se da hacia los diferentes en materia sexual: homosexuales, lesbianas y bisexuales, y el rechazo más fuerte viene de parte de la policía, Iglesia y servicios de salud.
De la intolerancia se puede pasar a uno de los pulsos interesantes que nos muestran de qué forma se están conformando dos países cuando hablamos de ansiedad y temor frente a la inseguridad: hay un conjunto de ciudadanos que le tienen miedo al robo a mano armada, y los porcentajes más altos están en el Distrito Federal, Toluca y León; en cambio, hay otras ciudades en donde el temor más fuerte es hacia la violencia que genera el narcotráfico, como en Monterrey, Torreón y Ciudad Juárez. Diferentes violencias, ¿el mismo miedo?
En estos días que se ha dado a conoce el horror que viven los migrantes, sobre todo los que vienen de Centroamérica, en la Enadis se detecta que uno de los grupos más vulnerables son los migrantes. Así lo reconocen un 83% de mexicanos que dicen que no se respetan nada, poco o algo, los derechos de estos grupos que transitan por el país, que ahora tienen que pasar por las mortales aduanas del crimen organizado para llegar a Estados Unidos.
Altísimos porcentajes de ciudadanos consideran que en México se violan los derechos de los más frágiles y vulnerables. La medición de este fenómeno se presenta en cifras que van desde el 57% hasta el 75%. Estos grupos son los homosexuales, los migrantes, los indígenas, las trabajadoras del hogar, los discapacitados, las mujeres, los jóvenes y los niños. Este ejercicio nos devuelve la imagen de un país que discrimina por razones muy conocidas: desde no tener dinero, la apariencia física (eso de cómo te ven, te tratan es cierto), las forma de vestir, el color de la piel, la edad o el género. Un dato interesante es la identificación —más en mujeres que en hombres— con el color más claro de la piel. La discriminación hacia las minorías étnicas está cruzada por un factor geográfico, lo cual presenta diferencias culturales en el país. Por ejemplo, algunas minorías perciben una mayor discriminación en los estados de Baja California y Baja California Sur con cifras de un 58.6%; en contraste, en Chiapas, Guerrero y Oaxaca baja a 34.5% y en el DF y el Estado de México casi desaparece, 0.8%. Las minorías étnicas perciben mayor discriminación y menores oportunidades para conseguir trabajo, recibir apoyos del gobierno, tener acceso a servicios de salud y a educación en estados del norte como Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas y mejores posibilidades en Campeche, Quintana Roo y Yucatán.
La discriminación hacia los jóvenes se acentúa con problemas sociales, como la dificultad para conseguir empleo. Así, cinco de cada 10 jóvenes de nivel socioeconómico bajo consideran que no los aceptan en los trabajos por su apariencia, problema que no existe en los niveles medios y altos. Muchas de las cargas que se padecen por la difícil situación de obtener un empleo, un espacio para estudiar, un servicio de salud o ciertos mínimos de seguridad se ven agravadas por una segunda carga que padecen los grupos vulnerables.
Estos rostros de la discriminación muestran a un país que contradice las caras de una nación moderna, democrática y equitativa. Este mapa de la discriminación nos presenta a un México plagado de prejuicios, con cargas racistas y maltrato hacia los vulnerables. Mucho trabajo tiene por delante el Estado para garantizar los derechos de los diferentes; amplio espacio tienen las organizaciones sociales en el trabajo con estos sectores para que sus derechos sean una realidad. Muy lejos está la nación de saldar su deuda con los vulnerables. La democracia electorera, que tanto apasiona a los políticos, no mira todavía hacia los derechos ciudadanos de los discriminados.
Investigador del CIESAS
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