4/17/2011

Con políticos cínicos no se llega a ningún lado.


Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com

Uno ya no sabe si escandalizarse, horrorizarse o simplemente resignarse frente al cinismo de los políticos.

Le dijeron a los legisladores californianos que debido a la crisis para ahorrar les iban a quitar los vehículos oficiales y los apoyos para gasolina, etc., no falto el que dijera que con ese ahorro no se resolvería la crisis y tiene razón, una sola medida no resuelve el desastre fiscal que legaron los republicanos, pero bien que aporta aunque sea un granito de arena. Finalmente si todo mundo debe pagar algo para salir del hoyo, ¿por qué los legisladores deberán estar exentos? Aunque el ahorro sea limitado simbólicamente envía un fuerte mensaje de coparticipación en el esfuerzo de salvar a las finanzas públicas.

Frente al asesinato de su hijo en Morelos, el poeta Javier Sicilia frustrado como más de cien millones de mexicanos de ver como las autoridades se escabullen para cumplir con su responsabilidad, pide la renuncia del gobernador y tres presidentes municipales; el gobernador se adelanta a decir que él no renuncia y no se le debe presionar. Habría que ser ilusos para pensar que suelte tan fácil el instrumento con el que asegurara su futuro y posiblemente un par de generaciones. Lo que el político no entiende es que no lo eligieron para darle carta blanca en su incompetencia o en sus complicidades y que la sociedad tiene todo el derecho a exigirle cuentas y por supuesto a presionarlo para que de resultados , en este caso no hablamos de un tema menor, sino del reclamo de un padre que habla desde lo más profundo de su dolor porque le asesinaron un hijo, en parte debido a la incompetencia de los políticos y las complicidades que se esconden bajo el manto de la abulia gubernamental. Pero en la voz de Sicilia se conjuga el reclamo de decenas de miles que han visto morir o desaparecer a los suyos ante la complacencia gubernamental que se contenta con decir que esos son temas del narco para lavarse las manos.

Uno de los signos de la decadencia en que se sumerge el siglo XXI es el profundo distanciamiento de los políticos respecto a la sociedad; los políticos deberían tener la obligación legal de atender las cuestiones de la sociedad en general y la obligación moral de despojarse de sus intereses personales y de su egoísmo, pero estas son exigencias al parecer más apropiadas del siglo XIX, porque los cínicos que (des)gobiernan alrededor del mundo ven a la sociedad como un sujeto que los valida pero no merece mayor consideración (¿vieron el video del presidente Checo robándose una pluma?).

En el momento que los políticos se preocupan más por lo personal que por lo colectivo es porque han perdido una visión filantrópica como reclama la política en su acepción más positiva. Apelar hoy al concepto que la política es para hacernos felices parece producto de un romanticismo anacrónico propio de novelas de ficción y uno corre el riesgo de ser acusado de iluso y alejado de la realidad.

Es escandaloso encontrar complicidades perversas como aquella entre políticos que protegen a redes de pederastas, aunque no falta quién sugiera que ellos son parte de esas redes. La historia de persecución contra Lidia Cacho, la periodista que denunció a una de esas redes en México y que en la práctica implicó su secuestro por parte de policías que llevaban la consigna de propiciar su muerte, es todavía más fuerte porque los culpables gozaron de total impunidad debido a arreglos políticos que no se detuvieron ante el pisoteo de la moral.

Me estremece ver que el tema que tenía atorada la negociación del presupuesto de Barak Obama se refería a la salud de la mujer, las baterías se dirigieron contra la organización Planned Parenthood que entre sus actividades de atención a la mujer (3% de su presupuesto) llevan a cabo abortos. Los políticos que nos dan lecciones de moral, que obligan a las jóvenes a parir infantes que carecerán de apoyo condenándolos a la pobreza y el abandono, después resultan involucrados en escándalos de infidelidad y atropellamiento moral y ellos mismos anulan la legalización de la drogas.

Me llama mucho la atención encontrar gente que se involucra en trabajos voluntarios pero que en el fondo buscan la manera de beneficiarse en lo personal. Uno encuentra ciudadanos que buscan el poder político para beneficiarse del mismo y no para servir a los demás. Causa horror que algún pariente de dirigentes de una de las organizaciones más vocales contra la violencia en México encontró un empleo de buen nivel en el gobierno. Nada más efectivo para moderar los tonos de la protesta.

Hay que recuperar la moral colectiva y elevar el interés societario por arriba de los egoísmos pero antes de eso expulsar a los cínicos del poder.

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