En su primera conferencia de medios, el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, negó que el gobierno federal utilice la “guerra” contra el crimen organizado con una finalidad política. Sin embargo, la realidad lo desmiente. No hay día en que dejen de hacerse señalamientos de tinte político, como afirmar que el narcotráfico interviene en los procesos electorales del país. Puntualizó que le preocupa al Ejecutivo este asunto, pues “es un hecho palmario, evidente”. Desde luego, no aportó prueba alguna, como tampoco quiso aclarar el motivo de la entrevista en Los Pinos del director de la CIA, David Petraeus, con Felipe Calderón. Eso sí, fue muy claro al afirmar que “la colaboración con las distintas agencias de Estados Unidos seguirá hasta el final de la administración, porque tenemos esa obligación”.
Cabe preguntar dónde está puntualizada esa “obligación”. Porque no lo está en nuestra Carta Magna, ni tampoco en algún tratado bilateral, ni siquiera en el TLC con América del Norte. La obligatoriedad del gobierno mexicano es con la salvaguardia de la soberanía nacional, garantizar que el Estado no será vulnerado por intereses extranjeros. Pero obligación de colaborar con la principal agencia del gobierno estadounidense, que desde siempre se ha distinguido por su proclividad a crear conflictos con naciones extranjeras, no debe haberla. Mucho menos si tal “colaboración” pone en riesgo la marcha del país, como sería el caso en este momento si la Casa Blanca decidiera interferir en el proceso electoral mexicano.
Dice un dicho popular que no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas, tal ha sido el caso con la visita de Petraeus a la casa presidencial mexicana. Podrá decirse todo lo que se quiera para hacer creer que no tuvo nada de malo dicha visita, que sólo fue un rasgo de cortesía, etcétera. Lo cierto es que se escogió el momento más impropio, al igual que el Episcopado (en colusión con el PAN) escogió el mes de marzo para la visita de Benedicto XVI. Según Poiré, “lo que estamos haciendo (con el director de la CIA) son tareas de seguridad y de colaboración en materia de información y eso lo vamos a seguir haciendo; que no se preste a especulaciones”.
Pide un imposible, pues el hecho mismo de una visita de esa naturaleza es por sí misma motivo de especulaciones, y sobre todo de seria preocupación, debido al nivel que ha tomado la intervención estadounidense en los asuntos públicos de los mexicanos, con el pretexto de la “seguridad” de ellos, no la nuestra, bajo el argumento de que los narcotraficantes se convirtieron en “terroristas”. En más de cincuenta años que tienen activos nunca les dio por el terrorismo, hasta ahora, cuando incluso su poder ha menguado mucho, según Calderón, por su “guerra” frontal a los cárteles.
Queda entonces la duda, o ya se ha desmantelado a las principales organizaciones delictivas, o no es cierto y ahora tienen más fuerza que hasta en “terroristas” se convirtieron. La realidad patentiza que no es verdad ni una cosa ni la otra. Los cárteles históricos siguen trabajando, pues están preparados para los constantes relevos que se suscitan por la índole misma de su actividad, y no tienen interés en convertirse en “terroristas”, a sabiendas de que eso les significaría una confrontación directa con el Estado, sobre todo el estadounidense.
La preocupación de fondo que tiene el “gobierno” de Calderón es a perder el poder, de ahí que busque toda suerte de artimañas para frenar o desviar el proceso de derrota del panismo como partido gobernante. No pudo lograrlo en Michoacán, pero aún así sigue insistiendo en el tema -la participación del narco en los comicios-, con más firmeza, porque saben en Los Pinos que tienen perdidos los comicios de julio. El voto de castigo a un sexenio de locura, de corrupción galopante, de costosa demagogia, será espectacular, a pesar de los miles de millones que se gasten en propaganda con el fin de evitar el descalabro que se vislumbra.
Es imposible que se crea que la visita del director de la CIA fue simplemente de cortesía. Así que mientras no se informe con veracidad a qué vino seguirán las especulaciones. Conviene señalar, desde ahora, la necesidad imperiosa de que el gobierno estadounidense, entienda que las relaciones bilaterales deben llevarse bajo reglas muy claras, de respeto mutuo y visión de futuro. México debe entrar, necesariamente, en una etapa de evolución que evite una violencia mayor a la que hemos vivido estos últimos cinco años. Esto sólo se podrá lograr dándole oportunidad a las clases mayoritarias de participar en un proceso de desarrollo incluyente, con sentido democrático y progresista. De otro modo, nada impediría ni la fuga de capitales ni la de indocumentados, los primeros a donde mejor convenga, los segundos sólo a territorio estadounidense.
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