Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (apro).- El poder fáctico, el poder que es capaz de doblegar a presientes de la República, el poder que con una sola amenaza puede sentar en la misma mesa a diputados de diversos partidos, así se les llama a las televisoras, a Televisa y TV Azteca.
Mucho se habla de ellas pero en realidad muchos desconocemos qué hay en juego como para que las televisoras sean tan arriesgadas, tengan un constante cabildeo en los tres poderes de la Unión e, incluso, cuenten ya con una “telebancada”.
Todo se reduce a dinero y poder. En 2007, ambas televisoras, como si fuera el Teletón, se unieron para mantener sus ingresos millonarios e incluso disputar una bolsa mayor. Para ello se opusieron a la reforma electoral de ese año.
Luego de las carretonadas de dinero pagadas a las televisoras y medios electrónicos en las elecciones presidenciales de 2006, y la consecuencia que tuvo en los resultados finales, como fue la distorsión del proceso por haberse alentado y financiado la campaña contra Andrés Manuel López Obrado, a quien se calificó de ser “un peligro para México”, los legisladores, presionados por la sociedad, decidieron cambiar las reglas del juego y del dinero.
Por lo que hace a medios electrónicos, éstos bloquearon toda posibilidad de que partidos políticos, organizaciones o ciudadanos, pudieran comprar tiempo en televisión o radio, en tiempos electorales. Y asignaron esta facultad únicamente al Instituto Federal Electoral (IFE).
Pero no sólo eso, determinaron que el único tiempo que se puede comprar en los medios electrónicos sea de 48 minutos por día. Además, que ese tiempo, el cual se le tiene que dar de manera gratuita al Estado, se le dé al IFE para que distribuya o regule lo que cada partido puede utilizar en su tiempo electoral.
El cambio a la ley puso en jaque a las grandes televisoras, tanto así que emprendieron una fuerte campaña en contra de la citada ley para que fuera bloqueada en el Senado de la República; instruyeron a sus jilgueros y a todos los agremiados de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT).
El entonces secretario de la CIRT, Andrés Massieu, fue el “operador político de la embestida”, y para ello elaboró una especie de manual en la que se expone la “línea” a segur.
Massieu estableció siete puntos básicos y los resumió en uno, el cual tenía que repetirse en todos los medios, televisivos y de radio:
“La reforma presentada hace más caros los procesos electorales, dificulta crear nuevos partidos, crea un IFE controlado por los tres grandes partidos políticos y deja a la sociedad como rehén de los partidos que controlan el Congreso”.
Ese fue el estribillo que se repetiría en los medios electrónicos; pero no sólo eso, también instruyó Andrés Massieu a que se pidiera ayuda a una serie “de personalidades, a los cuales sería conveniente abrirles espacios”.
Los 44 jilgueros que hablarían en contra de la reforma electoral, propuestos por Andrés Massieu, fueron Luis Miguel Aguilar, Luis González de Alba, Alvaro Matute, Benito Nacif, Carlos Elizondo Mayor-Sierra, Francisco Abundis, Enrique Krauze, Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva y Denise Maerker, entre otros.
Finalmente la ley se aprobó, el malestar de las televisoras generó que en las siguientes elecciones para renovar el Congreso de la Unión construyeran su propia ‘telebancada’.
Es la misma ‘telebancada’ que hoy pretendió reformas a la Ley de Radio y Televisión para que las dos grandes cadenas le dieran la vuelta a la reforma de 2007 y pudieran vender espacios a partidos en tiempo electoral.
El mismo integrante de la CIRT que el 6 de septiembre de 2007 operó para desprestigiar la citada reforma electoral, es el mismo que hoy desde la Cámara de Diputados y ya como legislador federal también operó para que pasara la contrarreforma.
La crítica en la sociedad no se hizo esperar, por lo que los diputados tuvieron que dar marcha atrás, sin embargo, y a pesar de que se tenían que eliminar los artículos que abren la puerta de atrás para que las televisoras obtengan recursos millonarios de los partidos políticos, éstos no han sido anulados.
Es decir, la ley continúa viva y con posibilidad de que en las próximas elecciones federales vuelva a ser retomada.
Pero en resumen, que es lo que el ciudadano común y corriente tendría que saber para poder entender por qué las televisoras han adquirido tanto poder como para mover a todo un Poder Legislativo: pues porque sus comentarios a favor o en contra de un partido político tienen, hoy, un valor diario de ¡¡¡40 millones y medio de pesos!!!
Efectivamente, todo lo que esta detrás y que hace unirse a Televisa y TV Azteca, como en el Teletón, es el dinero.
Antes de la reforma electoral de 2007, los spots por día le generaban a las televisoras 29.66 millones de pesos; sin embargo, con la redistribución de los recursos que el IFE otorga a los partidos para esta elección federal de 2012, el valor casi se duplicó: 40.57 millones de pesos.
Esa gran suma de dinero es lo que las televisoras “están perdiendo” día a día desde que arrancaron las campañas presidenciales.
En otras palabras, desde el día que arrancaron formalmente las campañas para Presidente de la República, el 30 de marzo, al domingo 29 de abril, el duopolio televisivo ha perdido unos mil 258 millones de pesos.
Ese es el valor de las televisoras, ese es su verdadero poder. Por esa cantidad son capaces de crear su ‘telebancada’ y de “cabildear” duramente entre los diputado de todos los partidos para convencerlos y hacer que cambien la Ley de Radio y Televisión.
Todo, poder y dinero, a eso se reduce la importancia de las televisoras. Ahora podríamos entender por qué para las televisoras “Andrés Manuel era un peligro para México”.
La manipulación en pleno y todo a cambio de miles de millones de pesos que, por cierto, se quedan en manos de un par de dueños: Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
En Twitter: @jesusaproceso
No hay comentarios.:
Publicar un comentario