Alberto Aziz Nassif
Este 1 de mayo, Día del Trabajo, significa un momento que sólo se da cada seis años: la coincidencia con las campañas presidenciales. Frente al trabajo se dan diferencias y definiciones entre proyectos de izquierda y derecha que cobran sentido, por eso es importante revisar qué proyectos y qué reformas proponen los candidatos a la Presidencia sobre salario, contratación colectiva y justicia.
En las plataformas de los partidos se puede ver una idea general: en el caso del PAN existe una visión que le da prioridad a la flexibilización. De forma directa retoma muchas de las propuestas y recomendaciones que hace la OCDE: jornadas flexibles, periodos de prueba, capacitación, seguro de desempleo, incluso habla de una vida sindical democrática y transparente, lo cual es positivo, siempre y cuando se puedan establecer contrapesos y equilibrios. Por ejemplo, no es aceptable que sólo se quiera flexibilizar sin tener un cuadro mínimo de protección. En el caso del PRI existe un planteamiento más general, sin compromisos específicos o sustantivos, se menciona el objetivo de crear empleos, todos los hacen, y se habla de mercado interno y de industrialización, dos temas que habían caído en el olvido. También se plantea proteger de la contratación colectiva, dar capacitación y las becas, así como la supervisión de los procesos de subcontratación.
Si recordamos los intentos recientes de hacer una reforma laboral se pueden apreciar las grandes similitudes entre PAN y PRI en el Congreso de la Unión. En el último intento de reforma, el PAN prácticamente cedió su proyecto en la materia, muy acorde con el pragmatismo que lo ha caracterizado como partido en el gobierno; abiertamente se sumó al PRI para abaratar los costos del despido y adelgazar los derechos colectivos, como acaba de hacer la derecha en España. De esta forma, tanto en 2002 como en 2010 se han querido hacer reformas laborales con retrocesos, por la flexibilización sin protección social, por la legalización del outsourcing y por el afán de conservar el control corporativo del aparato de impartición de justicia laboral.
El PRD y sus aliados plantean una visión más justicialista, que integra la política económica y la política laboral con una visión de bienestar. Este es el único planteamiento que habla de una recuperación paulatina del salario, vinculado a la productividad, como se hizo en Brasil. Se prioriza el empleo formal, la estabilidad y la no intervención del gobierno en la vida sindical. Frente a estos objetivos se puede señalar la contradicción de que en el Distrito Federal el gobierno perredista propuso una reforma laboral regresiva porque, entro otras cosas, hace casi imposible la formación de sindicatos. Actualmente se encuentra detenida por un amparo. En todas partes hay peligros para un trabajo digno, un sindicalismo democrático y una justicia laboral eficaz.
En el mundo del trabajo hay una agenda progresista frente a la cual se tienen que definir los candidatos a la Presidencia. Se pueden enumerar algunos puntos básicos como la recuperación salarial, parte fundamental para fortalecer el mercado interno. Este proceso será difícil de lograr si no se respeta la contratación colectiva auténtica que termine con el viejo corporativismo y con la simulación de los cada vez más numerosos contratos de protección. En esto reside la democracia sindical que se necesita.
Sobre estos temas ni PAN ni PRI plantean nada, sólo lo hace el PRD y sus aliados. La otra parte tiene que ver con la justicia laboral. El modelo de las juntas reproduce el añejo control corporativo. Si se pretende una impartición de justicia expedita se tienen que diseñar tribunales laborales que hagan esa función. Por lo pronto, la reforma que se quiere sacar adelante establece el abaratamiento del despido mediante la reducción del tiempo de salarios caídos.
Ya se sabe que el PRI tiene fuertes compromisos con el sindicalismo corporativo, popularmente conocido como charro y que cualquier reforma que se quiera hacer tendrá que acordar con esos intereses. En el caso del panismo sus dos gobiernos se han dedicado a tener buenas relaciones con los líderes corporativos (Gordillo, Deschamps), en lugar de haber llevado adelante un proyecto democratizador, como dijeron cuando eran oposición. Esos mismos líderes han empezado a juntarse con su viejo aliado ahora que huelen el regreso del PRI a Los Pinos. Se trata de la triste historia del panismo gobernante: no se quiso pelear para acordar algo y al final no sacó ninguna reforma y no llegó a ningún acuerdo importante, salvo la reproducción de esos intereses.
Todos los días vemos a Peña Nieto con los viejos líderes de las centrales corporativas y se ve como en su casa. Josefina le entregó al PRI su proyecto en el Congreso y lo firmó públicamente. Así que frente al mundo del trabajo PAN y PRI son la misma cosa…
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