Leonardo García Tsao
Cannes, 22 de mayo. En un teatro Debussy repleto y recibida al final con una ovación, ayer se estrenó Después de Lucía,
de Michel Franco, dentro de Una Cierta Mirada. En realidad, no se trata
del segundo largometraje del director mexicano sino del tercero, pues
antes codirigió con su hermana Victoria A los ojos, que aún no
ha salido a la luz pública. De cualquier forma, la película marca el
progreso expresivo de Franco en una línea de depuración del estilo
distanciado que ya había mostrado en la desigual Daniel y Ana (2009).
En cierta forma parecida a Jagten, la película danesa de Thomas Vinterberg en competencia, al centrarse en una persona que se vuelve una apestada en su círculo social, la realización de Franco acumula tensión precisamente porque la protagonista permanece pasiva ante su creciente martirio. En parte eso se explica por la nobleza intrínseca que logra imprimir la joven actriz Tessa Ia. Pero también es comprensible en el clima actual de México, donde la violencia ha llegado a aceptarse como algo cotidiano. Asimismo, la resolución final de venganza parece la única probable en un país, en el que acudir a la ley carece de sentido. Franco se ha revelado como un director sutil y económico, que evita los detalles morbosos por respeto a sus personajes.
Por otro lado, en la Quincena de Realizadores se llevó a cabo el estreno de Fogo, coproducción mexicano-canadiense, que también es el tercer largometraje de la realizadora Yulene Olaizola. Muy diferente a su opera prima, el inquietante documental Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (2008), la película de apenas una hora de duración se encuentra a medio camino entre el documental y la ficción, para narrar las arduas condiciones de vida de los habitantes de la isla titular, al noreste de Canadá.
Podría citarse la influencia de un Robert Flaherty, quien
dirigía las acciones de los protagonistas de sus documentales, pero más
bien lo que se percibe es la huella del argentino Lisandro Alonso y su
forma contemplativa de hacer cine. De hecho, Fogo tiene una secuencia común a La libertad,
primer largometraje de aquél, en que se muestra el proceso laborioso de
cortar un árbol. Olaizola se muestra sensible a la belleza tan agreste
como desolada del paisaje, así como a los rostros endurecidos de los
hombres, que parecen tallados en roca. Desde luego no es el tipo de cine
que llenará las salas comerciales, sino estará destinado a un circuito
alternativo.
Aún falta por ver la cinta mexicana en competencia, Post Tenebras Lux,
cuarto largometraje de Carlos Reygadas, que se estrenará al público el
próximo jueves. Hay mucha expectativa entre la crítica después del éxito
que tuvo aquí Luz silenciosa hace cinco años.
Poco se puede decir de las películas en competencia de hoy. Killing Them Softly (Matándolos suavemente) es un rutinario y verborreico thriller negro
de Andrew Dominik, sobre un irónico matón a sueldo (Brad Pitt con el
pelo grasiento), que debe ajustar cuentas entre criminales de poca
monta, en una realidad acotada por la recesión económica. Y el británico
Ken Loach ha hecho con The Angels’ Share (La porción de los ángeles)
su decimoprimera aportación a la competencia de Cannes… y también una
de sus películas más menores, el apenas simpático recuento sobre cómo
unos jóvenes hampones escoceses intentan robar whisky, tras haber
descubierto las delicias del brebaje.
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