5/23/2012

Foro de la cineteca: De jueves a domingo


Carlos Bonfil
Los niños nos observan, este título clásico neorrealista de 1944, de Vittorio de Sica, sobre una mirada infantil a la desintegración de una relación conyugal, y el también célebre Viaje a Italia (1953), de Roberto Rossellini, bien podrían servir de oportuna referencia a De jueves a domingo, muy sensible primer largometraje de la joven chilena Dominga Sotomayor. La directora expone con claridad sus intenciones: Me interesa un relato para cine y no para un libro, donde la puesta en escena, visión muy precisa y particular de una situación, por sencilla que sea, pueda ser conflictiva.
 
Y efectivamente, su cinta es un paciente trabajo de observación de las emociones y conflictos generados durante el viaje de fin de semana de una pareja acompañada por sus hijos. Lo interesante es que los altibajos y descalabros de la relación son vistos desde la perspectiva de Lucía (Santi Ahumada, estupenda), niña de 10 años, quien en compañía de Manuel (Emiliano Freifeld), su hermano menor, ocupa el asiento trasero del automóvil, lugar de emplazamiento de una cámara desde donde se observa la mayor parte de la acción. Esa cámara se demora largamente sobre la nuca de los padres, Ana (Paola Giannini) y Fernando (Francisco Pérez-Bannen), mientras escuchamos su diálogo trivial, algo mortecino, salpicado de leves reproches y constantes cambios de humor. El punto de vista infantil se vuelve así un elemento clave y novedoso en la crónica intimista de una lenta separación conyugal.

Este clima parece más opresivo aún por los largos silencios de la pareja y por la sensación de malestar que lentamente se apodera del ánimo de la niña Lucía. El extraño viaje, que no es precisamente día de campo ni balada turística, y cuya finalidad es la ubicación de una propiedad abandonada del padre de Fernando, se vuelve la ocasión ideal para llevar al punto de ruptura la relación de la pareja. Los signos de desintegración afectiva son tan finos como los que aparecen en la cinta El plantea más solitario, de Julia Lotvek, con Gael García Bernal y Hani Furstenberg.

Hay la aparición de Juan, un forastero que viaja en compañía de su hijo y que despierta en Ana un interés creciente. Hay también escenas lúdicas, a cargo de los niños, quienes rompen con la frialdad aparente del relato, como la del hijo de Juan, bilingüe perfecto, que lanza una imparable y absurda catarata verbal en francés, o la vitalidad que despliegan los infantes en claro contraste con el hartazgo anímico que los adultos no pueden ya disimular. Un contraste más, acentuado por la cámara experta de Bárbara Álvarez (El custodio, Whisky, La mujer sin cabeza) opone el ambiente claustrofóbico en el auto y los paisajes del extenso páramo chileno, tan evocador de ese desierto sentimental en que se ha convertido la vida de la pareja. Un trabajo original y muy valioso del nuevo cine chileno.


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