Escrito por Daniel de la Garza
Al preguntar al ciudadano promedio
cuándo fue la primera vez que escucharon hablar del personaje, se
percibe una vaga idea al respecto. Su ascenso en la política fue fugaz,
buena parte de su éxito se puede atribuir al padrinazgo de figuras de la
administración pública de dudosa reputación. Su juventud y falta de
experiencia fue una fortaleza en la contienda electoral en la que
participó: Al carecer de negativos en la opinión pública, fue un
candidato más competitivo que sus veteranos compañeros de partido. Las
imágenes de la televisión lo posicionaron como un serio contendiente, y
terminaron por atribuir a que lograra enterrar en definitiva a su
experimentado adversario. Mediante frases ingeniosas y spots memorables
con un innegable acierto mercadológico, Rodrigo Medina de la Cruz ganó
la elección en Julio del 2009 con amplio margen y se convirtió en
gobernador del Estado de Nuevo León.
Casi tres años después, la mayoría de
los regiomontanos son nostálgicos de un pasado no muy lejano en el que
los espacios de convivencia social eran más amplios y en la que la
entidad no era rehén de la delincuencia. La debacle de la región se
gestó desde muchos años atrás, pero el deterioro jamás había sido tan
evidente ni había afectado de forma tan directa al ciudadano promedio,
como ocurre en la actualidad. La responsabilidad del desastre apunta a
varios actores políticos y sociales, pero la televisora que fue
responsable de la edificación virtual del triunfo del cuestionado
gobernante rara vez aparecía entre ellos.
En 2012, Televisa se encuentra a escasas
semanas de lograr lo que sería su mayor victoria política, de acuerdo a
las encuestas que se promueven en ese y en otros espacios afines: la
consumación del triunfo del candidato que han ayudado a gestar desde
hace años. A diferencia de otras elecciones, en este caso no se trata
sólo de favorecer a un candidato por encima de otras opciones, sino de
un trabajo que comenzó con la construcción de una candidatura, a lo que
siguió una agresiva promoción en la mayoría de sus espacios para generar
una percepción de un triunfo inevitable.
Ante el movimiento que tuvo sus orígenes
en la Universidad Iberoamericana, no sólo el candidato del PRI encontró
uno de los retos inesperados que lo han colocado a la defensiva; la
Televisora más importante del país no sabe como reaccionar con eficacia
ante una nueva generación que disputa su verdad.
En los conflictos post-electorales de
1988 y el 2006, se coreaba en las calles con enorme frustración
consignas en contra de la manipulación informativa. Hoy en día se
informa puntualmente a un público más amplio a través de los blogs y las
redes sociales, que a su vez son una plataforma de organización social
que han logrado nutridas movilizaciones conformadas en gran medida, por
una nueva generación. A través de las nuevas herramientas, se desmienten
argumentos falaces y se derrumban los mitos. Queda en el registro del
Facebook, Twitter y Youtube las contradicciones e incongruencias de los
comunicadores más conspicuos del Canal de las Estrellas.
Para millones de ciudadanos, queda más
claro que nunca el proceso de maquinación mediática de las televisoras, y
la escasa credibilidad de buena parte de sus conductores.
La indignación que dio origen al
movimiento #YoSoy132 fue exacerbada por actitudes como las que
acontecieron en la emisión de Tercer Grado del pasado 16 de Mayo, en la
que Carlos Loret de Mola ridiculizó el número real de quienes conforman
las redes sociales, afirmando que las opiniones que se manifiestan en
ese espacio no deben tomarse en cuenta por ser minoritarias, mientras
que el moderador Leopoldo Gómez cometió la pifia de acusar a
los miles de usuarios de buscar crear una falsa impresión de avance del
candidato de las izquierdas. Bajo esta lógica, la veracidad de las
noticias que propagan debería de guardar una relación con el número de
conductores que participan en sus emisiones, mientras que incidir en la
opinión pública, pareciera ser un derecho reservado para la Televisora.
Como corrección a su errática reacción inicial, Televisa ha realizado una apertura a
medias en la que se intenta neutralizar a los estudiantes que demandan
una mayor pluralidad. No deja de ser un logro menor que los estudiantes
hayan logrado tener una voz en los medios masivos de comunicación, no
obstante es evidente que la apuesta de Televisa es al desfonde del
movimiento al pretender quitarle una de sus principales banderas.
El nuevo balance informativo no
llegó tan lejos como para tratar a su candidato predilecto con la misma
rudeza e ironía con la que entrevistaron a la candidata de Acción
Nacional en la emisión especial de Tercer Grado del 23 de Mayo. El
candidato Enrique Peña Nieto pudo exponer con relativa tranquilidad sus
ideas, con la libertad de elaborar de manera amplia en las mismas, sin
padecer las interrupciones y severos cuestionamientos de su adversaria.
Como muestra de ello, es que brilló por
su ausencia cualquier cuestionamiento serio sobre los aspectos más
controvertidos de su administración como gobernador del Estado de
México. La única excepción fue el asunto de Atenco que se abordó de
forma superficial, y en este, como en los demás cuestionamientos al
candidato se le permitió tener la última palabra, aceptando de esta
manera de forma tácita cada respuesta como veraz.
Por vez primera, muchos consideran a las
televisoras como una fuerza política activa, lejos de la cómoda
oscuridad en la que ha pretendido manejar los hilos de la política
nacional. Y como tal, es previsible que en el futuro compartan la
responsabilidad de errores de los gobernantes que promueven. La sociedad
civil los considera en tiempo presente como parte del entramado
institucional que debe reformarse.
Independiente del mapa político que
surja a partir del 1 de Julio, las enormes ganancias del momento para la
principal televisora del país, podrían convertirse en la semilla del
fracaso del mañana. Giovanni Sartori, en su libro Homo videns, La sociedad teledirigida
(1997) en referencia a la historia de los medios de comunicación,
menciona que toda innovación tecnológica ha provocado temores y
rechazos. Una nueva ciudadanía critica que cuenta con los medios para
expresarse, representa un reto para aquellos que anhelan un estilo
autoritario de gobierno en la que sólo unos cuantos tengan voz para
difundir una verdad que pretenden sea inapelable.
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