Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
El candidato presidencial del Partido Revolucionario visitó la casa
matriz que lo ayudó en forma decisiva a construir su imagen y vaya que la
aprovechó para deslindarse en primer lugar de Televisa, con las preguntas que le
formularon los siete entrevistadores; de Carlos Salinas (“no es mi patrón ni mi
asesor”); de Elba Esther Gordillo (“no será secretaria de Educación Pública ni
parte del equipo”); de Humberto Moreira (presidente y ex del Institucional por
decisión del mismo Enrique Peña); del tío y otrora jefe Arturo Montiel (“no meto
las manos al fuego por él”); del enriquecido y eterno dirigente de los
petroleros Carlos Romero y de Tomás Yarrington.
Demasiados deslindes en un solo programa, Tercer Grado, que Joaquín López-Dóriga anunció
una y otra vez como “completamente en vivo”, mientras que Denisse
Mearker confirmó vía Twitter que “ya había sido
grabado”, como todos los de perfil político, lo que permitió editarlo al gusto
del cliente mexiquense, sin duda el mejor producto de Televisa en su
existencia.
Deslindes que contrastan como la noche respecto del día, con la ventaja
que, según las encuestas de las principales empresas, supera Peña Nieto al
candidato del Movimiento Progresista hasta en 21.1 puntos porcentuales, como
asegura GEA-ISA –la que orquestó el milagro de 2006 con Felipe Calderón–, en el
día número 66 de la campaña presidencial.
Con tan alucinante ventaja que acaso ningún candidato presidencial de
ninguna democracia occidental llegó a acumular, no se entienden los acuerdos
suscritos con Manuel Espino para que Volver a Empezar promueva el voto útil a
favor del candidato tricolor; y menos aún la alianza de éste con René Arce y
Víctor Hugo Círigo, antes amos y señores de Iztapalapa, la porción territorial
más poblada de México.
Menos todavía se pueden comprender los afanes deslindadores del
gobernador del estado de México, quien inmediatamente negó “vínculos
electorales” a la detención y arraigo del divisionario Tomás Ángeles y otros
militares; también dejó colgado de la brocha al tamaulipeco en aprietos por
presuntas operaciones de multimillonario lavado de dinero en la bella Isla del
Padre –en la que viví en 1961 como hijo de Graciela Aguirre Chávez, trabajadora
doméstica indocumentada–, y San Antonio, Texas, por proteger al cártel del
Golfo.
Tiene poca consistencia la conducta de la elite priísta al salir,
corriendo, a deslindarse de los señalamientos de fiscales federales de Estados
Unidos sobre que Yarrington Ruvalcaba aceptó millones de dólares en sobornos del
cártel del Golfo e invirtió el dinero en bienes raíces en Texas. Inversiones con
dinero lícito o ilícito a las que no escapa ninguno de los que gobernaron
Tamaulipas y aún viven o las disfrutan sus familiares. “Estamos haciendo patria
y rescatando territorio que era mexicano”, solían decir.
Para Enrique Peña su partido “no está para defender a nadie”, respaldó
“quitar la militancia” a Tomás Yarrington y que el tricolor deje que “los
militantes se defiendan solos”. Electoralmente la actitud es impecable por
oportunista, pero insostenible si se toma en cuenta que despacharon en el
Palacio de Gobierno de Ciudad Victoria por la candidatura, apoyo y estructura
del Revolucionario. Más aún: si tuvieron los vínculos criminales que se presumen
y que la Procuraduría General de la República investiga también en las personas
de Manuel Cavazos y Eugenio Hernández, fue por su doble condición, ya que si
fueran de Acción Nacional no los molestarían.
El cartel del Golfo tiene como antecedente –que padecí en los años 50– al
temido y temible Juan N. Guerra y su sólida amistad con Raúl Salinas Lozano,
padre de los Salinas de Gortari.
Acuse de recibo
“Ningún político en
condiciones de contender para la Presidencia de la República, debe estar sujeto
a compromisos que lo limiten en la actuación precisa de hablar con la mayor
claridad y sensatez que exige la ciudadanía, para expresar lo realmente manejado en
sus períodos de administración (…) El comentario es de Norma Falcón Ruiz y
corresponde a Televisa y Peña en aprietos (21-V-12)… Con el encabezado “México / Ya son 5 los periodistas asesinados
en 25 días”, el Relator Especial de Naciones Unidas para la Promoción y
Protección del Derecho a la Libertad de Opinión y Expresión, Frank La Rue,
“expresa su más profunda consternación ante el condenable asesinato del
periodista Marco Antonio Ávila, quien fuera secuestrado en Ciudad Obregón este
17 de mayo”... Pero la Fundación para la Libertad de Expresión dice “es el
octavo en el lapso de un mes y el número 95 de 2000 a la fecha, el oficio de
periodista en México se encuentra en una situación de emergencia extrema”...
Amnistía Internacional emitió una acción urgente por “las agresiones y amenazas
de muerte” contra los integrantes del poblano Centro de Apoyo al Trabajador,
toda vez que se encuentran en “grave peligro”. Menciona las amenazas de muerte
contra Blanca Velázquez, directora del CAT, y el secuestro –durante 17 horas– de
José Enrique Morales Montaño.
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