Espero que ya haya
quedado claro para los escépticos que Trump quiere dinamitar la
relación de Estados Unidos con, más bien, contra México. México debe
responder según el tamaño del sapo.
La manifestación de hace unas semanas no cumplió las expectativas que
muchos se habían hecho, pero ilustró dos cosas: hay un sentimiento
patriótico latente muy grande en la sociedad, y hace falta una
convocatoria que convenza a la mayoría de la sociedad de que manteniendo
las diferencias y resistencias frente al gobierno, es necesario
construir una coalición que abarque a todos y todas, incluyendo a las
élites mexicanas alrededor de unas cuantas demandas concretas.
El punto de partida no puede ser el consenso, porque nunca existe a priori.
Ni tendría porque existir. Hay agravios relacionados con la impunidad
que no se borran y corrupciones que no se olvidan. Los consensos se
construyen desde el disenso. No son omnicomprensivos. Son específicos,
auto-contenidos.
Sobre todo no cancelan ni las discrepancias ni limitan las luchas de
la oposición por sus propias demandas incluso las que se refieren a los
procesos electorales. No se trata de congelar las luchas sociales menos
aun de transigir ni de capitular ante los poderes. Por ello no se debe
evocar la imagen que nos retrotrae al régimen autoritario –la unidad
nacional– sino que se debe proponer la construcción conjunta de una
coalición con el propósito de enfrentar la guerra que Trump ha desatado
contra México.
Trump comparecerá por primera vez ante el Congreso de Estados Unidos
en los próximos días. No debemos abrigar la menor duda que será otro
acto beligerante hacia México. Este país es el chivo expiatorio de la
estrategia de Trump que tiene dos propósitos: erosionar y minar la
democracia estadunidense a partir de desmantelar dos de los más
importantes contrapesos al Poder Ejecutivo: el Poder Judicial y los
medios de comunicación. Su segundo objetivo estratégico es confrontar a
China comercialmente y en el límite, militarmente. México es el
conejillo de indias de esa estrategia.
El gobierno federal debería negociar con el Congreso la
posibilidad de que el presidente Peña comparezca en sesión conjunta para
presentar una propuesta integral que permita afrontar la amenaza que
significan las acciones y los discursos de Trump. Debería hacerlo en un
ambiente de civilidad pero dispuesto a escuchar directamente las
críticas y contrapuestas de todos los grupos parlamentarios.
El mismo proceso de negociación para garantizar en condiciones de
adecuada deliberación, el debate de las fracciones parlamentarias con el
Presidente en el Congreso, debería detonar la definición y el
decantamiento de las tres o cuatro demandas centrales de una potencial
coalición social y política.
Como sabemos existe muy baja apreciación a las instituciones
constituidas, entre ellas los partidos políticos, las legislaturas, los
medios. Es necesario que los distintos agrupamientos de la sociedad
civil discutan entre sí para después presentar al país sus propuestas
alrededor del eje central del debate de cómo enfrentar las amenazas que
representa Trump. Esos agrupamientos deben ser parte central de esta
coalición político-social que se propone.
Para mí los temas son claros: respecto al muro, rechazo total y
definirlo ante organismos internacionales como un acto hostil contra
México.
Respecto de los migrantes, los apoyo en su deseo de mantenerse en
Estados Unidos. Sí, se trata de un país soberano, pero que firmó la
Carta de Derechos Humanos y gran cantidad de tratados internacionales
que exigen el respeto al libre tránsito y a la libertad de residencia.
Debe combatirse con todos los medios legales en las cortes
estadunidenses y en las instancias internacionales el derecho a
mantenerse en el país de su elección.
En la siguiente entrega reflexionaré sobre el TLC y la política de seguridad nacional.
Twitter: gusto47
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