Por: Lucía Lagunes Huerta*
En 1989 una amiga, a quien llamaré “Luz”, necesitaba interrumpir su
embarazo. Ninguna sabía qué hacer, ni a dónde ir, ni a quién recurrir.
El camino para poder llegar a un lugar seguro fue terrorífico y dos
miedos nos acompañaron todo el tiempo: la muerte y la cárcel.
Estudiantes de Sociología, ambas con no más de 22 años de edad, nos adentramos al mundo “clandestino” del aborto. Estudiantes y maestras conocían de lugares, todos secretos, resguardados con temor. Uno de los lugares a los que llegamos estaba por el metro Villa de Cortés. Un departamento mal adaptado como “clínica”, con un presunto médico, lo pongo en duda porque aun cuando estaban sus diplomas enmarcados, algo nos decía que no lo era.
Al recibirnos, lo primero que nos dijo fueron sus honorarios, lo segundo que nos preguntó fue si podíamos pagarlo. Tras la respuesta afirmativa de que contábamos con el recurso, pasó a mi amiga a la “sala de exploración-quirófano-bodega”.
La revisión fue violenta. Sin ningún cuidado, metió sus dedos en la vagina de mi amiga, lastimándola; le preguntó la fecha de su última menstruación y nos dio una fecha para el legrado, siempre y cuando tuviéramos el dinero completo que tendríamos que pagar antes de la intervención quirúrgica.
Al salir de ahí nos soltamos a llorar, el lugar era sucio y el supuesto médico nos daba muchísima desconfianza. En el metro mi amiga me dijo: “ahí me voy a morir”. Intenté darle confianza, pero yo también creía que ahí la muerte era segura: o por una mala práctica o por una infección.
La suerte y el movimiento feminista salvaron la vida de mi amiga. Digo suerte, porque encontramos a la persona precisa con la información necesaria. Luz está viva, es una brillante investigadora y ayer estuvo en la ceremonia de los 10 años de aborto legal en la Ciudad de México.
Felices, celebramos junto a muchas feministas que picaron piedra en esta Ciudad de México, y otras más, que aun cuando no estuvieron presentes, son parte de la lucha por la legalización del aborto.
Por ejemplo, la Red por la Salud de las Mujeres del Distrito Federal que aglutinó a varias organizaciones, que realizó investigaciones para mostrar por qué era urgente despenalizar el aborto, que reveló las prácticas cotidianas que usaban las mujeres más pobres, aquellas que se provocaban los abortos con las cosas más inverosímiles, aquellas que llegaron a pseudo-clínicas, con pseudo-médicos que las ponían en la calle cuando la hemorragia no paraba para que se fueran a morir en sus casas o en cualquier otro lugar.
Decía Marta Lamas en su intervención durante la ceremonia oficial de una década de la Interrupción Legal del Embarazo, que hace diez años la legalización del aborto hasta las 12 semanas fue una decisión política donde intervinieron seis partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa.
Claro que sí, fue una decisión política alimentada durante años por las feministas, que contó con un gobierno que asumió la despenalización del aborto, que contó con voces inteligentes y certeras como la de la entonces Consejera Jurídica, Leticia Bonifaz; con una Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal que asumió su deber de defender el derecho de las mujeres a decidir si quieren o no ser madres; con ministras en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que certificaron la constitucionalidad de la medida.
Mujeres de a pie, que salieron a las calles a defender lo que por derecho les corresponde: decidir sobre sus cuerpos y sus vidas.
Por eso celebramos, porque ninguna mujer que ha acudido a alguna de las 13 clínicas de la Ciudad de México ha perdido la vida por practicarse un aborto legal, porque hoy, al igual que Luz, están vivas 176 mil 355 mujeres, quienes no tuvieron que enfrentar el miedo de la muerte o la cárcel.
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC
Twitter: @lagunes28
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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