Pedro Echeverría V.
1. El yanqui Reagan, la inglesa Thatcher y el Papa Juan Pablo II, los tres personajes más poderosos entonces del capitalismo mundial, terminaron de destruir en los años ochenta, lo que se conocía como Unión Soviética (URSS). El siete de noviembre de 1917, Lenin, encabezando al partido Bolchevique de ideología marxista, determinaron (“hoy o nunca”) arrebatarle el poder al burgués Kerenski que ocho meses antes (en febrero) había encabezado un revolución burguesa derrocando el régimen dictatorial zarista. Rusia salía entonces diezmada en la Primera Guerra Mundial y la situación del país era desesperante y revolucionaria. Así que en ocho meses se registraron dos revoluciones: la de febrero y la de octubre (noviembre en el calendario actual)
2. Esta maravillosa revolución rusa provocó grandes cambios ideológicos en el mundo: en sus primeros siete años se pensó que provocaría otras revoluciones en otros países, pero los más fuertes países capitalistas: EEUU, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, Japón, pronto se dieron cuenta y tomaron todas sus previsiones: Lo consigna de éstos siempre fue: “Muera el socialismo, el comunismo, el igualitarismo, el marxismo, el bolchevismo”. Sin embargo poco a poco, mediante un acordonamiento, un aislamiento, provocaciones armadas, el fascismo, el hitlerismo, los países imperialistas fueron frenando a la URSS hasta quitarle todo el brillo revolucionario y hacerla dócil mediante arreglos. En la URSS también había fuertes debates entre corrientes.
3. En 1989/90, con la “caída del Muro” y los gobiernos del llamado “bloque socialista” confirmé lo que venía pensando desde 1968 por lo menos, con el debate chino/soviético, la Guerra de Vietnam, muchas tesis históricas trotskistas y la invasión Checoslovaca. Hubo una enorme voluntad de casi todos los dirigentes honestos por construir el socialismo en la URSS y por dar apoyo revolucionario en otros países. Sin embargo se comprobó que no es problema sólo de voluntad y honestidad, sino de que se registren todas condiciones para ello. Continué con mis estudios sobre el problema y después de ver lo que pasó con China, Cuba, Nicaragua, ahora Venezuela; concluyo que si no destruimos al imperio yanqui, muy poco se podrá hacer.
4. Así que en la URSS, China, Cuba, a pesar de sus profundas revoluciones, la fuerza de sus “partidos marxistas”, la enorme honestidad, voluntad y grandes sacrificios de las masas y de muchos de sus más altos dirigentes, no pudieron transformar las fuerzas productivas y la relaciones sociales de producción, mucho menos pudieron acabar con el trabajo asalariado y la plusvalía. Por las fuertes amenazas del imperialismo les fue necesario instalar una dictadura feroz para evitar que los “agentes del imperialismo” penetraran. No se pudo construir ningún socialismo y la lucha de clases continuó. Obvio el capitalismo ha vivido pisoteando a los trabajadores y las masas desde hace 500 años y debemos destruirlo; pero todavía hay que luchar mucho más.
5. Mi dogma y mi lucha de “patria o muerte” sólo duró hasta 1968; se extendió un poco hasta 1977 cuando los partidos en México le entraron a los cargos y al dinero. Desde entonces el socialismo libertario me ayudó a romper las cadenas y a pensar y decidir por cuenta propia dentro de los marcos de la liberación total de todas mis ataduras en la reflexión y la acción. Lo malo, como dicen los niños, es que “cuando a aprendí a jugar canicas ya se me habían agotado todas”. Hoy aunque se me hayan acabado juego con piedras, palos, resorteras o lo que me lleguen a las manos. Lo importante es que nunca dejes de responder a esos hijos de puta capitalistas que como clase son los culpables de la miseria, el hambre y la muerte de millones de seres humanos.(6/XI/17)
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