Arte y tiempo
Raúl Díaz
Particularidad de un festival
es que presenta obras que sólo dentro de su marco pueden apreciarse
porque no forman parte de las programaciones normales. Por lo regular se
trata de puestas en escena de calidad, pues el festival es un
escaparate, pero, hay que admitirlo, ese requisito de calidad no siempre
se cumple, o no al grado que debería de ser. La edición 46 del Festival
Internacional Cervantino, aún en desarrollo, nos ha traído puestas en
escena que, precisamente por su calidad, merecen la constancia histórica
del testimonio. De dos de éstas hablo a continuación.
Estado vegetal
En un accidente, como hay muchos cada día, un
motociclista distraído que se estrella contra un árbol da pie a un
trabajo actoral verdaderamente espléndido de la actriz chilena Marcela
Salinas Tapia, quien escenifica el monólogo de su compatriota Manuela
Infante, quien también dirige Estado vegetal, una obra de
carácter filosófico que parte del cuestionamiento de la concepción y
relación que tenemos con el llamado reino vegetal. El inmenso árbol de
hoy fue plantado como una ramita 80 años atrás donde ahora hay un cruce
de calles más o menos transitado. Durante toda su vida no tuvo mayor
atención de los humanos, pero a raíz del accidente su existencia se
vuelve de importancia capital para algunos habitantes del barrio y, por
supuesto, de la burocracia que también toma cartas en el asunto para
simplemente no resolver nada, pero sí emitir un par de consideraciones
tontas. Manejando la voz magistralmente, la actriz va interpretando
diversos personajes a los que otorga presencia con un igualmente muy
elogiable lenguaje corporal resultado de su trabajo interno. Así nos
vamos enterando de vicisitudes de la comunidad y, así sea
incipientemente, entendiendo que estamos rodeados del reino vegetal que
habitó nuestro planeta millones de años antes de que lo hiciera el
hombre y que probablemente siga poblándolo cuando la raza humana ya no
exista. Un punto más de reflexión para el hombre de hoy.
Maldito sea el traidor a su patria
Pisté (maldito) sea el traidor a su patria es la
joya de la corona teatral de este festival. Traída por prestigioso
Teatro Mladinsko de Liubliana, ex Yugoslavia, es un retrato vivo, con
experiencias propias en unos casos y cercanas en otros, de la guerra de
los Balcanes que aún no acaba del todo y que dividió a un país próspero
en seis republiquitas que no terminan de encontrar su lugar en el
contexto internacional, pero que, con la ceguera del odio racial, siguen
matando al vecino por el solo hecho de pertenecer a otra etnia.
Por supuesto, no es una obra fácil ni agradable. Está concebida para
contar historias reales, y ya sabemos que muchas veces la realidad nada
tiene de agradable. Empero, y esto teatralmente es determinante, no es
panfleto ni maniqueísta. No toma partido en favor de y o x, pero sí
denuncia a ambos y por encima coloca la condición humana, los valores
intrínsecos que nos deberían ser propios, los que nos dicen que la
Tierra es una sola y pertenece a todos, que las fronteras son una
puritita invención para satisfacer intereses económicos de unos cuantos
no de la mayoría y así, si para la humanidad entera la patria es una
sola, el mundo, Maldito sea el traidor a su patria. Teatro de hoy, si
no, que lo digan los hermanos hondureños.
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