Ciudad de México.- María Josefa Crescencia Ortiz Téllez fue considerada audaz y descarada, incluso se le comparó con Ana Bolena, quien -siendo la segunda esposa de Enrique VIII, rey de Inglaterra- pasó a la historia por su personalidad, inteligencia y rebeldía. Mejor conocida como ‘La corregidora’, Josefa fue pilar para la lucha de Independencia de México, dejando en claro que también fueron ellas quienes nos dieron matria y libertad.
Maria Josefa Crescencia Ortiz nació el 8 de septiembre de 1768 en la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, Michoacán. Obtuvo el apellido Domínguez al casarse en 1793 con Miguel Domínguez (que en 1802 fue nombrado corregidor de Querétaro) con quien tuvo 14 hijas e hijos.
La corregidora era “criolla de origen, morisca, hija natural de mulata y padre español”, explica la investigadora Ángeles González Gamio en su libro Charlas de café con Josefa Ortiz de Domínguez. Fue criada por su tía en un entorno donde puedo presenciar discriminación y racismo existente contra las mayorías.
Con este panorama y en medio de ideales firmes, Josefa Ortíz de Domínguez ingresó a las filas de la conjura por la Independencia de la Nueva España, siendo protagonista en la conspiración de Querétaro, misma que fue descubierta en agosto de 1810.
Pero antes de llegar a ese momento, fueron varias personas (en específico hombres) que buscaron denunciar a la corregidora frente al virrey Félix María Calleja, argumentando traición a raíz de “un plan” que Josefa condujo “con fines depravados”, así lo expresó el alcalde Juan Ochoa, uno de los primeros delatores de la conspiración independentista.
Y es que Josefa Ortíz de Domínguez, junto a otras mujeres, hizo un trabajo fundamental en la gesta por la Independencia de México. En sus espacios llevaba a cabo tertulias, las cuales eran aprovechadas para ampliar los planes de defensa por la soberanía y los derechos de las y los mexicanos.
“Poseía la característica de haber nacido en la Nueva España, buscaba lograr una mayor participación en la toma de decisiones de la que consideraba su patria”, explicó Gloria Luz Alejandre Ramírez, investigadora y secretaria general de la Federación Mexicana de Universitarias (Femu).
El 11 de septiembre Juan Ochoa descubre y delata la conspiración de Querétaro ante el virrey Félix María Calleja, incluyendo en sus señalamientos una lista de personas que participaron, entre ellas Josefa Ortíz. Dos días después el corregidor Domínguez investiga las acusaciones y decide encerrar a su esposa para intentar “salvaguardar” su posición.
Sin embargo, Josefa logra comunicar la situación al insurgente mexicano, Ignacio Allende y finalmente el 16 de septiembre adelantan el levantamiento de la Guerra de Independencia en Dolores. Días después la corregidora deja el encierro, pero poco a poco su voz y presencia eran más conocidas e incómodas para la sociedad patriarcal, por lo que ahora el doctor Mariano Beristáin -entonces enviado por Calleja para verificar las elecciones de renovación del Ayuntamiento- presentó una nueva queja contra la corregidora.
Debido a dichos señalamientos, el 29 de diciembre de 1813 el virrey ordenó el arresto de Josefa Ortíz para que fuese llevada a la Ciudad de México, donde sería procesada. Semanas después la corregidora fue conducida al Convento de Santa Teresa la Antigua.
“Dada su condición de encierro, en febrero de 1814, Josefa envió reiteradas misivas al virrey, en las que expuso la forma humillante y escandalosa en que fue apresada; además, le manifestó no conocer el motivo de su prisión y le solicitó audiencia En una de esas cartas, Josefa apeló al sentido humanitario del virrey para que tomara en cuenta su condición de madre de catorce hijos y que su marido se encontraba solo y enfermo. Habiendo pasado dos meses de su aprehensión, Josefa declaró al virrey no saber el delito que se le imputaba y argumentó que las leyes antiguas y modernas establecían que ‘a las 24 horas se les haga saber a los reos sus delitos para que sigan los trámites de sus procesos y se castiguen o se les de la libertad a que sean acreedores’”.
Fue el 16 de noviembre de 1816 cuando Josefa recibió una condena de cuatro años de prisión. Meses más tarde (17 de junio 1817) fue liberada por el virrey Juan Ruiz de Apodaca para continuar su condena en prisión domicialiaria. Ya en 1821, con la proclamación de la Independencia, Josefa se dedicaba a organizar reuniones junto a mentes liberales de la época. En ese tiempo, cuando Agustín de Iturbide se hizo coronar emperador de México, la llamó a la corte como dama de compañía de su esposa Ana María Huarte, pero Josefa se negó, pues para ella esta propuesta era una ofensa ya que un imperio iba contra sus ideales y los de la lucha de Independencia. Josefa tampoco quiso ser reconocida como heroína e incluso se negó a recibir cualquier recompensa por sus esfuerzos.
Así fue como Josefa dio cátedra de convicciones firmes en su lucha por la soberanía, justicia e igualdad. Con un ideal que forjó desde la infancia ante las desigualdades que pudo presenciar. Su voz no es sólo la de una esposa o madre, sino la de una mujer que, más allá de organizar tertulias, fue transgresora, una pieza clave de una maquinaria y luchó por su propia inclusión a una sociedad patriarcal que, ni con la Independencia, consideró los derechos de las mujeres. Aún con lo anterior, la esencia de Josefa vive, por eso:
¡Vivan las mujeres que nos dieron matria!
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