En Milagro ( Miracol, 2021), tercer largometraje del rumano Bogdan George Apetri, radicado en Nueva York, la materia de suspenso se insinúa desde las primeras escenas. Cristina (Ioana Bugarin), joven novicia rumana, abandona su convento para dirigirse a un hospital en un taxi. En su primera consulta manifiesta tener intensos dolores de cabeza, aunque en realidad su destino final será un servicio de gineco obstetricia por motivos que es fácil adivinar. Cristina intenta, sin mayor éxito, localizar a un hombre que pudiera ser la clave de todo este desplazamiento. Cuando regresa al convento, la joven toma un taxi distinto al que se supone debía regresarla a salvo. El conductor del nuevo vehículo, un hombre de apariencia afable, se permite darle orientación moral y consejos y ganarse así su confianza, pero un malestar difuso se apodera de la muchacha, quien ahora teme una posible agresión en el lugar distinto, inhóspito y apartado, al que el taxista comienza a conducirla.
El drama que padece Cristina y el lamentable estado físico por el que terminará en un hospital, obligan a una investigación policiaca que se complica por la imposibilidad de obtener de la víctima, al borde de un estado de coma, alguna información que permita identificar al agresor. En esta segunda parte, la figura
predominante será Marius (Emanuel Pârvu), jefe policiaco que investiga el caso. El director presenta en un thriller manejado con sutileza, la radiografía social de una Rumania poscomunista persistentemente asolada por la corrupción y la burocracia, justo como antes lo hicieran los cineastas Cristi Puiu (La muerte del señór Lazarescu, 2005), cinta en clave de comedia negra, o Cristian Mungiu (Cuatro meses, 3 semanas y 2 días, 2007), en el terreno de un drama moral muy crudo.
predominante será Marius (Emanuel Pârvu), jefe policiaco que investiga el caso. El director presenta en un thriller manejado con sutileza, la radiografía social de una Rumania poscomunista persistentemente asolada por la corrupción y la burocracia, justo como antes lo hicieran los cineastas Cristi Puiu (La muerte del señór Lazarescu, 2005), cinta en clave de comedia negra, o Cristian Mungiu (Cuatro meses, 3 semanas y 2 días, 2007), en el terreno de un drama moral muy crudo.
En Milagro Cristina y Marius, dos personajes que en principio nada tienen en común, descubren en medio de la incomunicación obligada y circunstancias poco propicias, una extraña complicidad. La primera tiene que ver con la identidad real de la joven; otra más, con las motivaciones de su viaje y también con su relación con personajes masculinos que la cinta mantiene un tanto imprecisos. En definitiva, se trata de un misterio absorbente que al final justifica, en un giro narrativo muy astuto, la naturaleza misma del título de la cinta.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 15:45 y 20:45 horas.
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