Fuentes: Rebelión [Imagen: El embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia |EUROPA PRESS]
A lo largo de varios años Washington ha robado, bajo cualquier justificación, el capital que varios gobiernos del orbe, que no son afines a su política, han depositado en bancos estadounidenses.
Esa política de rapiña ha motivado que numerosas naciones hayan comprendido que no se pueden guardar riquezas en esas instituciones financieras porque algunas se han especializado en adueñarse de sus tesoros mediante cualquier excusa.
Por ese motivo Washington acudió a la Asamblea General de la ONU en aras de buscar el apoyo internacional necesario para quedarse con los 300 000 millones de dólares que Rusia depositó en bancos de esa nación y que le han sido congelados desde que Moscú inició la operación militar especial en Ucrania con el objetivo de desmilitarizar y desnazificar al país vecino.
Esa cantidad representa cerca de la mitad de las reservas internacionales del gigante euroasiático y ha sido abonado por los países occidentales durante años por el cobro de las importaciones de gas ruso.
El pasado 14 de noviembre tras la aprobación (94 votos a favor, 14 en contra y 73 abstenciones) del proyecto de resolución, el embajador de Moscú en la ONU, Vasili Nebenzia, afirmó que Occidente trata de dar la apariencia de legitimidad, a través de la Asamblea General, a su tentativa de robar los activos rusos congelados y utilizarlos para pagar las armas que suministra a Kiev y los daños ocasionados a Ucrania por ese conflicto.
Como sucede con muchas de esas resoluciones de ONU, no son vinculantes y por tanto no se cumplen, aunque pueden proporcionar una cuartada a Washington para quedar bien ante la opinión pública mundial si al final logra quedarse con esa abultada suma de dinero ruso.
El vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev declaró que esa resolución es completamente ilegal y advirtió que si Occidente, basándose en esa arbitrariedad comete ese robo, “Rusia no tendrá otra opción que retirar irrevocablemente dinero y bienes a los inversores privados procedentes de esos países”.
Medvédev aseveró que con esos malos arbitrajes la Asamblea General de ONU va perdiendo su posición como principal institución mundial para la paz, y reclamó: «Que emita la misma recomendación sobre la recompensación total por parte de Washington a Corea, Vietnam, Irak, Yugoslavia y otras numerosas víctimas de Estados Unidos y la OTAN«.
En caso contrario, prosiguió el funcionario ruso, la situación parece ser el comienzo de una agonía de la ONU.
«El final será doloroso para toda la comunidad internacional. Viviremos sin tal organización de las «naciones unidas…»
Por su parte, el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov dijo que si se concreta ese robo, «sería la destrucción de la base de las relaciones internacionales, golpearían a los propios europeos, al sistema financiero y socavarían la confianza en Europa y en Occidente en general, porque es una arbitrariedad total parecida a la ley de la selva».
Y enfatizó, “podríamos preguntarnos, ¿hasta cuándo se permitirá que sigan ocurriendo estos impunes desfalcos? No cabe la menor duda que se necesita un nuevo orden económico, financiero, jurídico, y sobre todo, moral que detenga esas arbitrariedades”.
Recordemos que en las últimas décadas, Estados Unidos y aliados de la OTAN han bombardeado y destruido numerosos países bajo el pretexto de la amenaza comunista, la defensa de los derechos humanos, la lucha contra el terrorismo o por cualquier falaz excusa y no han resarcido a esas naciones.
Solo bastaría rememorar algunas: Vietnam, Nicaragua, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Afganistán, y pese a los billones de dólares y millones de vidas humanas que provocaron a esos pueblos, la ONU ni siquiera los ha condenado.
En cuanto a los robos de capitales depositados por diferentes países en bancos de Estados Unidos y de Europa, esos hechos de latrocinio y rapiña se han sucedido desde hace varias décadas.
Comentemos algunos: En 1979, cuando el triunfo de la revolución en la República Islámica de Irán, los activos de la nación persa fueron cortados por Washington, prohibió las importaciones de petróleo iraníes y congeló unos 30 000 millonesde dólares en activos.
Sin recato a las leyes internacionales, un tribunal de Nueva York ordenó que esos activos iraníes se utilizaran para indemnizar a las víctimas del 11 de septiembre de 2001, pese a que la República Islámica no estuvo involucrada en los ataques terroristas.
Después de la invasión y ocupación de Irak, Estados Unidos en 2004 destinó 15 000 millones de dólares de Teherán a la supuesta reconstrucción de esa nación árabe, mientras que de las arcas de Bagdad desaparecieron miles de millones de dólares de las reservas del país.
Lo mismo sucedió con los 7 000 millones de dólares del Banco Central de Afganistán colocados en instituciones financieras estadounidenses. La Casa Blanca, en febrero de 2022 ordenó disponer de esos fondos para “ayudar” a las víctimas del 11 de septiembre.
En Libia, tras la invasión de la OTAN, 13 000 millones de dólares fueron congelados en un banco belga, otros 2 000 millones en instituciones financieras de Italia, 12 500 millones en sedes británicas y 30 000 millones en las de Estados Unidos, y todas desaparecieron.
A Venezuela le han congelado en Inglaterra, 30 000 millones en oro, Washington le ha arrebatado a Caracas, miles de millones de dólares en dinero y propiedades como las gasolineras Citco, mientras a Cuba se le han bloqueado desde 1963 alrededor de 1 000 millones de dólares los cuales han sido entregados a miembros de la mafia cubanoamericana radicada en Miami mediante juicios fraudulentos.
En un mundo que cada día se dirige más hacia el multilateralismo, los países occidentales encabezados por Estados Unidos, no pueden seguir despojando a las naciones del Sur y a las emergentes de sus legítimas riquezas y menos aún, utilizar a la Asamblea General de la ONU para cometer sus fechorías.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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