6/08/2023

El triunfo de “Alito” y Marko

 Después de la celebración del PRIAN y PRD de su propia degradación, le siguieron comentarios de las senadoras de su preferencia.

Fabrizio Mejía Madrid

¿Cómo se hace para mantener una coalición entre el PRI, PAN y PRD a pesar de haber perdido, en tan sólo cinco años, 23 estados de la República? ¿Cómo le hacen los partidos para salir unidos después de perder el estado que tiene más electores del país, el Estado de México? La respuesta es sencilla, aunque muy poco lúcida: primero dices que “pudiste” ganar, luego, que “vas a ganar” y, por último, que en realidad “ganaste”. Esto fue lo que sucedió a continuación de las elecciones del 6 de junio pasado, cuando el estado más poblado del país decidió darle la espalda a la alianza del PRIAN de Claudio X. González. Aparecieron sus dirigentes, “Alito” Moreno del PRI, Marko Cortés de Acción Nacional, y Jesús Zambrano del PRD, escoltados por las secretarias generales de los tres partidos. No estuvo el caudillo máximo de la Reacción, Claudio X. González, porque él es puro activista, un soldado de su propia “sociedad civil”. Llamaron a esto “conferencia de prensa”, a pesar de que no aceptaron preguntas de los medios. Una de las preguntas pertinentes era sobre los cinco mil millones que el todavía Gobierno de Alfredo del Mazo desfalcó al erario público mexiquense. Otra pregunta posible era sobre por qué, a menos de un minuto del cierre de las casillas en el Estado de México, “Alito”, Marko y Alejandra del Moral habían declarado su triunfo sin ofrecer un solo número.

Pero lo que dijeron, tampoco no soportaba la más mínimo examen. Era tratar de hacer pasar una decisión de las burocracias de los partidos —seguir juntos— como si fuera un mandato de las urnas. Para lograrlo, sólo podían mentir, distorsionar, pero con muchos énfasis y con sonrisas fingidas. El funeral de la alianza opositora se quiso disfrazar de bautizo o de boda o de tardeada. Esta columna trata de las tres mentiras de esa conferencia: que “pudieron ganar”, que “van a ganar” y que, en realidad, “ganaron”.

Comencemos con la primera: que podían ganar. Así lo dijo el dirigente de Acción Nacional, Marko Cortés: “Lamentablemente sólo votó el 49 por ciento del padrón electoral y lamentablemente también no todos los actores políticos del Estado de Mexico hicieron lo que les correspondía. El Estado de México fue una campaña de una sola boleta, una campaña solitaria, porque no había más candidatos. ¿Qué hubiera pasado si se hubieran jugado las diputaciones locales o las presidencias municipales? Yo les aseguro que el resultado hubiera sido otro. Qué hubiese ocurrido si el partido de MC no le hubiera hecho el trabajo sucio a Morena? Si hubiéramos logrado, como en Coahuila, que votara el 56 por ciento, seguramente el resultado sería otro”. Aquí Marko Cortés miente sin miedo a la desfachatez: el porcentaje de quienes salieron a votar fue el mismo de siempre en el Estado de México. Es falso que haya habido una particular abstención. 

Los datos así lo indican: 53 por ciento es la máxima participación que ha habido en la historia electoral del Estado de México; fue en 2017, cuando eligieron a Alfredo del Mazo Maza. Venían de una abstención del 55 por ciento en la anterior, en 2011, cuando ganó Eruviel Ávila; y de una del 58 por ciento de abstención cuando lo hizo Enrique Peña Nieto. Así que nada de echarle la culpa a la abstención. Luego, tanto Cortés como “Alito” Moreno, hacen una suposición: que los que se abstuvieron, hubieran votado por ellos. Esto es descabellado desde cualquier punto de vista, además del estadístico: no hay manera de saber por qué la gente se abstiene de salir a votar, no se le puede atribuir una razón porque, por definición, no participar es un silencio que puede ser o que los votantes están tan conformes que no ven necesario salir a hacer la fila o que están tan en contra de todo el proceso y descreen del sistema electoral en su conjunto. La abstención no es oposición. La abstención no es nada, no tiene mensaje, carece de intensidad.

Yo mismo podría inventar que el índice del abstención en el Estado de México fue resultado de que los votantes tradicionales del PRI, PAN, y PRD no creyeron en la alianza de Claudio X. González. Incluso podría dar algunos datos que sustenten mi hipótesis de que quienes se abstuvieron eran electores del PRI: tomo el distrito 3 de Chimalhuacán, donde la candidata Delfina Gómez de Morena obtuvo su más amplio porcentaje de votación, el 58 por ciento, contra 38 de la priista. Ese mismo distrito fue también el que registró la abstención más alta, 64.6 por ciento. Armado con ese dato podría asegurar que quienes se abstuvieron fueron los simpatizantes de la alianza opositora, pero, con toda responsabilidad periodística, les estaría vendiendo como verdad algo que es sólo una interpretación sesgada de los datos. Lo cierto es que sostener que la abstención quiere decir algo es casi tan falso como lo que “Alito” y Marko afirman: que la abstención provocó su debacle.

Pero Marko agrega otro argumento fantasioso: decir que perdió porque sólo se votaba por Gobernadora, cargo al que poéticamente llamó “boleta solitaria”. Sostener que si se elegían alcaldes o diputados, las cosas hubieran sido distintas, es por demás, excéntrico. Se sabe que, al contrario de lo que aseguró Marko, la ciudadanía participa más activamente cuando se trata de elegir cargos más importantes —Presidente o Gobernador—, y no cuando son de menor alcance. Por último, Marko escurre otro embuste: que el Partido del Movimiento Ciudadano tuvo la culpa de su derrota. Basa su argumento en un lema: “Con el PRI ni a la esquina”, que fue pintado en bardas de la Ciudad de México. Sería la primera vez que una barda destroza a una alianza de toda la oposición en el estado insignia del PRI.

Pero esta idea de que el Partido de Dante Delgado contribuyó a la derrota fue desmentida, a continuación, por “Alito” Moreno, el líder del PRI cuando dijo: “A esos que dicen que no conviene ir con el PRI, nomás les digo que el PRI aportó dos millones 300 mil votos, más del 69 por ciento de los votos. El pan 22 y el PRD aportó más del siete por ciento. Son bienvenidos pero siempre que se sumen, apoyen, y veamos quién es más competitivo. MC que no compitió ahora, pero sí en la de diputados, que son las mismas boletas, obtuvo el dos por ciento. Es patético”. Es decir, si como “Alito” dice, el Partido del Movimiento Ciudadano “vale” dos por ciento, entonces, ¿cómo podría ser responsable de la derrota del PRIAN, como dijo Marko?

El taciturno dirigente del PRD, Jesús Zambrano, también estaba en esta seudo celebración, a pesar de que su partido pierde el registro cada vez que se presenta a una nueva elección. Con su semblante pesaroso, Zambrano también culpabilizó al MC. Pero decidió también incluir algo que llamó “una elección de Estado”, porque, según él: “utilizaron los programas sociales, la compra de votos, la intervención grosera, ilegal, del Presidente de la República, llamando a votar por los candidatos de su partido, en abierto desacato a las autoridades del INE, violando la Constitución. (Hubo) un exceso de las encuestas que decían que nos iban a ganar por dos dígitos, y esta acción omisa en el sentido político del término del propio Gobernador del Estado de México. 

Estaba entregada la plaza y de que ahí había un arreglo, esa llegó a que se influyera, primero en lo externo, con la ciudadanía, y luego hasta dentro de su propio partido de que ya estaba entregada la plaza quién sabe a cambio de qué Embajada”. Aquí hay que resaltar que, para Zambrano, el canje que se registró en las redes sociales de la tarjeta rosa del Gobierno del Estado de México a cambio de credenciales de elector, no cuenta como “utilización de programas sociales”, sólo los que vienen del Gobierno federal que pueden ser cobrados universalmente, es decir, sin que medie intercambio alguno. Lo que Zambrano le reclama al Gobernador del Mazo es que no se le vio manejando el autobús que acarreaba votantes y que, por eso, “entregó la plaza”, un término que se utiliza entre los cárteles de la droga. Decir que el culpable de su derrota era el propio Gobernador del PRI es darle un control casi telepático a una autoridad sobre los electores, además de escurrir el bulto de que, acaso, el robo de cinco mil millones de pesos del actual Gobierno de Del Mazo y de su candidata, Alejandra del Moral, cuando fue Secretaria de Desarrollo Social, pudo haber contribuido al fracaso de la alianza. 

Lo que Zambrano se duele es que Del Mazo no haya secuestrado militantes de Morena y comprado votos al por mayor, como sí lo hizo el Gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, quien es un héroe cívico para “Alito”. De Riquelme, el líder del PRI dijo: “Él ejerció sus derechos políticos respetando la Ley”, es decir, intervino como autoridad, como Gobierno, en las elecciones pero a favor del PRI, lo que lo hace un estadista. Y, hablando de Coahuila, los tres dirigentes del PRI, PAN y PRD, resaltaron los niveles de participación electoral. Pero es una nueva mentira. Con respecto a las últimas dos elecciones en Coahuila, la participación siempre ha estado entre el 60 y el 61 por ciento. Ahora bajó al 56 por ciento, es decir, cuatro puntos menos. Pero decir eso sería romper con la narrativa engañosa del gober malo y el gober bueno; los electores que iban a votar por nosotros pero se abstuvieron; la maquinaria del PRI que no sirvió porque “entregó la plaza” a cambio de “una Embajada”.

La segunda mentira, la de que “van a ganar”, la sofisticó “Alito” Moreno con una frase que dejó helados a los politólogos del mundo entero. Dijo: “No señor: las elecciones se ganan con votos, no con gubernaturas”. Así, según el PRI, las gubernaturas no se consiguen con votos acumulados. O a lo mejor quiso decir que el PRI gana elecciones con puro dinero. Esta es la explicación más plausible de la derrota del PRI: no saben cómo se gana una elección sin hacer trampas. Como las elecciones se ganan distrito por distrito, de 45, Delfina ganó en 36, incluyendo Atlacomulco.

“Alito” se refería a que, si se sumaban los votos de la alianza en Coahuila con los del Estado de México, la cosa se ponía pareja o —como expresó vernáculamente Marko— “está parejera”. Siendo contiendas separadas por gobiernos estatales, no tiene ningún sentido sumarlas, en atención a que, por definición, una elección estatal es de una sola entidad, con su historia política, sus demandas, sus actores propios. Pero “Alito” pasó a sumarlas para demostrar que podían ganar una elección presidencial, contienda que tiene sus particularidades, y no son simple aritmética. Ese ha sido, desde el inicio en que los catedráticos de Nexos y Letras Libres propusieron la alianza del PRIAN, PRD, y Claudio X. González, el problema: creer que la política electoral son números que se suman y no que depende de las emociones, comportamientos, opiniones, juicios, y maneras de organizarse de cada región del país. 

Hay alianzas que restan y ese ha sido el caso del PRI y el PAN. Una muestra: Delfina Gómez ganó hasta en el municipio que le da nombre al grupo político del Estado de México: Atlacomulco. Obtuvo el 53.4 por ciento de la votación ahí. ¿Cómo explicarlo? Porque hizo mejor campaña, convenció a más ciudadanos, fue mejor evaluada, más creíble, confiable, honesta, que la candidata del PRIAN. Así de simple. Retorcer esa verdad es tratar de encontrar culpables donde lo que hubo fue una victoria de Morena desde la oposición.

Luego, “Alito”, hizo cuentas, no alegres, sino eufóricas: dijo que el PRD había aportado siete por ciento de la votación, cuando sólo alcanzó el 2.9 y perdió el registro. Zambrano lo agradeció apretando fuerte sus puños como dándose ánimos. También trató de generar una percepción que les falló en el Estado de México: que ya mero alcanzan a Morena. Así lo hicieron usando una encuesta de Massive Caller completamente hechiza, unas columnas de filtraciones en El Universal y Reforma que, si preguntabas cuáles eran sus fuentes, te responderían que “Arial 12”, y un comentario sobre el caballo que alcanza, que usó hasta Vicente Fox.

La tercera mentira fue que, visto bien, el PRIAN había ganado, nada más que no se notaba. Zambrano dijo: “Decían que íbamos a perder por un número de dos dígitos. Pongamos que fuera 10 puntos. Pues no, sólo perdimos por ocho”. Es decir, perdimos y fue goliza, pero no salvaje. Marko Cortés incluso felicitó a Alejandra del Moral, que todavía nos debe un informe de su saqueo de cinco mil millones del dinero público de los mexiquenses. Dijo Marko: “Logramos remontar de manera considerable los 25 puntos que nos llevaban. Guardadas las proporciones, de dos estados, la coalición ganó contundentemente uno”. No sabemos a qué proporciones se refería, pero a lo mejor a que Coahuila tiene dos millones de electores mientras que el Estado de México tiene 12 millones 700 mil.

Después de los discursos, tanto los presidentes del PRIAN y PRD firmaron un cartonzote que contenía, según ellos, el convenio de alianza para 2024. Se llamaba: “La defensa de México continúa”. Cuando las secretarias de los partidos pasaron a firmarlo, la de Acción Nacional, Cecilia Patrón Laviada, por alguna razón dijo, sin saber que seguía el micrófono abierto: “Es un garabato, ahí nomás”. Y sí, un garabato que dice: La derrota es un triunfo que todavía no se nota.

Después de la celebración del PRIAN y PRD de su propia degradación, le siguieron comentarios de las senadoras de su preferencia. Kenia López dijo que quienes salieron a votar por sus partidos, el PRI, el PAN y el PRD son “el electorado inteligente”. Lilly Téllez les dijo a los electores de Delfina Gómez: “base de apoyo clientelar”. Es esta idea que han repetido hasta la náusea y el vómito: que los derechos constitucionales, aunque sean universales, son dádivas que los electores agradecen con su voto. Pero aunque usan la palabra “clientelar” no saben que quiere decir intercambiar presupuesto por votos, y eso no puede hacerse con los programas constitucionales porque, sin importar por quién votes, que es un secreto, te los dan y si no te los otorgan tienes forma de exigir porque es un derecho. ¿Cuántas señoras de Frena o de la Marea Rosa no han dicho en entrevistas que cobran su pensión de adulto mayor? Eso no es clientelismo. Clientelismo era el PRI que condicionaba los programas sociales y hasta el empleo a que votaras por ellos o pertenecieras a sus sindicatos.

En cuanto a que los “inteligentes” están con Claudio X. González, es una vieja cantaleta que insulta y agravia a quienes les niegan los votos. Hay muchos sabios y resabios entre las filas de la oposición. Varios de sus catedráticos han repetido como necios que, con la elección en el Estado de México, se termina el Grupo Atlacomulco e inicia algo que ellos se inventaron y que llaman “Grupo Texcoco”. Vale decir que el Grupo Atlacomulco se refiere a la forma de utilizar a la política para fundar tus propias empresas. Su figura emblemática es Carlos Hank González, que no había nacido en Atlacomulco, pero que utilizó los proyectos de infraestructura carretera y de transporte para especular con las tierras, fraccionarlas, y venderlas cien veces lo que costaban. Cuando era inspector de escuelas, por ejemplo, monopolizó la venta de dulces y comida chatarra en los patios. Cuando fue Gobernador y, más tarde, regente de la Ciudad de México, contrató a sus propias empresas de fabricación de coches para constituirlos en rutas de camiones y peseros. 

El Estado de México, en su área conurbada, es resultado de esa especulación de la tierra con urbanizaciones que no contaban con los mínimos servicios de agua, luz, pavimento, o recolección de basura. El Grupo Atlacomulco pasó a ser nacional con la especulación hotelera en Cancún y con los casinos de Hank Rhon en Tijuana. Por ello, hablar de un “Grupo Texcoco” solamente porque Delfina Gómez nació ahí, hija de un albañil, no es suficiente para establecer una comparación de lo que es, todavía, un grupo empresarial creado por la utilización de información privilegiada, contratos, y contactos políticos. Es Hank, Arturo Montiel, Peña Nieto, Alfredo del Mazo, y sus lazos familiares, empresariales, y priistas. Decir que Delfina los remeda es un insulto barato.

Otra idea es que lograr una mayoría en el país es un “regreso al PRI”, ahora con las siglas de Morena. Este es un concepto sin pies ni cabeza. El PRI fue un partido que se construyó desde la silla presidencial para conservar el poder. Morena es un movimiento político que llegó a ocupar la Presidencia de la República y, desde esa humilde esquina, tratar de cambiar el régimen neoporfirista. Pero sólo diciendo que luchan contra una dictadura sanguinaria, los opositores pueden sentirse validados moralmente. “Alito” y Marko, junto con Claudio X. González han dejado el tema de la corrupción a un lado porque, de no hacerlo, tendrían que explicar, por ejemplo, las propiedades del líder del PRI, el Cártel Inmobiliario del PAN o las enjuagues de Mexicanos contra la Corrupción con el dinero del Gobierno de los Estados Unidos. Prefieren callar eso y levantarse con el dedo flamígero a denunciar una dictadura sin dictador, una destrucción de un México que crece al tres por ciento anual y tiene creación récord de empleos. Es como ellos mismos dicen, un garabato.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.


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