Esta semana, cuatro destacados comunicadores del grupo de Claudio X. González hablaron del asesinato de su candidata a la Presidencia, la Senadora Gálvez. Fueron Beatriz Pagés, exdiputada del PRI y oradora de las marchas del INE No Se Toca; Raymundo Riva Palacio, de El Financiero; Ricardo Alemán en La Silla Rota, y Joaquín López-Dóriga. Una característica de los atentados contra los poderosos es que, por lo general, nadie los avisa, no salen antes en los periódicos y en la radio. Pero estos cuatro usaron ese último recurso ante el desplome de la candidatura de la Senadora del conflicto de interés. Esta columna trata de explicar por qué le desean la muerte violenta a su propia candidata.
Antes de pasar a los dichos de estos cuatro propagandistas de la involución, me gustaría hablar un poco del asunto Colosio. Como ustedes saben y recuerdan quizás vívidamente, el 23 de marzo de 1994, se asesinó a Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI para suceder a Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República. A pesar de que sufrió dos entradas de bala, las distintas fiscalías especiales concluyeron en que sólo un hombre, Mario Aburto, al que se le inventó una locura muy particular en la que él se concebía como un Caballero Águila azteca, era el único responsable. No había dos balas, una en la sien derecha, otra en el abdomen izquierdo, sino que el mismo cuerpo de Colosio había dado una voltereta para recibir los dos impactos. Cuando, con Miguel Montes como Fiscal, se simuló investigar la posibilidad de una conspiración para matarlo se estudió un complot dentro del propio mitin en Lomas Taurinas, Tijuana, y no afuera de ese mitin en la vida política nacional. Así, simularon que era dentro del mitin y no afuera donde estaba la respuesta de una supuesta conjura y se quiso ver a personas que lo detenían, jalaban, se tiraban a sus pies, le gritaban advertencias. Tuvimos “el clavadista” y “el lentes”, una supuesta señora que gritaba: “Lo van a matar”, en vez de: “Y en el hogar”. Los fiscales volvieron al asesino solitario y Mario Aburto sigue purgando su condena. El punto del homicidio de Colosio y esta nueva deseo-premonición de los comunicadores del viejo régimen, es su efecto: el PRI, que ya había perdido seis años antes contra el movimiento cardenista del Frente Democrático Nacional y había tenido que ordenar un fraude de carnicero, logró obtener el 48 por ciento de los votos con una campaña que no se hizo con el rostro del candidato sustituto, Ernesto Zedillo, sino con moños negros de luto. El miedo a la violencia había sostenido, por última vez, al PRI. Un crimen del que sólo tenemos la misma imagen de espaldas con una pistola apareciendo de la nada, había hecho ganar una vez más al PRI, su última vez ininterrumpida, hasta su regreso del brazo de las televisoras y Enrique Peña Nieto. Lo que hizo el grupo que llevó a cabo el homicidio de Colosio fue generar terror ante un Gobierno que, para ganar, era capaz de asesinar a su propio competidor. Los electores reaccionaron ante la enormidad del desajuste votando casi como un conjuro para apaciguar a la bestia priista.
La aventura de López-Dóriga, Riva Palacio, Alemán y Pagés se explica de esta forma. Su candidata, la Senadora Gálvez, venía de una semana negra donde ella misma declaró su intención de disolver la seguridad social a favor de que cada empleado del Gobierno comprara un seguro médico. En Chihuahua, a pregunta expresa, la candidata del PRIAN dijo: “Mira, yo realmente creo que es un tema que hay que estudiar. El tema de seguros de gastos médicos creo que lo deben de pagar los empleados. Si podrías hacer un paquete de funcionarios a un precio muy competitivo”. Por ejemplo, mi seguro que yo pago pues pago como 130 mil pesos mensuales, que por cierto lo he pagado siempre, estando fuera del Gobierno porque para mí es muy importante la antigüedad de mi seguro”. Pero si ese seguro lo contratara en un paquete de 300 mil empleados, pues a lo mejor podría costar 70 mil pesos. Entonces a lo mejor el Gobierno podría licitar ese paquete de seguro para todos, pero que lo pagaran los empleados y lo podría licitar a un precio mucho más competitivo del que hoy pagamos de manera privada. Esa parte creo que se podría hacer que sería muy factible para los empleados, pero lo que ya no está para el erario no puede volver. O sea, creo que sí es importante pues que cada quien pague su seguro, así como yo pago mi gasolina, como pago mi automóvil”. La declaración la sumió en la penumbra porque trata, al igual que sus patrocinadores neoliberales, la salud como una mercancía, como la gasolina para un automóvil, justo uno de las ruinas que se asomaron cuando tuvimos que enfrentar la pandemia de COVID-19: el sistema de salud público desmontado a favor de las aseguradoras, los privados, los consultorios privados adyacentes a las farmacias, la falta de doctores y enfermeras porque las universidades rechazan al 90 por ciento de quienes quieren estudiar esas profesiones.
Pero unos días más tarde, su principal palero, el expresidente Vicente Fox, se aventó dos declaraciones funestas para cualquier candidato que no quiera hacer el ridículo en las elecciones de 2024. Fox dijo en una entrevista en Latinus: “ “Los huevones no caben en el Gobierno y tampoco en el país; ya se acabó que estén recibiendo programas sociales. ‘A trabajar, cabrones’, como dice Xóchitl”. Fox pasó a insultar en una sola frase al 71 por ciento de los hogares mexicanos que reciben uno de los programas sociales constitucionales de la 4T. Fox pasó en una sola frase a quitarles la nacionalidad mexicana o, al menos, a no considerarlos dignos de vivir en México a 25 millones de personas. Fox pasó, en una sola frase, a equiparar el recibir un derecho constitucional a ser perezosos, cuando, quizás él no lo sepa, las becas, los apoyos, no son como eran las pensiones a los expresidentes, es decir, que se les daban sólo por existir, sino que están condicionadas a estudiar, a capacitarse o a trabajar. No existe un programa en el que los beneficiarios no hayan ya trabajado, como los adultos mayores, o estén trabajando y estudiando. La economista Viridiana Ríos analizó a los llamados “parásitos” por Vicente Fox y encontró que los beneficiarios trabajan las mismas horas que los que no reciben apoyos, es decir, entre 36 y 52 horas semanales. Pero lo interesante es que tomó al segmento que trabajo hasta extenuarse, el que lo hace 76 horas, es decir, el doble del promedio, y encontró que esos son los que reciben más apoyos de los programas sociales. Concluye la economista: “El 10 por ciento más rico recibe 174 por ciento más dinero regalado que el 10 por ciento más pobre”. Pero, además de humillarse a sí mismo, Vicente Fox logró hundir también a su candidata. Pero no terminó con ella en esa entrevista de Latinus. Por deseo propio de ayudar, tuiteó en su cuenta Vicente Fox: “Sheinbaum es judía búlgara, Ebrard es fifí francés, Noroña es extraterrestre, y Adán Augusto de Transilvania. Xóchitl es la única mexicana”. A su manera, Fox quiso abarcar un tema que está latente en la derecha del PRIAN: la xenofobia. Han dado muestras de ella al protestar contra la implantación de los programas de siembra de árboles y de capacitación de jóvenes en Guatemala, Honduras y El Salvador para despresurizar las olas migratorias. Las senadoras de Acción Nacional han dicho que se le da el dinero de los mexicanos a los “extranjeros”. Dijeron lo mismo cuando se contrató a los médicos cubanos para atender poblaciones marginadas. Dijeron lo mismo cuando se rescató a Evo Morales de una muerte segura durante el golpe de Estado en su contra en Bolivia. Les preocupaba mucho cuánto ganaban los salvadoremos o los médicos cubanos o qué comía Evo. La xenofobia ha estado ahí y es Fox el que, a su pedestre manera, trata de articularla en un discurso vagamente “nacionalista”, que recordó la mentira de Donald Trump sobre que Barak Obama no era estadunidense, sino keniano. Así que fue una mala semana para la Senadora Gálvez, no imputable al Presiente López Obrador o al Partido Morena, sino a su propia concepción de la salud como una mercancía más y a los dichos reaccionarios de un digno representante de la derecha yunquista y panista, Vicente Fox.
Así que alguien ideó la forma de salir de esta semana ordenando que cuatro Claudiopinadores sembraran la posibilidad de un atentado contra la vida de la Senadora Gálvez. ¿Para qué? Para re-centrar la atención en López Obrador como el Presidente que le “teme” —así dicen ellos— a Xóchitl Gálvez, a pesar de que el Presidente tiene la aprobación de ocho de cada 10 mexicanos, según todas las encuestas de opinión y que Morena ronda la identificación de casi la mitad de los electores en el país. Aún así, se le “teme” a la Senadora de los conflictos de interés.
Empecemos con López-Dóriga. Él dice lo siguiente sin miedo al abismo comparativo y menos al pozo de su dislexia: “Porque como está siendo víctima de una ofensiva desde el Presidente de la República, diputados y senadores de Morena, una violencia verbalmente violenta —así habla López-Dóriga— entonces, lo que está en riesgo es su seguridad. ¿Por qué? Porque siempre hay un ofrecido, un loquito, un ofrecido que dice “Yo voy a quedar bien con el Presidente”. Entonces, habló —así dice en pasado el locutor— de su seguridad. Yo insisto: que le tienen que garantizar su seguridad y que se la tiene que garantizar el Estado mexicano. ¿Por qué? Porque lo peor que le podría pasar a este país en este momento, que le sucediera algo a Xóchitl Gálvez, porque sólo habría un responsable. Así como este grupo que hoy gobierna, al asesinato de Colosio señaló al entonces Presidente Carlos Salinas como el autor intelectual, esto se repetiría en la oposición”. Así habló López Dóriga sin ningún respeto por la propia familia de Colosio que rechazó en su momento la idea del “loquito” en el asesinato político. Yo pregunto: ¿de dónde saca López Dóriga que los asesinatos políticos son de alguien que quiere “quedar bien” con el Presidente en turno? No hay uno solo de que dispararon contra Manuel Ávila Camacho o Díaz Ordaz, en la posguerra o el que asesinó a Álvaro Obregón el 17 de julio de 1928, que se haya convertido en criminal por “quedar bien”. Es un argumento tan cretino que ni siquiera valdría la pena mencionarlo, pero sí lo hago es porque ya lo usaron fallidamente en el caso Gómez Leyva. Por poner un ejemplo, de decenas que hubo en esas fechas de diciembre del año pasado, Denise Dresser escribió: “Este es el clima para el periodismo en México, donde las descalificaciones emanadas de la ‘mañanera’ importan. Dan permiso para agredir así. Basta ya”, dijo al mostrar agresiones que ha recibido en redes sociales. Hoy tocó a Ciro Gómez Leyva. Mañana será alguien más. Esto debe parar”. Así, Dresser trató de embonar la guerra que el grupo de Claudio X. González ha emprendido contra las “mañaneras” con un atentado que tuvo que ver con el crimen organizado y que terminó con Ciro refugiado en casa de, precisamente, Manlio Fabio Beltrones.
En El Financiero, Raymundo Riva Palacio ignora lo de “asesinar a una persona sólo por convivir” y se va a otra posible fuente de violencia: el crimen organizado, que fue lo de Gómez Leyva. Para ello, tiene que asociar al Presidente con los narcos y lo hace de la forma más burda que su perspicacia le regala. Escirbe: “Han ubicado a Gálvez como una candidata que amenaza el verdadero statu quo, el de los cárteles de las drogas, porque la forma como los ha tratado López Obrador les ha permitido aumentar su control territorial, ampliar su base social y realizar su negocio ilegal sin intromisión de la autoridad, con lo cual aumentan sus ventas domésticas, el trasiego de drogas a Estados Unidos, Europa y Asia, y obtienen los recursos suficientes para armarse y seguir extendiendo el dominio territorial en la Nación”. Eso asegura Riva Palacio para quien no existe la disminución de los delitos en 32 por ciento en el país y el primer lugar de homicidios en Guanajuato, gobernado eternamente por Acción Nacional. No existe la detención de los generadores de violencia, incluido a Ovidio Guzmán, el hijo del “Chapo”, cuya liberación, en un primer operativo fallido, le sirvió a la oposición para alegar un acuerdo. Pero sigue Riva Palacio: “La situación de la que López Obrador es arquitecto es más delicada y peligrosa de la que se vivió desde finales de 1993 hasta el 23 de marzo de 1994, cuando Mario Aburto mató al candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio. Aburto, hasta donde las pruebas hoy en día muestran, fue un asesino solitario confeso”. Es decir, Riva Palacio insiste en rememorar a Colosio, cuando la Senadora Gálvez ni siquiera es candidata, ni una figura nacional. Lo digo por el dato en las encuestas de que no la conoce el 26 por ciento.
Escribe Ricardo Alemán en La Silla Rota: “No es exagerado advertir del peligro potencial en que se encuentra la Senadora Xóchitl Gálvez. Riesgo de que el fanatismo que acuna la casa presidencial sea lanzado contra la integridad física de la más aventajada precandidata presidencial. No es exagerado advertir del peligro potencial en que se encuentra la Senadora Xóchitl Gálvez. Amenaza de que el odio expresado desde Palacio –que ya se transformó en guerra sucia contra la empresaria desde medios oficialistas–, termine en un atentado en su contra. Y no es exagerado porque en la historia de la humanidad siempre han existido consecuencias cuando, desde lo más alto del poder se señala, acusa, cuestiona o censura a un ciudadano”. Es decir, la única prueba de Alemán es la historia de la Humanidad. Vaya. No recuerdo en qué mañanera el César romano habló mal de Cristo y provocó que un “loquito” lo crucificara. O si los senadores ya habían hablado mal de Julio César antes de apuñalarlo.
Con menos miedo al ridículo todavía, Beatriz Pagés, escribió desde el 7 de julio en su revista, lo que la hace precursora del delirio. Escribe Pagés: “La pregunta es si López busca parar con balas a la oposición. Con sus palabras pone la vida de los aspirantes en la mira de los delincuentes. La campaña presidencial del 2024 será la más peligrosa de la historia moderna. Si en las elecciones intermedias del 2021 los “narcos” secuestraron y asesinaron candidatos para favorecer a Morena, en la contienda por la Presidencia un magnicidio puede llegar a formar parte de algún plan. El Gobierno está obligado a cuidar la integridad física de los futuros candidatos a la Presidencia. De volverse a repetir en el país un magnicidio –como en 1994– esa muerte, tendrá un solo responsable político. López Obrador acabará sus días tratando de hacer olvidar lo que él mismo sembró y propició”. Los mismos argumentos se repiten en los cuatro claudiopinadores: alguien va a asesinar a la Senadora, será como Colosio, y será culpa de quien ellos llaman “López” como un insulto.
Pero la semana negra de la Senadora Gálvez terminó con la primera encuesta que la carea contra cualquiera de los aspirantes de Morena. En cualquiera, hasta con Manuel Velasco, del Verde, la Senadora perdería por 30 puntos, porque Sheimbaum, Ebrard o Noroña obtendrían más de la mitad de todos los votos, más del 50 por ciento en todos los casos. Ella sólo obtendría la mitad de la mitad, alrededor del 25 por ciento. Y esa realidad no es un atentado sino una decisión soberana.
Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario