Cada año miles de antílopes, cebras y otros mamíferos cruzan las llanuras de África en manadas inmensas que van del Serengueti al Masai Mara. Buscan mejores pastizales y agua. En el camino sortean estampidas y ríos donde pueden ser devorados por cocodrilos. El fenómeno es conocido como “la gran migración”. Es un colosal espectáculo de supervivencia.
Así está pasando actualmente en la política mexicana.
Políticos, empresarios y todo tipo de miembros de la fauna del poder han caído en cuenta de que la elección la ganará Claudia. Ella será presidenta de México y no hay una sola encuesta que no le dé un margen amplio de victoria. A nivel internacional, la revista británica The Economist la destaca en portada como uno de los personajes a seguir de 2024. Vox asegura que ganará la elección con 90% de probabilidad. El País le da 89%.
Ante ello, la fauna del poder mexicano ha comenzado su gran migración. Soterradamente y en algunos casos sin que sus conocidos sepan que votarán por Morena. Solo Morena ofrece suficientes pastizales y agua para su supervivencia.
Estamos atestiguando un colosal espectáculo de supervivencia y reacomodo. Están dejando sola a Xóchitl.
Me parece que esta migración explica el resultado tan fuera de común que dio el periódico Reforma en su última encuesta. De pronto, luego de meses de haber reportado resultados de aprobación anormalmente baja por López Obrador de un sopetón subió 11 puntos. La encuesta dio un brinco para ponerse a tono con muchas otras.
Así, a diferencia de las estridentes voces de los opositores en medios y redes sociales, y de sus columnistas, arriba ya hay paz. Veo que los empresarios consideran que Claudia ejercerá el poder desde una racionalidad menos visceral que el presidente. La continuidad que ella asegura les da tranquilidad porque los posiciona en territorio conocido.
No tengo duda de que, en el fondo, al alto empresariado les hubiera gustado que ganara Xóchitl. Pero ahora, en plena migración solo aspiran a dos cosas. Primero, a que Morena no obtenga una mayoría calificada en el Congreso para que no pueda aprobar “ocurrencias”. Y segundo, a que Claudia sea una persona con la que puedan negociar más.
El empresario no ve en Claudia a una continuidad de la destrucción, como repite la iracunda comentocracia. Ven en ella a una mujer inteligente que pregunta y escucha cuando no sabe. Alguien poderosa y que se rodeará de un mejor equipo del que tuvo Obrador. En general, ven en ella a una presidenta con mayor inteligencia emocional que López Obrador y eso les da calma.
Dentro de todo, saben que ciertos aspectos del Obradorismo están para quedarse. Los programas sociales se mantendrán y el salario mínimo no perderá poder adquisitivo. Pero saben también que Claudia no podrá aumentar el gasto social, ni el salario como lo hizo el presidente. En el fondo, creen que la transformación laboral ya no continuará. Los programas sociales mejorarán su distribución pero crecerán mucho menos.
Por supuesto, ante la gran migración, siempre queda fauna despistada. Los acérrimos odiadores del Obradorismo están furiosos e incriminan a quienes han comenzado la migración. En su ira, sucumben al insulto como forma de comunicación. Yacen coléricos con la hipérbole como su única herramienta interpretativa. Son el mamífero que silba, aúlla y patalea en una esquina desolada del Serengueti.
Hay confusión. Han dejado de comprender el mundo. Están perdidos. Pasaron de sentirse comandantes a ser un marinero perdido. No entienden por qué el votante no apoya más a Xóchitl. Se guarecen en interpretaciones fantásticas. Pierden el piso. Es la fauna perdida, triste, confusa, viendo una migración que no entiende.
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