77 festival de Cannes: De Sorrentino, Mastroianni y una teibolera
oy la competencia nos endilgó tres películas a cuál más decepcionantes. Entre ellas, Parténope, del italiano Paolo Sorrentino, que había sembrado más expectativas. Al igual que su anterior Ha sido la mano de Dios (2021), ésta se sitúa en su natal Nápoles para contar la historia del personaje epónimo, una chica (Celeste Dalla Porta) conocida por su belleza e inteligencia, quien decide ser antropóloga en lugar de actriz y se vuelve una eminente profesora.
El problema es que la cámara de Sorrentino es la primera en estar embelesada por la protagonista. Una y otra vez, secuencias enteras están dedicadas a admirarla… y no es para tanto. En consecuencia, la narrativa sufre y la película se vuelve una colección de viñetas formalistas, de escasa miga dramática.
También Nápoles se vuelve parte de esa mirada admirativa y Parténope podría funcionar como publicidad turística. Así, se echa de menos la fuerza emotiva de las anteriores obras de Sorrentino y aunque aparecen sus temas recurrentes –la preocupación por el paso del tiempo, el carácter definitivo de la muerte, la pasión futbolística (por el equipo de Nápoles, claro)– estos se ven desdibujados.
Eso sí, al final aparece Stefania Sandrelli, una de las actrices italianas más hermosas de su época, como la Parténope anciana y a uno sólo le queda lamentar también el inclemente paso del tiempo.
Si ni Sorrentino puede levantar el nivel de este festival, poco se espera de otros cineastas menos perspicaces. Tal es el caso del incompetente francés Christophe Honoré, quien en Marcello mío pretende hacerle un homenaje a Mastroianni a través de su hija Chiara, heredera de las facciones del legendario actor italiano.
Por desgracia, la actriz no heredó su talento, ni su presencia, ni su porte. Disfrazada con la vestimenta de las películas más emblemáticas de Mastroianni – 8 ½, La dolce vita, Ginger y Fred– ella se pasea como turista por el pobre pretexto de historia imaginada por Honoré, donde se desperdician las presencias de Catherine Deneuve –madre de Chiara, obvio–, Fabrice Luchini, Nicole García, Melvil Poupaud y, de nuevo, Stefania Sandrelli, entre otros.
Y qué rápido se desvaneció la promesa del director gringo Sean Baker. Después de las divertidas Tangerine (2015) y El proyecto Florida (2017), el hombre ha desperdiciado ahora su potencial con Anora, una comedia estridente sobre la teibolera/prostituta titular (Mikey Madison) que engancha con el joven ruso Iván (Mark Eidelstein), hijo de millonarios. Durante una semana los dos cogen mucho, se meten droga, juegan con videojuegos y finalmente se casan en Las Vegas.
Cuando los padres de Iván se enteran, mandan a sus guaruras a procurar se anule el matrimonio por la fuerza. Sin embargo, el joven desaparece y la película –que se hace eterna– se dedica a su búsqueda. El humor es reiterativo, los diálogos consisten en repetir variantes de la palabra fuck y los personajes son todos caricaturas. Tal vez en otras circunstancias, bajo otro estado de ánimo, Anora nos haría más gracia. Pero a estas alturas ya estamos muy cansados y de malas.
X: walyder
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