La iniciativa panista, “una serie de incongruencias”
Michoacán: criminalizan aborto por violación
Por Rubí de María Gómez Campos
México DF, 22 oct 09 (CIMAC).- El 23 de abril de este año, un mes después de la visita de Miguel Serrano Limón (el de las “tangas”) a Michoacán, el Partido Acción Nacional –que nunca se ha pronunciado en relación con los delitos sexuales contra mujeres y niños– presentó una propuesta para modificar la Constitución de Michoacán de manera que garantice el derecho a "la vida desde la concepción".
El diputado Francisco Morelos, promotor de la iniciativa, es un médico que no tiene un mínimo conocimiento de las leyes, lo cual es grave tratándose de un legislador, aunque natural tratándose de un diputado panista que llegó a serlo sin siquiera someterse al voto popular.
Por lo pronto, las michoacanas siguen expectantes ante una iniciativa que se sustenta en una serie de tautologías expresadas como exposición de motivos, la cual está plagada de incongruencias. Por ejemplo, citar la Declaración Universal de los Derechos Humanos junto con argumentos de autoridad que el diputado presenta como “consideraciones avaladas por la generalidad de la comunidad científica”. Entre tales consideraciones se encuentran las del doctor Hymie Gordon Chairman, del Departamento de Genética de la Clínica Mayo, en Estados Unidos, y las del científico Jerome Lejeune, amigo de Juan Pablo II y líder del movimiento Pro-Vida.
La propuesta del grupo parlamentario del PAN asegura que “lejos de posiciones dogmáticas o religiosas, obedece a observaciones científicas”, como asegurar que “desde el momento de la concepción esa pequeña nueva célula tiene unidad, individualidad y autonomía respecto del organismo de su madre”.
Los argumentos de autoridad plasmados en la exposición de motivos son auténticas perlas de homenaje a la falta de lógica y al totalitarismo rampante con el que los diputados panistas pretenden, además de imponer su visión confesional, decidir qué es científico o no.
Su perorata incluye un gran número de opiniones cargadas de tintes emocionales, del mismo estilo de las que acostumbran usar, para manipular a sus audiencias, los miembros de Pro-Vida: “al mes de concebido, es decir a las cuatro semanas, este nuevo ser humano mide cuatro milímetros y medio; ya cuenta con un corazón que late y sus extremidades empiezan a formarse. A los sesenta días u ocho semanas de haberse unido el óvulo y el espermatozoide, el tronco que va desde la cabeza hasta los glúteos mide unos tres centímetros; así, podemos ya reconocerle las manos, los pies, la cabeza, sus órganos, como el cerebro. Todo está en su sitio y ya no hará sino crecer. Incluso si ponemos un estetoscopio en el abdomen de la madre se escucharán perfectamente el latir de dos corazones, de dos seres diferentes e independientes”.
La obsesión de los diputados panistas por controlar el cuerpo de las mujeres queda de manifiesto en la justificación de su iniciativa, que apela a los derechos de los no nacidos, a los de los hombres “que tienen derecho a la paternidad”, y hasta a los de las tortugas, sin considerar en ningún momento los de las mujeres. Como ejemplo de la ausencia de rigor lógico en la exposición de motivos, ésta afirma: “El tamaño y la edad no pueden ser argumentos para calificar a ese ser como humano o como no humano”. Precisamente lo que la iniciativa está haciendo.
Con tal de demostrar su autolegitimado derecho a la arbitrariedad, la iniciativa refiere que: “Llega a ser tan absurdo el grado de inversión de la escala de valores en nuestra sociedad que es más penalizado (con hasta nueve años de prisión, en términos del artículo 420 de Código Penal Federal), el daño o destrucción de una tortuga o sus productos, es decir, sus huevos, que el daño o destrucción de un ‘producto’ humano; así, de hecho, la tortuga está protegida desde su concepción”.
Con estos argumentos irresponsables –puesto que el castigo por la muerte de tortugas que al diputado Morelos le parece “tan absurdo” protege, al fin, la sobrevivencia misma del planeta– los legisladores de Acción Nacional pretenden obligar a las ciudadanas y los ciudadanos a vivir de acuerdo con su particular sentido de la existencia
El profundo desprecio por las mujeres que expresa la iniciativa es más claro cuando se alude simplemente a ellas como “quienes están a favor”, para enseguida enunciar lo que verdaderamente defiende bajo el disfraz de la beatitud: el “tercer sujeto implicado, o sea ‘el padre’. No menos importante es el derecho del progenitor”. Y, a continuación, otra frase contundente que muestra el desprecio por la vida y la dignidad humana femeninas: “Simplemente, no es posible reconocer ni jurídica ni lógicamente el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo (…) sobre el derecho a la paternidad”.
En una falacia tan clara que un pequeño de cuatro años la rechazaría, los legisladores se atreven a citar los derechos del niño como si fueran también los derechos de los no nacidos. Y, una vez autorizada la ruptura con los criterios más elementales de la lógica, más adelante utilizan el Código Civil para intentar demostrar el contrasentido de que los no nacidos existen:
“El mismo cuerpo normativo civil reconoce en su artículo 359 que los no nacidos tienen derecho de herencia; literalmente menciona que: ‘pueden gozar también de ese derecho los hijos no nacidos, si el padre al casarse declara que reconoce al hijo de quien la mujer está encinta o que lo reconoce si aquélla estuviera encinta’”.
Si nos apegamos a los recursos irrecusables de la lógica, debemos entender en la reveladora cita que el posible sucesor existe si y sólo si el padre lo reconoce. El punto clave de la posibilidad de heredar (que es lo que el código defiende, bajo la premisa de que la mujer decida tenerlo) es la afirmación hipotética del reconocimiento del padre. En lógica, a una formulación como ésta se le llama “condicional”, y “patriarcal” se le llama al hecho de que no baste la palabra de las mujeres para proteger a su descendencia.
Como dicen las Católicas por el Derecho a Decidir en sus carteles: si hasta “María fue consultada para ser madre de Dios, elegir es derecho de todas”. Lo que las ciudadanas que se han manifestado en contra de la iniciativa defienden es el derecho a la vida y a la dignidad humana de las mujeres por medio expresado en una maternidad libre y voluntaria.
En contra de las groseras expresiones de odio a la vida y a la dignidad humana de las mujeres que expresan los defensores de una vida abstracta e hipotética –que la ultraderecha asume mientras le endilga a todo el mundo su resentimiento por medio de la mentira y la falta de claridad lógica– las mujeres críticas que se oponen a la iniciativa rinden homenaje a la vida humana (y a la lógica) no en idea, sino en la vida real, a través de la lucha por una maternidad plena.
Ante la abundancia de embarazos no deseados (muchos de ellos producto de violación), lo último que se le ocurriría a los apologetas de la indignidad humana es proponer educación social y una eficiente formación de la conciencia, así como el efectivo castigo a los violadores, para combatir de raíz el problema que ellos distorsionan y convierten en una forma de expiación de sus faltas.
Para una conciencia realmente cristiana debe ser insoportable la culpa de saber que criminalizar la interrupción legal del embarazo condena a miles de mujeres al aborto clandestino y a la muerte.
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